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El rincón de Aranda

Carta desde la Purísima nº 82

melillahoy.cibeles.net fotos 1743 Juan Aranda web

Decía Unamuno que no entendía como se puede vivir quien no lleva a flor del alma, los recuerdos de su niñez. Muchos de los recuerdos de cuando yo era un chaveílla, son los eucaliptos cercanos al Cementerio, y los juegos en su explanada, junto a la vieja fuente. Había veces que debíamos parar porque el señor Frasquito hacía sonar la vieja campana, en lo alto de la …

…escalinata, dando aviso de que se acercaba un coche de caballos, con su pitejo, y el cortejo de acompañamiento del difunto. Aunque en ocasiones, ese cortejo era tan solo de dos o tres personas; porque el fallecido no tenía familiares, ni amigos. También recuerdo que mi padre, y algunos amigos, solían incorporarse al principio de la calle Padre Lerchundy con Margallo, para así acompañar estos entierros tan desangelados, y solitarios. ¿Papá, es que tú conocías a ese difunto?, “No pero era igual, que si hubiese sido un amigo”. Decía que era muy triste que a uno lo entierren, sin que nadie lo acompañe a su última morada.

La “Carta” de hoy la escribe un Soldado de Infantería, y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Justo Cárdenas Guardo, y soy Soldado de Infantería del Rgto. Saboya nº 6. Hace 22 años nací en Guadalupe, un pueblecito de la provincia de Cáceres. Mi casa, que también servía de carpintería, estaba cerca de la carretera de Navalmoral. En ella trabajábamos mi padre, Remigio, y yo. Mi madre se llamaba Juana. El 9.07.1909, fallecí en el Hospital Militar; que según el parte del médico, fue de tifus. Cada 29 de julio espero a mi compañero de regimiento, Gabriel Fernández Rodríguez. Digo que lo espero porque es la fecha en que falleció Sor Alegría de Jesús, que fue el 29.07.1960, a los 80 años de edad. Cuando llega esa fecha aparece por el patio, muy alegre, para sentarse a charlar con esta anciana monja, toda llena de bondad. Yo los veo, y más bien me parecen una abuela riendo con su nieto. Gabriel me ha contado infinidad de veces que esta venerable anciana, cuando contaba 30 años de edad, fue la que le cedió un trozo de piel de su brazo para la operación que le salvó la vida, el 14.04.1910, en el antiguo Hospital del Buen Acuerdo. El orgullo de Gabriel es cuando menciona las condecoraciones que posee su anciana amiga, como son: La Gran Cruz de Beneficencia, la del Mérito Militar, Cruz Roja, Real Academia, Campaña del Rif; Medalla de Plata de la Ciudad de Melilla, la Legión de Honor de Francia; y también que Melilla le dedicara una calle cercana al colegio, y la Iglesia, que fundara en 1908, junto a su compañera Sor Josefina. Y cuando quiere hacerla sonreír, le llama: Señora Directora del Colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo, y Consiliaria General de las RRHH Terciarias Franciscanas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. A veces se les acercan, de los nichos cercanos a la Capilla, D. Manuel Serrano Ruiz, General de División, que fuera Gobernador Militar de la Plaza, muerto el 16.12.1904; y D. Luís Alcalá Gutiérrez Calderón, 1º Tte. de Caballería de Cazadores de Villarrobledo, muerto el 6.10.1902. La verdad es que a los que solemos pasear por estos patios, nos produce una gran satisfacción ver a una anciana monja, de 80 años, un General de 50, un Teniente de 32, y a un Soldado de 20, charlar como buenos camaradas. Queridos lectores: Esta es nuestra vida en la eternidad que disfrutamos en este Camposanto; no importa que sean tocas, espadas, bastones, estrellas, galones o simples soldados rasos: Aquí, la equidad, entre nosotros, es tan palpable que, mediante estas “Cartas” que os escribimos, cualquiera puede comprobarlo; porque todos ofrecimos nuestras vidas, ondeando la Bandera de la Patria. Para despedirme les deseo que sean felices, y cuando visiten a sus deudos, y paseen por estos patios, deténganse unos instantes ante nuestros sepulcros, pero háganlo con una sonrisa, porque es muy triste llorar sin mostrar las heridas de nuestras almas. Reciban un fuerte abrazo.”
Dice el poeta que las flores son las únicas que alimentan la soledad del Camposanto con la pena, y las lágrimas, de los familiares al alejarse después de cada sepelio; pero se equivoca el trovador, ya que son ellos, nuestros Héroes, los que nutren ese “retiro” de silencio a la Gloria. También ese silencioso respeto en estos patios, siempre invita a la reflexión; mientras el gigantesco “Ángel”, es testigo y guardián de los llantos y rezos por todos ellos.

Para terminar, desde hace siete años, no me cansaré de recordar a las autoridades competentes, que la Purísima sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes de España”. Igualmente que el nombre de mi profesor de música, D. Julio Moreno figure en una calle de la ciudad.

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