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“El modelo sanitario mixto, contando con la iniciativa privada, solo reporta ventajas”

Jesús Acedo Sánchez, Oncólogo en el Hospital Comarcal

Jesús Domingo Acedo Sánchez, de 38 años y natural de Madrid, aunque criado en la jienense localidad de Alcalá la Real, desempeña desde hace más de un año el puesto de oncólogo en el Hospital Comarcal de Melilla. Jesús, que estudió en la Universidad Autónoma de Madrid y, tras un “excepcional” examen MIR, pudo realizar su residencia de 4 años en el Hospital de La Paz (también en Madrid), habla cuatro idiomas y trabajó en Alemania y Suiza antes de acabar recalando en el Hospital Comarcal de Melilla. Jesús nos ofrece en esta entrevista una muestra aséptica y precisa de su visión, tanto del sistema sanitario melillense, con sus luces y sus sombras, como de su experiencia en la ciudad, la cual considera “peculiar” y cuyas características únicas le han brindado la posibilidad de crecer como médico en un ambiente exigente y estresante, en el que las condiciones de trabajo pueden llegar a ser muy duras. Nacido en Madrid pero criado en Alcalá la Real (Jaén), Jesús Domingo Acedo Sánchez, oncólogo de 38 años que en Julio cumplió su primer año prestando servicio en el Hospital Comarcal, nos ofrece en esta entrevista una muestra aséptica y precisa de su visión personal tanto del sistema sanitario local, con sus luces y sombras, como de su experiencia en la ciudad.

Después de cursar estudios de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, Jesús, tras un “gran examen” MIR, realizó su residencia de cuatro años en el servicio de Oncología del también madrileño Hospital de la Paz, donde recibió “una formación excepcional” tuvo la oportunidad de codearse con grandes profesionales que marcaron su manera de ver la profesión.

Tras terminar el período de residencia, su profesión le condujo por diferentes puntos del territorio nacional pero la llegada de la crisis le empujó a tomar una decisión: emigrar. Jesús pasó más de un año estudiando idiomas y emprendió un viaje, que a priori podría parecer sólo de ida, hacia Alemania, país en el cual pasó nueve meses (seis trabajando como residente) y donde chocó de frente con uno de los problemas más recurrentes de la formación universitaria española: las homologaciones curriculares. Al no estar reconocida como homologada la especialidad de oncología de España, al parecer por un problema de traducción, su contrato en Alemania no pudo ser renovado y, lejos de plantearse volver, decidió emigrar de nuevo, esta vez a Suiza, donde permaneció dos años trabajando como residente y donde los problemas de homologación continuaron persiguiéndole, por lo que tuvo que acabar por desempeñarse como residente de rehabilitación en Davos. Esta experiencia le aportó mucho en “el enfoque” que tiene de su profesión. Jesús quiso recordar, en lo referente a su formación, la visión que le inculcaron en el Hospital de La Paz, donde “dejaban claro que los oncólogos somos especialistas en pacientes con cáncer, no especialistas en cáncer” dado que “el especialista en cáncer es un biólogo que está en un laboratorio” , mientras que los oncólogos “tienen que hacer frente a muchos condicionantes”.

Finalmente, cediendo, en cierto modo, a presiones familiares, y dejando atrás “un gran proyecto de vida que había iniciado”, Jesús decidió volver a España, concretamente al Hospital Comarcal de Melilla, donde desde hace un año ocupa un presumiblemente anhelado puesto como oncólogo.

P- ¿Qué es lo que más le gusta de Melilla, como ciudad?
R- La playa, la comida… hay muy buena relación calidad/precio. Y también he tenido la oportunidad de conocer a gente muy interesante.

P- ¿Cómo fue su experiencia al llegar al Hospital Comarcal de Melilla?
R- Dentro de que, razonablemente, no tiene nada que ver el modo de trabajar de aquí con el de allí (Suiza), he querido ser muy respetuoso y serio con el trabajo y, aunque siempre hay cosas mejorables y motivos para el descontento -eso es inevitable en cualquier sistema- creo que en este lugar es muy importante tratar las cosas en una escala de grises, no en términos absolutos de blanco y negro. Melilla es un lugar muy peculiar, y la gran afluencia de extranjeros que vienen directamente al hospital, genera situaciones que son únicas de este lugar.

P- ¿Por qué cree que vienen tantos extranjeros al Hospital?
R- Yo creo que es totalmente comprensible. No sólo es cuestión de dinero, no se trata únicamente de que aquí haya una asistencia gratuita… hay muchos marroquíes con dinero que vienen aquí, no por la gratuidad de la atención, sino por la calidad de la atención. No confían en sus servicios sanitarios, pero sí en los nuestros, y esa es una de las razones por las que vienen. Si la salud de mi familia estuviera en juego, también querría recibir una atención sanitaria de estándares europeos.

P- Con respecto a los problemas que produce la situación de agravio comparativo, en lo que se refiere al paso de enfermos desde Marruecos, ¿Qué opinión tiene usted?
R- Ese agravio comparativo existe y es enorme. Pero uno ha de ser muy consciente de lo que hay aquí y lo que hay allí… Recuerdo un caso de una persona, en Saidia, que tuvo un accidente cerebrovascular y tardó 12 horas en conseguir llegar a Melilla. El sistema marroquí es el que es, y los médicos podemos opinar, pero no podemos hacer mucho más, cambiar este tipo de cosas está en manos de otras personas.

P- ¿Qué es lo que más le impresionó, como madrileño, de la Ciudad de Melilla?
R- El paso de la frontera, es bastante impactante. Aunque lo primero fue bajar y ver tantos velos, por todas partes.

