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El rincón de Aranda

Más de lo mismo

Y a mí que me hacía un poco de tilín el nuevo “Partido del Pueblo”, creyendo yo que podían con todo, y mire usted por donde, la dirigente de esa agrupación en nuestra ciudad, como se suele decir de un abrupto desengaño, me ha echado “sal en la mollera”. Ella dice que el Día de Melilla no representa la españolidad de la ciudadanía; y que ser españoles es mucho más que hablar de conquistas y guerras. También critica cuando el Gobierno de la Ciudad contraviene la Ley de la Memoria Histórica, al negarse retirar los monumentos franquistas, como es el del dictador a la entrada del Puerto. Bueno, pues en eso sí que le doy la razón, porque ya huele a desobediencia, por parte del PP local, en no aplicar las leyes; porque fíjense el “líoliao”, que hay en Cataluña, por haberse pasado por el “arco del triunfo” las leyes del Estado. Pero referente a nuestra Historia yo, si me lo permite, le aconsejo que se siente con el otro dirigente de la oposición, se hagan de algunos libros de Historia y comprueben entre ambos, que no son 160 años que Melilla es España, sino los 520 que el domingo hemos conmemorado. Porque si es como él dice, habría que leer varios textos de los distintos Tratados Internacionales habidos entre España y Marruecos, pero jamás sobre la españolidad del 17.09.1497. Este dirigente insta: o sea que urge, pide, apremia, pretende, ruega, insiste y reclama, a los dirigentes del Gobierno local que sean “respetuosos, sensatos y rigurosos con la historia”. Yo, la verdad es que creo que nuestra Historia, con mayúsculas, está bien definida en las conmemoraciones que se llevan a cabo cada año. También pienso que hay españoles, compatriotas, que son tan mal pensados, que creen que lo que desean estos señores es que echemos abajo a Estopiñán, al que él llama “El Pirata”, y en su lugar coloquemos a Mulay Mohamed Ben Abdal-Lah, el del famoso Sitio (1774-1775), junto a su “Palmito Enano”, como el que existía entre el Cerro Cónico, el río de Oro y Farhana. Curiosamente se comentaba que todos los días venía a éste sitio el Emperador a examinar los adelantos del asedio a la Plaza, asedio que al final tuvo que levantar y pirarse porque no tuvo cojones de asaltarrla. Y si nos adentramos ya en el siglo XX, también quitaríamos al “Soldado de la Plaza de España” que mira al Gurugú, que tantísimas guardias lleva haciendo el pobre. Y ya puestos, en su lugar colocamos a Abdelkrím con su chilaba parda, en recuerdo de las matanzas de soldados desarmados, heridos y depauperados de Arruit, Zeluán, Nador, Igueriben, Annual, etc.. Y a los Héroes y Mártires que se hallan bajo el suelo de la Iglesia del Pueblo y aledaños, como en La Purísima, que con sus vidas lograron que nuestra ciudad siga siendo España, les entregamos unos pañuelitos para que enjuguen sus lágrimas por la pena; y “El muerto al hoyo, y el vivo al bollo”, y “¡Viva la Pepa!”, qué coño.

Valle Inclán decía que en España hay siete clases de españoles: los que no saben, los que no quieren saber, los que odian el saber, los que aparentan que saben (que hay la tira de ellos), los que triunfan sin saber, los que sufren por no saber, y los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos se llaman a sí mismo “políticos”, y a veces hasta “intelectuales”. Elijan ustedes donde encuadraríamos a estos grandes patriotas.

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