La “Carta” de hoy la escribe un Capitán de Infantería, muerto en 1909, en el Barranco del Lobo. Sus restos se encuentran junto a los que cayeron gloriosamente, cuando el Rey de Marruecos puso sitio a Melilla, en 1774-1775; y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Laureano García de la Torre, y soy Capitán del Bon. de Cazadores del Rgto. de Infantería Barcelona nº 3. Nací en la Habana, Cuba, hace 34 años. La carrera militar la he heredado de mi padre, que en la actualidad es también Capitán de Infantería. Ingresé como soldado voluntario en 1891, y ascendido a Cabo ese mismo año. En 1894 ingresé en la Academia de Infantería, y dos años después, salí como 2º Teniente; siendo ascendido ese mismo año a 1º Teniente. El 3.12.1904, ascendí a Capitán, y fui destinado a los regimientos: Tarragona 67, África 4, Saboya 6, María Cristina 63, San Quintín 47, Canarias 2, Albuera 26, Príncipe 3, y Ceriñola 42. Les estoy escribiendo desde la escalinata del Panteón, donde descansan mis restos, en la fila 3, nº 16. Como sabrán, hay muchos soldados que están enterrados en la Bóveda de la Soledad, en el de las Ánimas, la Tahona, y alrededores de la Iglesia de la Plaza, que nos visitan, y también lo hacen para saludar a los que trasladaron del Cementerio de San Carlos, a éste de la Purísima, cuando lo inauguraron. Los que se han acercado, después del saludo, me dicen que cayeron el 9.03.1775, presentándose cada uno con su nombre, graduación, y destino. Fernando Casanovas, era un oficial armero, nacido en Madrid; el Soldado Pedro Agdomer, nacido en Alsacia, perteneciente al Rgto. de Brabante, y Juan de Mora, Granadero del Rgto. de la Princesa. Al día siguiente, murieron los Soldados: Pedro Burdo, Francisco Vera, Antonio López Liesta y Jaime Arenas; todos ellos pertenecientes al Rgto. Ligero de Cataluña; y Juan Cabezas, Soldado de la 1ª Cía. del 1º Bon. del Rgto. Zamora nº 7, que murió junto a las murallas de la Plaza, un día después. El armero, que se ha enterado de mis condecoraciones, me dice que no sea modesto, y que debo lucirlas, como mi ascenso después de caer muerto, en el Barranco del Lobo, el 1.08.1909. Solamente poseo dos Cruces al Mérito Militar, y la Medalla de Alfonso XIII; y deben disculpar, que si estos compañeros han “delatado” mis humildes méritos que hice en el campo de batalla, vestiré mi uniforme con la estrella de ocho puntas, y las tres condecoraciones, con todo el orgullo, y el gran honor que siento por nuestra Patria. Ellos se han cuadrado con el respeto a mi rango; pero les he advertido que aquí somos todos compañeros, porque todos caímos en defensa de Melilla, y de nuestra cultura occidental española. Sin otro particular, les ruego que cuando visiten a sus deudos, no pasen de largo ante nuestros restos, deténganse unos minutos y recen una pequeña oración por nuestras almas. Siempre les estaremos agradecidos”.
Melilla, como saben, es una gran galería que siempre recoge su luz azul, regalándosela a todo el que pasea por sus preciosas calles, plazas y parques. Eso es lo mismo que yo, modestamente, pretendo hacer con estas “Cartas”; si es que ustedes las leen con el mismo cariño y amor, como yo las escribo. Solo ese es mi gran deseo, y no otro: despertar en los lectores, un sincero interés por saber los nombres, destinos y lugares donde todos los Héroes que van desfilando por estas humildes líneas, cayeron en defensa de nuestra ciudad.
Para terminar, como siempre, recuerdo a las autoridades competentes, que la Purísima sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes de España”.
