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Características comunes de sectas y grupos extremistas religiosos

Sectas religiosas y grupos extremistas de carácter terrorista comparten, salvando las evidentes diferencias en cuanto a su propósito y sus técnicas, una gran cantidad de características. De entre dichas características destacan, fundamentalmente, el intenso control de todos los aspectos básicos de la vida de la persona, un pensamiento dicotómico que incluye la clara diferenciación nosotros-ellos, y la extirpación de toda posibilidad de aparición del pensamiento crítico. La frontera teórica entre secta y grupo terrorista es difusa.

La pertenencia a un grupo extremista domina todos los ámbitos de la vida del individuo. Pese a que las sectas y los grupos terroristas (como exponente máximo, en términos de violencia, de los grupos extremistas religiosos) en teoría presentan marcadas diferencias entre sí, hay muchas características compartidas que nos pueden ayudar a identificar a un grupo de naturaleza radical.
Una vez que un individuo ingresa en un grupo extremista islámico -como Al-Qaeda o el Estado Islámico, por poner un ejemplo cercano a la experiencia melillense- debe entregarse en cuerpo y alma al propósito del grupo. Los criterios comunes que nos permiten establecer una comparación de los grupos terroristas o extremistas religiosos con aquellos de naturaleza sectaria son los siguientes:
– Delimitación: El grupo aísla al captado del mundo exterior; separa a sus integrantes de aquellos que piensan diferente, en ocasiones a través también de la vestimenta.
– Promesas alentadoras: Se ofrecen soluciones futuras (irreales) a los problemas y se realizan promesas de salvación.
– Absolutismo: El captado, por formar parte del grupo, está en posesión de la verdad absoluta.
– Elitismo: Los miembros del grupo son “los elegidos”, mientras que los ajenos al mismo son insensatos, infieles, malvados o están perdidos.
– Cambio de conciencia: Se sustituye el antiguo sistema de valores, se bautiza al captado con un nuevo nombre y una nueva identidad. Esto ocurre con los muyahidines, Zacaría Said, de Melilla, murió luchando con el Estado Islámico en Malí con el nombre de Abu Al-Nur Al-Andalusi.
– Jerarquía: La organización de los grupos es rigurosamente jerárquica y doctrinaria.
– Prohibición de críticas: El cuestionamiento es deslealtad.
– Explotación: El grupo se beneficia de sus miembros, se les exige obediencia y servidumbre, y se recauda dinero.
– Vergüenza, culpa y miedo: Quien duda o no se compromete es porque no ha tenido la fe necesaria y es un lastre para el resto del grupo.
– Control del entorno: Los miembros del grupo se inmiscuyen en todos los aspectos de la vida privada del individuo.
– Pensamiento dicotómico: Todo se cataloga en bueno y malo, blanco o negro.
– Opacidad: Las personas de fuera del grupo no conocen sus verdaderas dinámicas internas más allá de la propaganda.
– Atracción: Los grupos se esfuerzan en ofrecer una imagen atractiva, que parece casar a la perfección con las necesidades de la persona susceptible de ser captada; cumplen todas sus expectativas.
– Sobrerreglamentación: Se establecen reglas estrictas en cuanto a aspectos básicos de la vida, y sólo los más comprometidos pueden acceder a ciertas exenciones -por ejemplo, el libertinaje sexual o el consumo de drogas en el caso de los muyahidines-.
– Conspiracionismo: Cualquier información contraria a la doctrina del grupo, cualquier crítica externa, se considera un ataque directo y malintencionado que se interpreta como prueba irrefutable de que el grupo tiene la razón.
Todos estos criterios son comunes porque son trasladables al comportamiento de sectas y grupos radicales religiosos en su vertiente violenta -terrorista- por igual, por lo que la frontera entre secta y grupo terrorista muchas veces se delimita por las prácticas particulares o el rosario de justificaciones que dichos grupos terroristas presentan, más que por la naturaleza del grupo en sí, aunque, como hemos podido comprobar, existan un gran número de similitudes.

El martirio como vía para trascender

Dentro de las necesidades humanas se encuentran aquellas relacionadas con nuestra naturaleza social: aceptación, arraigo, etc. Cuando un individuo entra en un grupo extremista islámico son éstas las primeras necesidades que se satisfacen; el hermanamiento, el arraigo y la inmersión en la doctrina del grupo ofrecen al individuo la expectativa de alcanzar la plena aceptación social y de experimentar un incomparable sentimiento de unión. Ya que la integración en este tipo de grupos es progresiva, llega un momento en que las necesidades sociales están satisfechas y aparecen nuevos intereses de carácter superior: la autorrealización y la trascendencia. Dichas necesidades se satisfacen, en este tipo de grupos, a través del martirio. El individuo encuentra un sentido para su vida, un propósito, y busca con su sacrificio la satisfacción de dicho propósito, así como trascender en la memoria de sus compañeros y en la promesa del más allá.

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Fernando Lamas Moreno

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