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Comportamiento esquizofrénico, caso sin resolver

Uno de los síntomas más frecuentes y llamativos de la esquizofrenia es el de tener creencias falsas que son sostenidas firmemente y que son irreductibles a la lógica. Por ejemplo, creer que se puede ser comunista -todo es público, la empresa privada es casi inexistente, la libertad es una entelequia- en lo económico y ser, al mismo tiempo, liberal en lo político y en lo social. Eso es, como bien decía Mario Vargas Llosa, absolutamente imposible y el resultado de basarse en esa falsa creencia, sostenerla firmemente y despreciar la lógica, es el caos, la falta de libertad y su inevitable corolario, la pobreza o el desaprovechamiento, al menos parcial, de las grandes posibilidades de desarrollo que tanto Melilla como el resto de España tienen. Aseguraba Mario Varga Llosa hace unos días, durante una conferencia, que el liberalismo no es divisible, que no se puede ser liberal en lo económico y no serlo en lo político o en lo social. El gobierno local, melillense, de una manera muy clara, y también el gobierno español -al menos por ahora y mientras no se lleve a cabo esa España resultado de una nación de naciones, que propugna el actual líder del PSOE y que casi nadie entiende, incluidos muchos socialistas- viven en una auténtica esquizofrenia, muy acentuada en el caso del gobierno local.

Uno de los síntomas más frecuentes y llamativos de la esquizofrenia es el de tener creencias falsas que son sostenidas firmemente y que son irreductibles a la lógica. Por ejemplo, creer que se puede ser comunista -todo es público, la empresa privada es casi inexistente, la libertad es una entelequia- en lo económico y ser, al mismo tiempo, liberal en lo político y en lo social. Eso es, como bien decía Mario Vargas Llosa, absolutamente imposible y el resultado de basarse en esa falsa creencia, sostenerla firmemente y despreciar la lógica, es el caos, la falta de libertad y su inevitable corolario, la pobreza o el desaprovechamiento, al menos parcial, de las grandes posibilidades de desarrollo que tanto Melilla como el resto de España tienen.

Que el desarrollo de Melilla va a venir de la mano, de la iniciativa, de los empleados públicos -que aquí son legión- es caer en la esquizofrenia, como lo es pensar que se van a poder superar los obstáculos que la mayoría de esos empleados públicos van a ir colocando para aburrir, desanimar, desalentar y, finalmente, rendir, a todo aquél que pueda tener una iniciativa o que intente cambiar algo (un pésimo uso de la UCO en Melilla ha contribuido también, y mucho, al desastre público actual). La economía melillense jamás podrá ser liberal, moderna, atractiva, beneficiosa para la mayoría de los melillenses, si no se cambian los principios sobre los que se asientan la sociedad y el gobierno locales. Y los principios no son etéreos, no flotan en el aire, sino que residen en las personas, en los ciudadanos, en primer lugar, y en los políticos a los que los ciudadanos elegimos, en segundo término. O se cambian los actuales principios que rigen la sociedad y la política melillense o jamás podremos salir de la crisis en la que nos encontramos y que, además, se irá agravando inexorablemente.
¿Se puede lograr un equilibrio estable (que no es un oxímoron), una estabilidad, sobre la base de un comportamiento esquizofrénico? En mi opinión, no, absolutamente no. El equilibrio se produce cuando las fuerzas que actúan sobre un determinado objeto se compensan, de manera que la suma total es cero. El equilibrio de los mercados se logra cuando existe armonía entre las variables del mercado, las de compra y venta, las de consumidores y vendedores, las de la oferta y la demanda, en suma. El equilibrio social y político se alcanza cuando se produce el famoso dicho anglosajón del "check and balance", o la compensación entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Si el peso de lo público anula el contrapeso de lo privado, no hay equilibrio. Si no hay equilibrio, no hay estabilidad. La estabilidad, la estabilidad política, por ejemplo, no es un fin en sí misma, sino un medio para lograr ciertos objetivos, pero la estabilidad es imposible si se sustenta en un comportamiento esquizofrénico, como es el caso de Melilla.
¿Podemos salir de esta situación? Podemos, claro, porque todo, al menos en teoría, es posible. Pero, dada la situación en la que Melilla se encuentra y las expectativas del futuro próximo, no tenemos demasiado tiempo para cambiar, para avanzar en la dirección del cambio, muy profundo, que necesitamos. La gran incógnita es de dónde va a surgir el impulso que conduzca a ese cambio. De los ciudadanos melillenses, habitualmente más pasivos que activos, es de donde debería provenir ese cambio, pero eso hoy es sólo un deseo que hay que articular y, para ello, no se me ocurre que pueda haber otro camino mejor y posible que un medio de comunicación como MELILLA HOY. Quizás por eso y porque muchos melillenses, políticos y no, han sido y son conscientes de que el cambio debe venir precedido de una apuesta firme de un medio de comunicación local, es por lo que, durante tantos años -y ahora también- hemos sufrido tantos ataques, tantos boicots (expresos u ocultados) desde tantos frentes empeñados en que nada cambie. Por eso vuelvo a hacer un llamamiento a los melillenses para que, en la medida de sus posibilidades, apoyen la fortaleza de MELILLA HOY y participen en la consolidación de esa fortaleza.

Posdata. Hace ya mucho tiempo, por desgracia, quemaron el coche de mi mujer en la puerta de mi casa, tras haberme amenazado previamente de que lo harían y de burlar la vigilancia policial montada. Nadie que conozca el caso, Policía incluida, pensó que el atentado era una gamberrada o una venganza personal rastrera y aislada. La fiscalía no hizo intento alguno de investigar, sino todo lo contrario. La Policía me aseguró que había investigado mucho pero que no tenía pruebas suficientes para culpar a alguien, a los que realizaron la quema, y menos a los que les instigaron o forzaron a hacerlo. Incluso me aseguró, la Policía, que un testigo que tenían se negaba a declarar por temor a perder la vida. Ha pasado mucho tiempo de todo eso, pero no puedo, ni debo, olvidarlo, como no olvido, ni olvidaré, las calumnias y las falsas denuncias que se me, y nos, han hecho. De vez en cuando recibo nuevos datos sobre el caso quema del coche, que jamás daré por muerto, y, en ese sentido, hago un llamamiento al nuevo jefe superior de Policía de Melilla para que se informe y vuelva sobre el caso, todavía irresoluto. Y me permito aconsejarle que pida ayuda a una persona, a un policía tan valioso y buen conocedor de Melilla, como Florentino Villabona, al que espero, y deseo, ver pronto por aquí.

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