P- ¿Quizás fue el choque con la cultura musulmana?
R- No. No creo que deba llamarse choque… Hay muchos prejuicios y, aunque es verdad que hay muchas cosas que son distintas en la manera de relacionarse -sin ir más lejos, tuve un problema grave en planta con unas personas, que llegaron a encararse conmigo, pero a los cinco minutos ya se había disipado la tensión y estaban disculpándose y dándome dos besos-, si las ves con un sentimiento de simpatía es fácil acostumbrarse.

P- ¿Cuántas veces ha tenido que hacer frente a situaciones conflictivas?
R- Sólo un par. Que conste que jamás justificaría presiones o malos tratos a los profesionales, pero creo que hay que entender que en nuestra profesión nos cruzamos con personas que están en situaciones de mucho estrés.

P- Hablando del estrés, ¿Cómo se afronta la labor, a veces triste, del oncólogo?
R- Siendo oncólogo se dan situaciones que, sin ser necesariamente violentas, son muy duras. En mi profesión se ve morir a mucha gente, y yo quiero ser amigo de mis pacientes… anualmente se me mueren más de 100 amigos, y eso es algo que, aun poniendo las barreras psicológicas adecuada, te va minando. Hay días que llego de trabajar, quizás sin haber hecho mucho, y estoy totalmente agotado… Aunque con los años lo vas gestionando mejor, se genera un desgaste, y ese desgaste es algo que el sistema sanitario no sabe contrarrestar. En Francia, por ejemplo, los oncólogos tenemos 2 meses anuales de vacaciones.

P- Vacaciones, apoyo psicológico, retribución especial… Hace poco Jesús Delgado pedía en este mismo periódico que se dotase a los médicos con un complemento salarial por tratarse Melilla de un destino de “muy difícil desempeño”. ¿Qué opinión le merece esta idea?
R- Yo tengo claro que aquí hay muchos problemas que solucionar, y la solución pasa por traer más médicos, con la máxima formación posible, y, aunque tenemos el complemento de residencia, no es suficiente. Yo, siendo soltero, voy bien, pero para un médico con familia, que quisiese hacer viajes regulares a la península y que tuviera que hacer frente a los alquileres de Melilla, la retribución no sería suficiente. Es la ruina. No hay un aliciente económico suficiente para que vengan médicos y, sin embargo, se nos necesita. Dada esta necesidad, se podrían plantear fórmulas para atraer médicos… pero más allá del punto de vista económico, está también el problema de la distancia y el aislamiento: un temporal de levante te deja encerrado en la ciudad, y no hay opciones ni flexibilidad de transporte suficientes.

P- Y con respecto al trabajo diario, ¿Cuáles son os mayores inconvenientes que ha de afrontar?
R- El idioma. Los problemas de comunicación son tremendos, yo puedo saber algo de francés, pero nadie me ha enseñado tamazight y tenemos muchos pacientes con los que encontramos unos problemas tremendos a la hora de comunicarnos. Otro de los problemas es el descontrol. En otros sitios, la gente viene con sus medicinas, sus recetas y sus historias clínicas ordenadas y al día, y aquí es todo lo contrario… Todo ello genera una carga muy grande de trabajo y un desgaste mucho mayor.

P- ¿Cuál es su postura acerca de la posibilidad de paliar la carga que recibe el Hospital invirtiendo en la promoción de infraestructuras de sanidad privada?
R- Yo creo en la actividad privada. Hay varios modelos, o bien usted paga, o bien su compañía paga o bien la administración asume parte del pago que usted ha de realizar. ¿Por qué no fomentar una actividad que, siendo lícita, mejoraría la vida de muchas personas? Está claro que lo público, pese a ser eficiente, es menos espectacular que los privado… Y estoy seguro de que muchas de las personas que vienen a la ciudad en busca de atención médica no dudarían en pagar lo que hiciera falta si hubiera opción. En el Rif hay gente con mucho dinero, y a mi me gustaría que se abriese.

P- ¿Qué opinión le parecería la propuesta de utilizar las infraestructuras del Hospital comarcal para alojar un hospital privado cuando se produzca la “mudanza” al nuevo hospital en construcción?
R- Yo lo entiendo, me parecería bien. Además, nosotros aquí tenemos dos grandes carencias: una de ellas es la falta de radioterapia. La radioterapia es una empresa muy difícil de organizar y ya se han dado casos en los que no se ha podido trasladar a un paciente para recibir radio, generándose situaciones desesperadas. Otro de los problemas es el espacio. Si yo fuera paciente y tuviera que pasar por ciertas cosas, no me gustaría hacerlo delante de todo el mundo… Hay un falta de intimidad. Los centros privados podrían paliar estas carencias.

La incorporación de la iniciativa privada supondría mejorar la asistencia tanto para el que pague -ofreciendo un trato especial- como para el que no pague – aliviando la saturación del sistema público.

P- Para ir terminando, ¿qué es para usted lo mejor y lo peor del sistema sanitario local?
R- Lo mejor es fácil… sinceramente, los profesionales, que cumplen incluso pese a todas las carencias que podamos tener. La gente está motivada y hay un afán por el buen hacer. Lo peor… esta pregunta es más complicada. Creo que es el hecho de que, por la situación demográfica, los profesionales se quemen con mucha facilidad. Las altas cargas de “burnout” (síndrome del trabajador quemado) son, sin duda, lo peor del sistema sanitario local.

Una vez finalizada la entrevista, nos despedimos, no sin que Jesús me insista en que transmitamos sus más sinceras felicitaciones a todos los melillenses, a nuestras instituciones y a nuestros representantes, con motivo de los 520 años de historia que celebramos el día de hoy.

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Fernando Lamas Moreno

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