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In Memoriam

Caballero Monrós y su huella en Melilla

El pasado 8 de enero falleció Eduardo Caballero Monrós. Hace 91 años nació en Barcelona (1926), donde se tituló como arquitecto en 1951. Poco después, en 1952, se trasladó a Ceuta para realizar la instrucción premilitar superior. Ese mismo año, por razones laborales, fija su residencia en Melilla y comienza a trabajar. Allí vivirá hasta su traslado a la península en 1961, donde su carrera profesional se hace profusa, si bien continuará desarrollando proyectos en la actual ciudad autónoma.
Al sur del Estrecho de Gibraltar trabajó para la Alta Comisaría del Protectorado español (1955-1956), para el Reino de Marruecos (1957-1960), para la Fiscalía Provincial de Melilla (1957) y para su Ayuntamiento (1960-1962).

El título de técnico urbanista lo obtiene en 1963, aunque ya con anterioridad había realizado trabajos en esta disciplina. Entre ellos debemos citar su estudio urbano para la ciudad de Nador (1958) donde incorporó el hinterland, o área de influencia. Pero sin duda, su encargo más interesante fue el Plan General de Ordenación Urbana de Melilla (1961-1972) donde resultaría esencial la puesta en valor de la industria y el turismo como base de la economía; entre las propuestas planteadas hay que destacar un lago artificial proyectado en el río de Oro y el puerto deportivo. Ambos, reclamos para residentes y visitantes, de los cuales tan sólo se llevó a cabo el primero. Innumerables son sus planeamientos, pero no podemos olvidar los solicitados por la Gerencia de Urbanización para el estudio de sendos polígonos en cada una de las plazas españolas del norte de África (1963-1965).

Entre sus edificios de nueva planta cabe citar las dos iglesias construidas para las compañías españolas de las minas en Marruecos (1956-1957). Estos templos presentan interesantes estructuras de hormigón que permiten desarrollarlos con nave única y diáfana. También realiza el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Melilla (1958-1964) –hoy Leopoldo Queipo–. Su composición de volúmenes y el tratamiento particular de cada una de las fachadas corresponden a los preceptos planteados en la Bauhaus de Dessau, sirviéndole como germen de otros centros educativos futuros. Entre sus numerosísimos edificios de viviendas hay que destacar la apodada Casa del Terremoto, en el cruce de Prim con Abdelkader. Un interesante inmueble racionalista insertado en el ensanche histórico de la ciudad donde el detalle se cuida hasta en el sugerente cuerpo de escaleras. Otra de sus piezas más extraordinarias es el Palacio de Justicia de Melilla (1967-1974), un edificio público que se sustenta sobre brutalistas columnas hiperboloides, y en el que desarrolla ideas de la arquitectura internacional.

La vinculación profesional de Caballero con Melilla comenzó con su nombramiento como arquitecto asesor suplente en la Fiscalía Provincial (1957) y culminó con el de arquitecto municipal del Ayuntamiento (1960-1962). Pero también desarrolló en esta ciudad trabajos particulares a través de un estudio ubicado en origen en su casa de la carretera de Cabrerizas –la primera de sus obras (1953-1954)– y luego en Alonso Martín. Con este equipo contó a la hora de trasladarse a Málaga, ofreciéndole a sus miembros partir con él o continuar en la ciudad para seguir proyectando en ella.

Es más que merecido este pequeño homenaje, que con estas breves palabras aquí le dedico. Melilla y yo siempre le recordaremos, don Eduardo.

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