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Violencia intolerable en la frontera

No se puede aceptar la violencia provocada por algunos en la frontera hace dos días porque es una especie de chantaje intolerable que justifica aún más esos cierres, y que evidencia al mismo tiempo la falta de medios en nuestras fronteras, de la que se vienen quejando desde hace bastante los sindicatos policiales, y que es necesario solucionar cuanto antes Cualquiera que haya visto lo ocurrido en los pasos fronterizos de Melilla el pasado martes coincidirá en la misma conclusión: esas escenas de violencia y agresividad contra las puertas cerradas son intolerables y no tienen justificación en absoluto. Ni siquiera se puede argumentar, como algunos trataban de hacer en las redes sociales, que esas patadas, porrazos y lanzamientos de piedras y objetos para intentar abrir la verja a la fuerza son producto de la indignación por los ya famosos cierres técnicos que se deben llevar a cabo por razones de seguridad cuando hay aglomeraciones. No. Porque si bien es lógico que los usuarios de la frontera estén hartos de sufrir interrupciones en el tránsito y una incertidumbre cada vez que necesitan cruzar de un lado a otro, toda la razón se pierde de forma irremediable si se recurre a la violencia, al desorden, al «caos» intencionado, como apuntaba ese mismo martes por la tarde la Delegación del Gobierno.
La institución que dirige Abdelmalik El Barkani aseguraba que se había producido un «boicot» y señalaba como responsables del «caos extremo» provocado en la frontera a «algunos porteadores y activistas contrarios a las medidas adoptadas por la Delegación del Gobierno para reordenar el llamado comercio atípico entre Melilla y Marruecos».
Bien es cierto que este tipo de comercio es una actividad económica importante en nuestra ciudad, donde un buen número de familias viven de estos negocios y las arcas públicas logran una considerable parte de sus ingresos en impuesto de este comercio transfronterizo. También es vital para cientos de personas al otro lado, en Marruecos, porque pasar los bultos y vender las mercancías españolas es el sustento de sus familias. Pero hay que tener muy claro que esta actividad económica no puede representar un peligro, como ocurre desde hace unos meses, y así se ha visto con la muerte de porteadores en Ceuta, y también en Melilla. Y la culpa no se puede achacar a que los pasos fronterizos no dan más de sí, sino a un crecimiento que es imposible de absorber por muchos medios que se habiliten, y que está estrangulando los intereses legítimos de otros usuarios de la frontera que también mantienen esas instalaciones con sus impuestos y que nada tienen que ver con el comercio atípico. Tal y como ha crecido el comercio atípico, que se ha quintuplicado en cuestión de pocos años, es más que probable que tampoco se pudiera abarcar en su totalidad sin incidencias abriendo un solo paso específico para esta actividad, como afirman los defensores de no poner cortapisas a su aumento incontrolado.
No se puede aceptar la violencia provocada por algunos en la frontera hace dos días porque es una especie de chantaje intolerable que justifica aún más esos cierres, y que evidencia al mismo tiempo la falta de medios en nuestras fronteras, de la que se vienen quejando desde hace bastante los sindicatos policiales, y que es necesario solucionar cuanto antes. ¿Se imaginan lo que podría haber supuesto para Melilla que quienes arremetieron con agresividad contra las puertas y los agentes hubieran podido entrar en esas condiciones en nuestra ciudad? Son unos pocos, es verdad, pero suficientes para provocar escenas de miedo y caos en una infraestructura de seguridad que no se pueden justificar ni repetir.

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