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La Carta del Editor

"Los casos de corrupción afectan a todos los niveles de la Administración"

Como en el caso de Dubai y la ciudad-estado de Singapur, es un placer constatar cómo el Desarrollo (con mayúsculas) es posible, si se ponen los medios y se hacen los esfuerzos necesarios para conseguirlo, como se debería hacer en Melilla, y espero que se haga, con la sociedad privada para su Desarrollo (SODEMEL) como motor impulsor de nuestra ciudad y de su entorno marroquí” Vuelto ya a España, concretamente a Madrid, de mi largo viaje a Australia, pasando por Dubai y Singapur y terminado en Melbourne, una gran ciudad con, entre otras muchas cosas, una gran librería, Dymocks-, por Ballarat -de unos 100.000 habitantes, turística, elegante, muy bonita-, Waarrnambool -turismo junto al mar, campos de golf con canguros paseando tranquilamente junto a los jugadores en Queenscliff-, largo paseo en coche a lo largo de la famosa y concurrida Great Ocean Road, la Carretera del Océano- intento todavía reponerme de tantas horas de avión y del jet lag derivado de esas tantas horas, del cambio desde el verano australiano al invierno español, de las 10 horas de diferencia que hay entre Melbourne y Madrid, que hacen que allí sea de noche cuando aquí es de día y viceversa. Atrae Australia, con su dinamismo y su alto nivel de vida, consecuencia lógica del dinamismo allí imperante. Como en el caso de Dubai y la ciudad-estado de Singapur, es un placer constatar cómo el Desarrollo (con mayúsculas) es posible, si se ponen los medios y se hacen los esfuerzos necesarios para conseguirlo, como se debería hacer en Melilla, y espero que se haga, con la sociedad privada para su Desarrollo (SODEMEL) como motor impulsor de nuestra ciudad y de su entorno marroquí. Melilla no puede seguir como está y, además, no debe seguir así. El cambio es inevitable e imprescindible y deberíamos tomar consciencia todos, o al menos la mayoría de los melillenses, de que eso es un hecho, que el cambio ya se está produciendo -queramos evitarlo o no- y que la gran cuestión, el gran y apasionante desafío, es que se produzca en el sentido positivo, y posible, del desarrollo económico, social y ético.

El hecho de que el cambio es inevitable alcanza ya hasta a la propia denominación de la Edad en la que vivimos. Hasta ahora, precedida por la Prehistoria y las Edades Antigua, Media y Moderna, llamamos a la actual la Edad Contemporánea (que se inició con la Revolución francesa de 1789), pero para muchos ya estamos en otra Edad, que quizás se pueda llamar Digital y que empezaría cuando, en el año 2007, presentó Steve Jobs al mundo el primer teléfono móvil inteligente con conexión a internet, un aparato del que ahora disponen unos 3.000 millones de personas en el mundo. Hoy en día, aquí y acullá, en España como en las antípodas australianas, es difícil ver por la calle a alguien que no lleve un móvil o que no esté hablando o manipulando en y con el aparato. Y todavía estamos en lo que podíamos considerar como la prehistoria digital, lo mismo casi que en Melilla, donde nos hallamos en una especie de prehistoria del desarrollo.

Leyendo ya con más comodidad los periódicos españoles (con MELILLA HOY a la cabeza) destaco una frase, un concepto, que se repite, de una u otra manera, en todos ellos: "los casos de corrupción afectan a todos los niveles de la Administración". Ciudadanos, el partido, ha hecho una propuesta de ley al Parlamento (por cierto, cada vez da más pena ver el nivel, el tono y hasta la vestimenta de muchos de nuestros parlamentarios), una ley de lucha contra la corrupción, con dos medidas ciertamente acertadas. La primera, un sistema de protección a los funcionarios y empleados públicos que denuncien casos de corrupción en la Administración. La segunda, una modificación del Código Penal para tipificar los delitos de enriquecimiento ilícito y responsabilidad civil subsidiaria, de manera que -y esto es muy importante- el empleado público o funcionario (o político) que no pueda justificar el aumento de sus bienes y patrimonio, podría ser multado, inhabilitado o enviado a prisión y, al mismo tiempo, que los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones empresariales tengan que asumir una responsabilidad subsidiaria por los delitos cometidos por sus empleados.

La propuesta es buena, pero lo fundamental está en la frase "los casos de corrupción afectan a todos los niveles de la Administración" y, como hay tanta Administración, hay tanta corrupción en España y tanta justificada indignación popular con ese hecho, que es la consecuencia de la desmesura de la existencia de más de 3 millones de empleados públicos, aparte de políticos y enchufados en empresas públicas o en empresas que prestan servicios a la Administración y a las que se fuerza a colocar a enchufados de dicha Administración. Sólo se podrá frenar la corrupción si se disminuye el tamaño y el intervencionismo estatalista. Ni España, ni muy concretamente Melilla, pueden seguir soportando tan pesada carga que, en muchos casos, termina (por eso) en la inevitable corrupción (en sus diferentes manifestaciones) y, en todos los casos, en el subdesarrollo o en el evitar el desarrollo posible.

Posdata. De la lectura del MELILLA HOY del jueves extraigo tres comentarios. Uno: Enrique Delgado escribe sobre el polvo rojo africano que cubrió Melilla el miércoles, comenta los famosos vaticinios romanos, los liga con el fallido aterrizaje en nuestra ciudad, debido al polvo rojo, del socialista Pedro Sánchez, que quiere llevar aun más a la izquierda (a lo rojo) a su partido, y concluye que el vaticinio está hecho: Sánchez no conseguirá ser secretario general del PSOE, para dolor de los actuales dirigentes socialistas locales, tan lamentablemente ligados a las causas perdidas (con todo merecimiento, como en el caso de Sánchez). Dos: Nuestro colaborador Nezar S. Fernández apuesta por intentar exportar, desde Melilla, artesanía del Rif al resto de España y a Europa; es una buena idea, en la línea de SODEMEL y del ansiado desarrollo de Melilla y su entorno marroquí; hablaré con él de ello. Tres: El aspirante a candidato a la presidencia del PP local, Juan Díaz Morano, afirma que, según "los mentideros oficiales", yo sería una de las dos personas que estarían detrás de su candidatura, algo que califica, con acierto evidente, de "bulo"; con Juan Díaz, que yo recuerde, solo he cambiado un par de saludos en la vida y, además, estar detrás de algo o alguien no es mi principal característica, así que, como él dice, eso de estar yo detrás de su candidatura es un absurdo bulo, porque, para mayor claridad, si hubiera alguien detrás de su candidatura, que no lo sé, pero los mentideros (tan frecuentes en nuestra ciudad) sí lo dicen, no soy yo, evidentemente. Y sobre lo de la candidatura de Juan Díaz, sin esperanza de éxito -como lo ha demostrado el hecho de no haber obtenido finalmente los avales mínimos necesarios-, sí he de añadir que no entiendo, desde el punto de vista de la eficacia y la justicia ética, por qué se ha enfadado tanto y tanta gente del PP con el anuncio de tal candidatura.

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