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Un problema no menor

El Gobierno de Melilla debería recapacitar su férrea postura de no abrir más centros o ampliar los que ya tienen alegando un efecto llamada que podría no darse. En Ceuta están proyectando construir un centro ante el «colapso» de las instalaciones de La Esperanza. En Melilla, el CETI duplicó su capacidad y eso no ha generado tampoco un efecto llamada desde entonces El problema de los menores extranjeros no acompañados no es nuevo en esta ciudad. Llevamos años padeciéndolo, unas épocas con más debate que otras. Ahora la polémica está en pleno auge después de que la Universidad de Comillas haya elaborado un informe en el que habla de una mala situación de los menores. Esta crítica no es nueva, ya la hemos oído anteriormente a diferentes grupos políticos. Uno de los más críticos ha sido Podemos, en una reciente expedición formada por senadores y diputados, que pusieron el grito en el cielo por el hecho de que los menores inmigrantes estén acogidos en un antiguo fuerte militar, situado en la periferia, y en condiciones de hacinamiento. La Defensora del Pueblo, en su informe de 2016, también aludía a la capacidad «ampliamente sobrepasada» del centro de la Purísima, cuya «complicada situación» se ha visto agravada por la llegada de refugiados sirios que huyen de la guerra en su país.
Todos coinciden, incluso el propio consejero de Bienestar Social, en que son muchos los menores que viven en el principal centro de acogida de la ciudad, más de 350 en la actualidad, cuando su capacidad máxima es de unos 160. Es decir, que en la Purísima hay casi el doble de los menores que se pueden atender. El hacinamiento es real, y no puede ser permanente, porque el mucho esfuerzo que hace la Ciudad Autónoma se ve ensombrecido por los problemas que acarrea esa situación.
Es necesario hacer algo al respecto, sin esperar eternamente a la solución que el Gobierno de Melilla ansía en forma de reformas legales, la reacción de Marruecos o el traslado de menores a la península. Ninguna de esas tres opciones está dando resultado, a pesar de que el PP ha tenido en su mano la posibilidad de la reforma de la Ley del Menor con la mayoría absoluta de la legislatura anterior y no se ha hecho nada. Tampoco se está aprovechando la buena sintonía que existe entre España y Marruecos desde hace unos años para resolver el problema de los menores, porque el país vecino sigue mirando a otro lado a pesar de la colaboración que ha tenido en otros ámbitos. Y el traslado a la península que reclamó Imbroda en el discurso institucional del Día de Melilla tampoco ha dado resultado, aun habiendo transcurrido seis meses y estando el PP gobernando en varias comunidades autónomas del país.
Seguir con una postura inamovible a la espera a que algunas de esas tres soluciones dé resultados es un error, primero porque no se ve que Madrid o Marruecos vayan a dar un paso en ese sentido a corto plazo, y segundo porque el problema sigue estando en un centro de acogida hacinado, lo que da lugar a que continúen los problemas con un colectivo, el de menores solos, que debe tener una especial protección.
Por ello, el Gobierno de Melilla debería recapacitar su férrea postura de no abrir más centros o ampliar los que ya tienen alegando un efecto llamada que podría no darse. En Ceuta están proyectando construir un centro ante el «colapso» de las instalaciones de La Esperanza. En Melilla, el CETI duplicó su capacidad y eso no ha generado tampoco un efecto llamada desde entonces. Estos dos ejemplos deberían hacer reaccionar a la Ciudad Autónoma si no es capaz de exigir con firmeza a Madrid que se ponga manos a la obra en este asunto.

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