Me apena ver a eso seres, a los cuales la vida ha dado poder. En su mayoría deformados, por el exceso de placeres de mesa y cama, cuyo físico, suele perder su impronta juvenil, convirtiéndose en mascarones de barcos, sin otros rumbos, que sus propias apetencias surgidas de mentes atiborradas y espíritus enflaquecidos. Fantoches enmedallados, que alardean de silencios y gestos condescendientes y palabras comedidas. Ejemplarizantes, en la dadiva controlada por propias ventajas.
Me apenan, porque tuvieron y perdieron, Fueron y son en su mayoría, malos jugadores, en esa partida que llamamos vida, a pesar de tener muchos triunfos, convirtiendo estos en simples basuras. Tuvieron la abundancia y torpemente la cambiaron por la avaricia.
No importa que eludan la ley, que en realidad han sabido ganar por meritos propios. No importa que estén cobijados en las suciedades de una sociedad.
No importa que hagan negocios con lo que se llevaron y con aquello que nunca devolvieron. No importa que el tiempo marcado por relojes marcados, les brinde cobijo en el mismo lugar de donde no salieron.
No importa que voces ajenas les brinden un canto de elogios y justificaciones. No importa. Solo y tan solo importa, lo que ellos lleven escondido en las mochilas de su propio viaje.
Existe una aduana en la misma frontera de este mundo, que no conoce nombres, ni ejerce en patrimonios. Un paso fronterizo difícil de cruzar, si la carga es oscura y el silencio se rompe por sonidos extraños.
Una frontera llamada conciencia, que conduce al país de las cosas bien hechas y no tiene más vigías, que el viajero que se atreve a cruzarla.
Con un cartel que dice:” Has llegado solo y solo con tu carga”
…Extraños perros de frías mirada olfatean su equipaje….
Buenos días.
