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Por qué son tan necesarios VIII

Homenaje a la artillería española

Hoy, 4 de diciembre, nuestros artilleros celebran el día de su patrona, Santa Bárbara. La Santa nació, según la tradición, en Antioquía (actual Turquía) y por convertirse al cristianismo, sufrió el martirio hasta que su mismo padre la decapitó, cuando un rayo le alcanzó a éste, destruyendo así mismo la torre donde estaban. El patronazgo, antiquísimo, con la artillería española, es común a la de muchos países, incluso de religión musulmana; se extiende en España a mineros, ingenieros de minas, ingenieros de armamento y a muchos cuerpos de bomberos; así mismo, se adopta incluso a algunas armadas y marinas como la italiana.

Y si un día patrona te hicimos
del valiente Artillero Español
fue al pensar en tu gloria que brilla
más radiante y más pura que el sol.

La Artillería es el Arma del fuego, del apoyo con el fuego; ese conjunto de hombres y mujeres que empleando con destacada destreza los medios que España pone a su alcance, apoyan las operaciones militares mediante el disparo de sus cañones y el lanzamiento de sus cohetes y/o misiles contra el enemigo; o protegen nuestras instalaciones y personas ante el fuego que el enemigo produce desde sus emplazamientos en tierra o desde el aire. Pero es también el arma de la precisión, de la previsión, de la programación por excelencia…y todo ello basado en la gran solidez de su preparación y de sus valores, como el orgullo de su pertenencia al arma, el Patriotismo, el servicio eficaz…”ponga un Artillero en su vida si quiere tenerlo todo previsto y organizado”…

La artillería ha estado unida a melilla desde sus inicios y ha marcado, con los disparos del cañón “el caminante” ésta, desde 1862 desde el fuerte de victoria grande para trazar los límites de Melilla y han regado los campos del norte de África con la sangre de sus hombres, muchos de los cuales han alcanzado la gloria tras increíbles muestras de pericia, valentía, ejemplaridad, sacrificio…entrega.

Al morir el valiente Artillero
defendiendo tenaz el cañón
dale ¡Oh Virgen! sublime y piadosa
siempre amparo, consuelo y perdón.

Como reza el Himno a Santa Bárbara, composición de Antonio Oller y Fontanet, estrenada el año 1869, con motivo de la celebración de Santa Bárbara y al que pertenecen las anteriores estrofas, han sido muchas las muestras de heroísmo de estos Soldados de la Artillería, en torno a sus piezas, como el Comandante D. José Royo de Diego, madrileño de nacimiento, y el Capitán D. Enrique Guiloche Bonet, toledano; ambos, muertos en Sidi Hamed el Hach 1909, abrazados literalmente a sus piezas, en su defensa tenaz.

Y alegres cantando el Himno glorioso
de aquellos que ostentan noble cicatriz,
terminemos siempre nuestro canto honroso
con un viva Velarde y un viva Daoíz.

Con letras de oro encabezan su escalilla los Capitanes D. Luis Daoíz y torres y D. Pedro Velarde y Santillán, Daoíz y Velarde, muertos el 2 de mayo de 1808, fecha clave de nuestra historia como Nación y que propiciaron con su ejemplo y liderazgo el alzamiento nacional contra la invasión napoleónica. Daoíz y Velarde, a los que se les cita como loa en el Himno de tan destacada Arma, son asimismo los nombres de nuestros dos leones de las Cortes Españolas, obra de Ponciano Ponzano, que tras varios intentos frustrados con otros materiales, diseñó los actuales en 1865 con el bronce fundidos con cañones capturados en la Batalla de Wad – Ras, en 1860.

España que nos mira siempre amante
recuerda nuestra Historia Militar, Militar
que su nombre siempre suena más radiante
a quien supo ponerla en un altar.

Y en ese altar de los Héroes, encontramos, además de los anteriormente citados, un nutridísimo grupo de Artilleros, que con su entrega han marcado la senda a seguir a sus compañeros de Arma y sin duda, a todos aquellos que formamos en las filas de nuestras Fuerzas armadas; en ese altar encontramos un grupo interminable de los que podemos citar sólo alguno de ellos.

Su recuerdo nos conmueve con terneza,
dice Patria, dice Gloria, dice Amor,
y evocando su mágica grandeza,
morir sabremos por salvar su honor.

Y es que en una proporción abrumadora, tan insultante, éstos entregaron en ese sublime gesto, lo más preciado, su vida y todo lo que ello conllevaba en relación a su familia, sus compañeros, como un colofón único reservado a quienes tienen el privilegio y el atrevimiento de retar a la Historia con su conducta el frente de sus hombres, en frente del enemigo, dando frente a lo increíble; reservado a los héroes.

Marcharemos unidos, marcharemos dichosos
seguros, contentos de nuestro valor
y cuando luchando a morir lleguemos
antes que rendidos, muertos con honor.

Muerto con honor como el Teniente D. Diego Flomesta Moya, murciano de nacimiento, que a los 31 años, cuando servía en el regimiento mixto de Artillería de melilla, prefirió morir en cautiverio, tras ser hecho prisionero en la posición de Abarrán, antes que instruir al captor en el empleo de las “bocas de fuego” apresadas a las tropas Españolas. En recuerdo a ese glorioso episodio, es tradición en la Academia de Artillería apodar el “Flomesta” a aquel profesor que no destaca en la transmisión de conocimientos a los Cadetes, eso sí, según la “cruel” percepción de los ojos del alumno, que no concede tregua ni armisticio ante cualquier traspiés en la docencia.

Como la madre que al niño le canta
la canción de cuna que le dormirá,
al arrullo de una oración santa
en la tumba nuestras flores crecerán.

Tumba en que fue muerto con honor el Capitán D. Federico de la Paz Orduña, también destinado en el Regimiento Mixto de Melilla y que se mantuvo firme, sereno, en la que debió ser la indescriptible defensa de Igueriben, donde sucumbieron en la gesta imposible de resistir ante tanto poder del que acechaba, basado en su absoluta superioridad numérica, que no moral. Él fue uno de los motores de aquel episodio de nuestra historia, aparentemente infructuoso, que sostuvo la dignidad, los valores y patriotismo de los cercados en aquel Gólgota,

Orgullosos al pensar en las hazañas
realizadas con honor por nuestra grey,
gritemos con el alma un viva España
y sienta el corazón un ¡viva el Rey!

Sólo nos queda desear que Santa Bárbara, su patrona, que es la nuestra, les ampare y escuche, en sus plegarias, en sus anhelos, sabedores de que cuidándoles a éstos, salvaguarda nuestra seguridad, nuestro apoyo seguro, nuestros fieles compañeros; aquellos que no necesitan estar en vanguardia para demostrar su tremenda valía, sino que esperan al acecho de la zarpa del horror de la guerra de pie, al pie de sus piezas, junto a los suyos, mandándoles con eficacia, cumpliendo con su religión de hombres soldados y en actitud serena ante la muerte que les lleva los laureles de su corona y en ocasiones de la condecoración que ganan con su entrega.

Tú que aplacas la fiera borrasca
y del trueno el horrísono son
en tu solio bordado de estrellas
de tus hijos escucha la voz.

Sirvan estos párrafos como homenaje a quienes con su apoyo cercano y entrega diaria permiten el desarrollo seguro de las operaciones, dándonos ejemplo con su magnífica formación de cómo debe ser el Soldado Español.

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