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Los recortes matan

El concepto de Derechos Humanos ha evolucionado desde el siglo XVIII hasta nuestros días en lo que se denominan «generaciones»; una primera generación de derechos civiles y políticos, una segunda, de derechos económicos, sociales y culturales, y una tercera, que proclama el derecho a la Justicia, la paz y la solidaridad.
La segunda generación se formuló entre los siglos XIX y XX, defendiendo el valor de la igualdad, con el fin de garantizar unas condiciones de vida dignas para todas las personas: derecho a la salud, a la educación, al trabajo o a una vivienda; derechos, todos ellos, que han de proporcionarse dignamente.
Todos estos derechos se encuentran expresamente recogidos en nuestra Constitución, pero las políticas gubernamentales de recortes en los presupuestos públicos para estos servicios están causando un grave daño a la población. Los recortes en el trabajo están causando hambre; en la educación, ignorancia; y en la salud, muerte.
Y muerte es lo que se está viviendo en el Hospital Comarcal de Melilla con los recortes en el sector de la Sanidad. Los melillenses vivimos entre sorprendidos y asustados por los casos de muertes ocurridos en nuestro hospital, y por todos los casos que, sin acabar en la muerte del paciente, acaban en graves daños para éste como consecuencia de la falta de medios.
Ha de recordarse que se inició en Melilla la construcción de un nuevo hospital, evidentemente porque las autoridades sanitarias consideraron las deficiencias del actual, y que hace siete años se detuvo su construcción nada más tomar posesión el actual Gobierno de España, encontrándose en la actualidad parada la obra sine die.
En una ciudad, en la que no se detiene la obra de un centro comercial por estar siendo investigado por los Tribunales penales, en un caso clamoroso de corrupción pública, resulta escandaloso que se pare la obra de un hospital público muy necesario, para dedicar su presupuesto a otros fines.
Resulta urgente y vital el reinicio de esta obra pública, como igual resulta urgente y vital acabar con el discurso de odio contra los marroquíes, a los que se culpa de todos los males de la ciudad, incluida la deficiente asistencia sanitaria.

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