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Atril Ciudadano

Toñín y Maruchi. Una gran historia de Amor En sus Bodas de Oro… ¡Muchas Felicidades!

En estos tiempos en los que vivimos hablar de historias de Amor, de las verdaderas, de aquellas que perduran en el tiempo a pesar de las adversidades, de esos obstáculos que la vida o más bien las circunstancias ponen en nuestro caminar diario, es casi como la frase tan conocida de “buscar una aguja en el pajar”.
Pero tenemos un caso muy especial y es el de dos personas que sin ser familia directa, de la que llaman “de sangre” entraron en mi vida hace ya más de cuatro décadas. Me refiero a Toñín y Maruchi. En la mayoría de mis recuerdos desde la infancia están ellos presentes. Por eso son tan importantes para mi.

El 25 de noviembre de 2017 es un día importante en sus vidas al cumplirse sus “Bodas de Oro”. Más de cincuenta años de esta maravillosa historia de AMOR, en mayúsculas.

Viajemos en el tiempo para situarnos en la Melilla de 1962, en uno de los barrios más antiguos, el Mantelete, tan cerca de la Ciudadela de la Rusadir fenicia. Un joven paseando de un lado a otro de una de sus calles a la espera de ver a aquella muchacha que le había “ robado el corazón”. Ella, que también había sido tocada “por las flechas de Cupido”, miraba tras los visillos del ventanal y le observaba. Por una parte deseosa de correr junto a él y poder pasear de su brazo por el cercano parque Hernández o la Avenida, pero por otra conteniéndose porque era como algo normal que las chicas hicieran esperar horas a los pretendientes.

Pero al final la insistencia de aquel guapo militar, hizo el efecto deseado y Antonio Sánchez, “Toñín”, logró que la mujer de sus sueños, María Antonia Cano, “Maruchi”, bajara de su inexpugnable castillo y comenzara una relación, una historia que perdura en el tiempo con la misma fuerza que hace ya más de medio siglo.
¡Que bonitos momentos los vividos en esa época! Tal vez recuerden aquel día paseando por el parque Hernández, como tantas otras parejas de enamorados. Al pasar junto a uno de los rosales Maruchi quedó prendada de una de aquellas flores y el intrépido novio, sin importarle nada ni nadie, ni tan siquiera el hecho de ir vestido de uniforme o los pinchos que recorren los tallos de esta bella planta. Las heridas se iban multiplicando en sus manos pero su afán por satisfacer el deseo de su novia era el bálsamo que le minimizaba el dolor, pero… es entonces cuando estando en plena faena de “jardinería” un guardia observa la escena se apresura para llamarles la atención. Nervios, prisas, carreras para huir de la autoridad y luego un portal que sirvió de escondite para los dos jóvenes. Seguro que más de una risa brotaría de sus gargantas, una vez a salvo y sin dudar que ¡con la rosa que Maruchi deseaba!.

Cinco años de noviazgo culminaron en una bonita ceremonia el 25 de noviembre de 1967 en la iglesia de la Purísima Concepción. Unos padrinos de excepción, Pepi Cano, hermana de la novia y Antonio Sánchez, tío del novio y persona muy especial para él. Las arras eran portadas por los guapísimos Ana y Juanma, los mismos que en sus Bodas de Oro han ejercido como padrinos.

Allí, frente a la Patrona, a Nuestra Señora de la Victoria se dieron el SI QUIERO. La Madre Celestial como testigo de tan bella muestra ha velado para que a pesar de todo, ellos continúen queriéndose como el primer día.

Pronto llegarían lo mejor de sus vidas, los hijos: Juana Gloria, Mª del Mar, Edi y Tono. ¡Qué decir de ellos! solo que “de tal palo tal astilla”. Los años transcurrieron y la familia se ampliaría con los nietos, para hacer las delicias de unos maravillosos abuelos.

El destino les jugó una mala pasada, un duro revés que dejó al dinámico y jovial Toñín sin apenas movilidad, en una silla de ruedas. Pero como en Fuenteovejuna: “Todos a una”, su querida Maruchi, sus hijos y demás familiares siempre pendientes de él porque merece todas las atenciones del mundo.

No he querido entrar en mis anécdotas personales, en mis vivencias junto a esta pareja y su familia, a la que considero mía porque ellos son los únicos y verdaderos protagonistas. Solo decirles que les quiero con locura. Que verlos es regresar a momentos maravillosos de mi vida, compartidos con mis progenitores, que hoy son mis Ángeles.

A mi Toñín que a pesar de las circunstancias adversas conserva esa elegancia innata y la simpatía que siempre le caracterizó. A mi Maruchi, a quien mi abuela llamaba “mi panadera” porque cuando compartimos vecindad en los pabellones militares de la calle Garcilaso de la Vega, ella siempre se ofrecía a comprarnos el pan, a esta gran mujer, luchadora incansable, esposa admirable y ser excepcional que eres muy especial para mi ¡ Y LO SABES!.

Necesitaría muchas palabras para poder expresar lo que siento, lo que sentimos, por vosotros. Por eso sirvan estas líneas de pequeño homenaje a dos grandes personas, que saben querer y que por suerte son queridas por muchos. Ejemplo para todos de amor, sacrificio, constancia, y de vida, de una existencia que llevan compartiendo desde aquel ya lejano 1967. ¡Muchas Felicidades! ¡Os queremos!

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