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Buenos días

Sor Mercedes

Hace unos días murió en Granada. Hoy la recordamos en una entrevista que le hice cuando estaba en Melilla.
— ¿Es eso la caridad, hermana? ¿Nombrarse en los demás?
—Algo de eso tiene. Aunque la caridad son tantas cosas que con una sola se puede definir: Amor a Dios.
—Y al hombre, ¿qué?
—El hombre, como tal, existe porque exis¬te Dios. Amar a Dios ya lleva implícito el amor al hombre.
—¿Por qué se le da caridad sólo a los pobres?
—No sólo a los pobres se les da caridad. Lo que ocurre es que el pobre es más apa¬rente. Se ve más. Se nota más. Pero también a los ricos se les da caridad. No sólo es caridad un trozo de pan, sino también un trozo de palabra amable, también lo es.
—Eso suena a poesía. ¿Es poesía la cari¬dad o es usted poeta?
—Vivir es ya un hermoso poema. Algo tiene el hombre o la mujer que se entrega a un ideal. Algo de poeta tiene el que quiere amar al mismo amor. Tú eres también poesía al descubrir o creer ver una frase poética.
— ¿Monja por vocación?
— Por vocación.
— ¿Qué es la vocación?
—Una buena palabra para definir la liber¬tad.
—La libertad que Vd. refiere, ¿qué es? ¿Una educación o un estado natural?
—Una educación. La libertad es razón, co¬nocimiento, valoración. La libertad no es un hecho fortuito que surge como una luz en la oscuridad. Tal vez así surgía, pero esa luz es resultado de unos comportamientos ante¬riores que la proponen y predisponen a lucir en un momento determinado. La libertad es educación. No hay otra.
—Pero, no podemos defender una teoría que tal vez creamos educación y perdemos en negociaciones comunes por una idea autó¬crata pero protegida.
—Eso no es educación. Eso es política.
— ¿Y la política no es una forma de edu¬cación?
—No. De la educación nace una rama que es la política. Un pueblo educado hace polí¬tica. Un 'pueblo ineducado hace rebaño y autocracia.
— ¿Vd. qué habla, el idioma del cielo o el dialecto de la tierra?
—Yo hablo un castellano medio andaluz, que me va muy bien para entenderme con los demás. Aunque a veces las criaturas nos entendemos mejor sin palabras y sí con hechos.
— ¿Es usted buena?
—Soy del montón. Sencilla, trabajadora, honrada y un poquito guasona.

  • – ¿Cree Vd. en la liberación de la mujer?

— ¿Y a las monjas cuando las liberamos? Es broma. Creo en la mujer como pieza importante de la familia social. Creo en ella, porque ella es madre con todo el proceso que lleva el serlo; es enfermera, es estudian-te, es compañera, es todo lo que comple¬menta al hombre. Lo que si debe tener en cuenta la mujer, qué es todo esto, y saber qué clase de liberación pide. Que no se deje influenciar por corrientes que le ofrecen un diez por ciento de lo que en realidad ella vale. Que antes de pedir liberación, medite, piense y valore su auténtica razón de ser y con arreglo a esas conclusiones exija una libertad. Porque la libertad, no es igual para todos.
— ¿Qué opina del aborto?
—Que es resultado de la irresponsabilidad de la mujer. Porque ella ha concebido antes que al hijo, su imposibilidad de ser ella misma. Esa es una de las causas del aborto. De¬bía de existir dentro del Gobierno un minis¬terio llevado por mujeres que atendieran es¬tudiaran y protegieran dignamente todo este mundo desquiciado del aborto que pone a la mujer como víctima propiciatoria de la muer¬te. Un aborto es un riesgo que corre la mu¬jer, y siempre es un crimen que aunque no esté castigado por ninguna ley, no cabe la menor duda que merma interiormente su dig¬nidad y su libertad humana, porque ataca di¬rectamente su conciencia. Un ministerio de la mujer. Eso hace falta urgentemente en Es¬paña y en todos los países que tienen estos problemas sociales y humanos. En lugar de abortar una criatura inocente, debemos abor¬tar la incomprensión, la injusticia y el desco¬nocimiento, factores que engendran el miedo y este hace que algunas mujeres actúen sin saber lo que hacen.
¿Violencia de género?…La misma palabra lo dice: Violencia. Y violencia es todo aquello que la crea y la ejercita. Hay que reflexionar mucho sobre este tema.
—Si usted fuera cura le preguntaría, con quién está la Iglesia, si con los ricos o con los pobres, pero como es usted una mon¬ja le pregunto: ¿cómo imagina a Dios?
—Dios es eso, la capacidad que tengo de imaginación. Dios son muchas cosas. A me¬dida que el ser humano anda por él mundo, va viendo a Dios de distintas formas, aunque todas se pertenezcan a una sola visión. La de ser. Cuando yo me hice monja, tenía una visión de Dios con arreglo a una edad de blanco y rosa. Después he ido viendo a Dios en los hospitales, en la cara de un soldado herido o enfermo, con esa inocencia de los veinte años, pero que sin saber explicarse tenía dolor. Después he ido viendo a Dios en una casa pobre, pero con la frente alta que han enrojecido al coger una ayuda. He visto a Dios en niños de miradas ausentes más allá de la miseria que estaban pasando; he visto a Dios en las manos de una mujer rica que ha venido y me ha dicho casi implo¬rándome: ¡Por favor, tome esto y hágalo vida! Y los billetes que me daba, en realidad, iban a convertirse en vida, porque iban a dar ga¬nas de vivir a otros seres humanos. He visto a Dios también en mi soledad cuando como mujer me he preguntado muchas veces, ¿qué hago? Si lo que hago es o no es, porque me he acordado del infinito dolor y trabajo de las madres y la alta responsabilidad de las esposas. He visto a Dios en esas parejas de novios que han venido a esta pequeña igle¬sia y querían con todas sus ilusiones unirse ante esa lucha difícil de la vida. He visto a Dios, en la televisión, en los aviones, en los antibióticos, en las cosas inimaginables que el hombre hace para ser cada día más enten¬dido, más ampliado. He visto a Dios andando por la vida, porque Dios está ahí, en los de¬más. Y en los demás debemos verlo.
—Usted sí ha visto a Dios, hermana, y es probable que ahora lo haya conocido.

Sor… y de nombre, usted sí quiere. Y aun¬que no quiera, también. Porque ella así se lo había propuesto. Por vocación y por ejemplo. Día a día. Rato a rato, estaba cosida a la gente. Unida a ella. Era como un trozo de nosotros mismos que andaba por ahí haciendo cosas que tal vez nosotros no sabíamos o no podíamos. Dejo de ser ella, para ampliarnos en ese trozo que nos falta a menudo, anula¬do por el interés, los deberes, la falta de tiem¬po, las preocupaciones… Ella estaba ahí, demostrando, que también la especie humana es capaz de negarse por hallarse en los demás. Nuestra vida con ella estaba más completa.

Siempre la recordaremos como algo propio. Querido e inolvidable.

Buenos días Sor Mercedes

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