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Carta del Editor

España: el país más fuerte del mundo

Cataluña intentó separarse de España (independizarse, según la denominación oficial separatista) en cuatro ocasiones en los últimos cuatrocientos años. ¿Cómo hemos llegado a este quinto intento? Hay miles de explicaciones, de todo tipo, pero hay una causa que explica todas las demás causas y sus terribles efectos: la transferencia sin control de la Educación a la Autonomía catalana. Cataluña intentó separarse de España (independizarse, según la denominación oficial separatista) en cuatro ocasiones en los últimos cuatrocientos años. La primera en 1640, cuando construyeron una república tutelada por el rey de Francia, fue (como las demás) "una experiencia corta y desastrosa", que terminó con el pase a Francia del Rosellón, el Conflet y parte de la Cerdaña. La segunda en 1873, con el cantonalismo y la proclamación por Baldomer Lostau del Estat Català, de cortísima duración. La tercera en 1931, con la proclamación de la Segunda República Española y la República Catalana de Lluis Compayns y Francesc Macià; la española abortó rápidamente la catalana. La cuarta en 1934, Compayns volvió a intentarlo, proclamó el Estat Català y duró una pocas horas.
¿Cómo hemos llegado a este quinto intento? Hay miles de explicaciones, de todo tipo, pero hay una causa que explica todas las demás causas y sus terribles efectos: la transferencia sin control de la Educación a la Autonomía catalana, que ha llevado a un largo proceso de cuarenta años de adoctrinamiento separatista. Hay, por supuesto, más causas y muchas más explicaciones (acción de los antiespañolistas versus inacción de los españolistas, gobiernos incluidos, por ejemplo), pero esa transferencia sin control de la Educación es la madre de todas las causas, que nos lleva, además, a una conclusión: solucionar el problema, si se soluciona, llevará bastantes años.
¿Cómo no llegaremos a una solución para evitar la ruptura de España? Atendiendo a los que defienden la, en mi opinión, estúpida o traidora propuesta del diálogo como remedio. El imposible diálogo, para salvar a España, con aquellos cuyo único objetivo es destruirla. El diálogo como idea de los que no tienen ideas o con los que, como es el caso de los comunistas y antisistemas (con el repugnante Pablo Iglesias al frente), tienen muy clara su idea de destruir España, el sistema capitalista, la democracia liberal y alcanzar, por la fuerza, el poder absoluto, empobrecedor, estalinista, venezolano, norcoreano.

Dijo, según parece, Otto von Bismark: "Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido". Apócrifa o no, la frase es de una extraordinaria clarividencia. A ella habremos de recurrir a partir de hoy, domingo de ilegal referéndum, me temo.

William Shakespeare, en1595, escribió una de sus grandes comedias, el Sueño de una noche de verano, ambientada en la gloriosa Atenas. Es bueno soñar, es positivo, en general, lo onírico, las imágenes que se imaginan mientras se duerme y que tienen, como en El sueño de una noche de verano, un final feliz. Me gustaría soñar con que Bismark, o quien fuera el que pronunciara e hiciera famosa esa frase, tuviera razón y que esos trasnochados, antediluvianos separatistas antisistemas y racistas (que Puigdemonnt o Junqueras se consideren miembros destacados de una raza superior mueve a risa, cuando no a absoluto desprecio) fracasaran en sus intentos y recibieran el castigo correspondiente, tras su nuevo intento, uno más, todos fracasados, de destruir ese "país más fuerte del mundo" que es España.

Efectivamente, los españoles asistimos atónitos a la temeridad separatista. Atónitos, asqueados, insultados, aburridos, indignados con la actitud de ciertas televisiones, empobrecidos (Cataluña ya está considerada como un factor de riesgo para la economía), avergonzados por (como dice el socialista Borrell) la manipulación de niños por parte de los independentistas.

Es difícil aventurar lo que puede ocurrir hoy, 1 de octubre, en Cataluña, pero sí parece claro que algunos (aunque sólo sean Puigdemont y Junqueras en sus casas) votarán, votarán sí, obviamente, de manera que el sí ganará, porque los catalanes no nacionalistas, abandonados por los gobiernos españoles, desmovilizados, atemorizados, se han visto "obligados a refugiarse en la espiral del silencio". Y lo esperable es que cuarenta y ocho horas después, los dirigentes de la Generalidad proclamen o intenten proclamar la separación de Cataluña de España y la creación de la República Catalana, si antes no se aplica lo que en mi opinión se debería de haber hecho mucho antes: el artículo 155 de la Constitución, el encarcelamiento de los líderes de la secesión y su suspensión de los cargos que ostentan en la Autonomía rebelada.

Sin duda el tema estrella, desgraciadamente estrella, de este fin de semana, es el de Cataluña, pero no quiero dejar de volver la mirada a nuestra atribulada Melilla e insisto en la absoluta necesidad de cambio que tiene nuestra ciudad, un cambio profundo que no puede esperar a después de las elecciones locales de mayo de 2019, porque aquí también estamos jugando con fuego y los cambios no se pueden dilatar hasta entonces, ni nuestra economía local puede permanecer en el estado comatoso en el que está. La externalización de servicios públicos (si no nos atrevemos a utilizar su verdadero nombre, el de la privatización de servicios públicos caros e ineficientes, de los que aquí hay ejemplos mil) es urgente, es imprescindible, es inaplazable. Y los que piensan que dilatando los cambios se garantizan un buen resultado electoral creo que se equivocan, como la experiencia de los más de 32 años de vida de este periódico y los hechos acaecidos y por mí vividos/protagonizados me han demostrado.

Posdata.

Mi felicitación a Miguel Marín, que acaba de terminar la carrera de Derecho, en cuatro años y con una gran nota media de notable. Lo ha hecho, además, trabajando, lo que multiplica su mérito y su logro, que debería acallar a sus detractores, a los que le achacaban falta de curriculum universitario.

Mi agradecimiento al presidente de la Academia de Medicina de Andalucía, Antonio Campos Muñoz, con el que, con motivo de la visita de presidentes de los Colegios Médicos de Andalucía y Ceuta organizada por el presidente del Colegio de Melilla, Jesús Delgado, tuve el honor de compartir experiencias y vivencias, culturales, sobre todo. Me recordó que Melilla tiene, entre otros, semiolvidado a un gran melillense, el médico Fidel Pagés, que descubrió la anestesia epidural, un enorme logro para la humanidad entera que ha salvado muchas vidas y evitado muchos dolores. Recordarlo y honrarlo no sólo sería justo, sino también e incluso un atractivo de turismo de calidad, prácticamente inexistente en nuestra ciudad.

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