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El Torreón del Vigía

REDMADRE

Ángel Gil

Había amanecido con niebla. Era de esos días en los que el sol parece blanquecino y cuando miras a la gente de frente se desdibuja casi su rostro para pasar a ser esa silueta gris, anónima, que guarda dentro historias perdidas. Aquella tarde de Enero, Laura tenía muchos miedos. En el bus hay silencio, solo interrumpido por unos estudiantes o por aquellas amigas que han quedado para tomar un café y se cuentan su última temporada. Unos ojean titulares de prensa mientras otras vuelcan sus ojos en un libro. Laura tiene hora en el médico, pero va sola.
Cuando pidió a Sergio que le acompañase, él le puso escusas por trabajo o por distancia y ella quiso entenderle y hasta justificarle. Sus pasos suenan por la acera y hasta pisa, sin querer, un pequeño charco. Al llegar al portal observa que no funciona el ascensor y Laura sube los dieciséis peldaños hasta la primera planta. Ya dentro, la sala de espera tiene un amplio mirador que da a una calle peatonal desde donde se ve a un padre que lleva a su hijo de la mano y más lejos, entre unos ficus, comienza a llenarse una cafetería. Llaman y pasa a la consulta, Laura espera resultados. El Dr. Ibáñez la saluda y mientras se acomoda en su sillón su cara se torna sonriente y le da la buena nueva, va a ser madre. Laura, entonces, expresa en su rostro admiración, sorpresa pero también dudas. Aunque ella es consciente de la soledad del momento sus palabras defienden a quien es su novio. Ya en la calle llama apresurada al móvil de Sergio, una, dos y hasta tres llamadas. No es normal en él, piensa ella, cuando antes no paraban de llamarse o usaban el whatsapp hasta altas horas de la madrugada. Decide entonces ir a su trabajo y allí le informan que hacía tres horas que salió. Laura encamina sus pasos hasta el domicilio de Sergio, es una calle con una leve inclinación en sus primeros números y en la siguiente manzana está su portal, le ve salir y entonces le llama. Sergio se queda paralizado y aguarda el beso de Laura. Ella le nota raro, acababa de mirar su reloj y le dice: ¡vamos a ser padres!
Sergio con cara seria, solo le contesta y ¿cómo es eso?. Debemos hablar, dice ella, mientras cruzan a un café. Sentados, Sergio plantea problemas económicos para no tener al bebe e incluso le dice a Laura que se vaya a Málaga para interrumpir el embarazo. En ese momento, ella llora y él le dice que en peor momento no ha podido llegar la noticia. Laura se levanta y le dice adiós. No te vayas y menos enfadada, ha sido un error, pero los médicos nos quitaran el problema. Ya no te necesito Sergio, sabré luchar por él y por mí.

Cuando dobla la esquina a Laura le viene todos los recuerdos de los más de dos años que ha compartido con quien creyó la amaba e incluso le decía que construirían un futuro juntos, formando una familia. Todo se ha derrumbado en el alma de Laura, sin parientes, Sergio era lo único que le quedaba pero él al enterarse de su embarazo se desentendió. Vagando por las calles frías de Enero Laura vio en un balcón el cartel de REDMADRE. Ahí pensó, mañana subiré y contaré lo que me pasa. Al día siguiente ante la trabajadora social de la Asociación lloró pero solo pidió que quería tener a su hijo. Desde el momento en que se dio de alta de usuaria, todo en REDMADRE Melilla se activó para ayudar a los dos y hoy Laura es una feliz mamá, como tantas otras de familia monoparental. Gracias a la labor de quienes componen la Asociación REDMADRE Melilla, a Carmen Martínez, su presidenta, y a su equipo, Mª Loli Mora, Antonio Aragón, Lely Muñoz y a Guadalupe Aranda. ¡Hacen falta voluntarios!, esas manos para que se siga cumpliendo el lema "nunca estarás sola".
¡Enhorabuena!.

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