Había un anuncio en el Estadio “Álvarez Claro” –ignoro si aún seguirá allí expuesto- que decía: “Y después del Partido nos veremos en el ‘Bar Aragón”, del que fue propietario aquel inolvidable melillense que se llamaba Juan Garcés, al que popularmente llamábamos “Juanele”, bar que continúan regentando sus hijos Chiqui y Manolete.
Uno en su barra del Barcelona y el otro la del Real Madrid. Establecimiento al que no hace falta hacerle ninguna propaganda porque su extraordinario servicio, en toda la extensión de la palabra, es de sobra conocido por su numerosísima clientela. ¡Ah!, no se me puede olvidar al frente de la cocina estaba la hermana, ¡que vaya manos para elaborar el extenso y variado surtido de tapas que ofrecen a sus parroquianos!
He sacado a la palestra lo del citado anuncio para decir a todo el pueblo de Melilla, y al decir a todo el pueblo me refiero a cuantos integramos las distintas comunidades, que nosotros a lo nuestro: después de nuestras jornadas laborales, las faenas de casa, etc., TODOS A LA FERIA para disfrutar de cuanto allí se nos ofrece: esas atracciones para los pequeños, los espectáculos para jóvenes, adolescentes y mayores, los amientes en las numerosas casetas. Ahí, en todo ello debemos centrarnos los ciudadanos de esta Melilla que, algunos, con su política de derribo por motivos que yo no llego a alcanzar pese a mis muchos años, es donde debemos estar todos los días feriados o, por lo menos, los que cada uno pueda estar por sus posibilidades económicas u otros motivos.
No podemos permitir hacer el caldo gordo a quienes, ellos sabrán porqué –repito- sólo piensan en crear entre nosotros las discordia con sus manifestaciones mal intencionadas.
Son unos días de regocijo, de divertimento entre familiares, amigos, conocidos que nadie nos puede arrebatar por sus intereses políticos o, como ya he dicho, ellos sabrán el por qué. Gente, es mi opinión por lo que observo en ellos, que disfruta creando el desconcierto, la incertidumbre, el malestar entre una ciudadanía que siempre fue un modelo de la mejor convivencia. Vayamos, pues a la Feria y disfrutemos, junto a nuestra familia o amigos de cuanto en ella se nos ofrece. Y a vivir que la vida es corta. ¡Si lo sabré yo! que, cuando he venido a darme cuenta, ando ya por los ochenta y ocho años, casi nada. Y parece que fue ayer cuando presumía de juventud. ¡Viva la Feria de Melilla, la de estos días y cuantas vendrán detrás! Felices fiestas patronales para todos los melillenses de buena voluntad. Para los otros, los discordantes… me reservo lo que les diría.
