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Carta del Editor

Confianza en el futuro

Me regalan un libro muy curioso, muy interesante, de un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yuval Noah Harari, con el título de "Sapiens. De animales a dioses", y el subtítulo de "Breve historia de la humanidad". Un libro "interesante y provocador", como dice Barack Obama en la contraportada. Un libro que explica, entre otras muchas irreverencias ilustradas, que la única ideología moderna que todavía concede a la muerte un papel central -en contra del proyecto principal de la revolución científica, que es dar a la humanidad la vida eterna- es el nacionalismo (la pestilencia nacionalista, como la definió Stefan Zweig), que "en sus momentos más poéticos y desesperados promete que quien muera por la nación vivirá para siempre en su memoria colectiva, pero esa promesa es tan confusa que incluso la mayoría de los nacionalistas no saben realmente qué hacer con ella". Me regalan un libro muy curioso, muy interesante, de un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yuval Noah Harari, con el título de "Sapiens. De animales a dioses", y el subtítulo de "Breve historia de la humanidad". Un libro "interesante y provocador", como dice Barack Obama en la contraportada. Un libro que explica, entre otras muchas irreverencias ilustradas, que la única ideología moderna que todavía concede a la muerte un papel central -en contra del proyecto principal de la revolución científica, que es dar a la humanidad la vida eterna- es el nacionalismo (la pestilencia nacionalista, como la definió Stefan Zweig), que "en sus momentos más poéticos y desesperados promete que quien muera por la nación vivirá para siempre en su memoria colectiva, pero esa promesa es tan confusa que incluso la mayoría de los nacionalistas no saben realmente qué hacer con ella". Excepto que esos nacionalistas sean los Puigdemont catalanes de hoy.

Harari dedica un capítulo de su libro a lo que llama "El credo capitalista". "Para comprender la historia económica moderna, solo necesitamos una palabra: crecimiento.. El nuevo sistema no se descubrió hasta la época moderna y se basa en la confianza en el futuro" que se puede conseguir utilizando un tipo de dinero especial al que llamaron "crédito, que nos permite construir el presente a expensas del futuro, basándose en la suposición de que es seguro que nuestros recursos futuros serán mucho más abundantes que nuestros recursos actuales".

La mención que el autor del libro hace del economista escocés Adam Smith es genial. En 1776 Smith publicó "La riqueza de las naciones", probablemente el manifiesto económico más importante de todos los tiempos. En él desarrolló un razonamiento novedoso: "un aumento de los beneficios de los empresarios privados es la base del aumento de la riqueza y la prosperidad colectivas". Tal afirmación de Smith, la de que "el impulso egoísta humano de aumentar los beneficios privados es la base de la riqueza colectiva, es una de las ideas más revolucionarias de la historia humana, no solo desde una perspectiva económica, sino, más si cabe, desde una perspectiva moral y política", resalta Harari. Siempre y cuando, naturalmente y como repetía Adam Smith, los ricos empleen sus ganancias para abrir nuevas fábricas y contratar nuevos empleados, sin malgastarlas -como hacían los nobles antiguos- en actividades no productivas. Los beneficios de la producción han de reinvertirse en aumentar la producción, es el verdadero nuevo credo capitalista, "el primer mandamiento y el más sagrado de todos", como indica Harari.

Casi todo el mundo lo sabe, pero generalmente no se racionaliza el hecho evidente de que el dinero depositado en los bancos no cubre los créditos que los bancos conceden, a pesar de la implantación de los coeficientes mínimos de caja. Aproximadamente el 90% de todo el dinero de nuestras cuentas bancarias no está cubierto por monedas y billetes reales, de manera que "los bancos -y la economía entera- sobrevivan y prosperen por nuestra confianza en el futuro, que es -esa confianza en el futuro- el único respaldo para la mayor parte del dinero del mundo" (Yuval Noah Harari). Obviamente, la confianza es en un futuro mejor que el presente y eso solo se logra, como la experiencia nos dice, a través del libre mercado y consiguiendo que el gobierno intervenga lo menos posible, aunque tiene razón Harari cuando concluye que "el recurso económico más importante es la confianza en el futuro y dicho recurso se ve amenazado constantemente por ladrones y charlatanes, mientras que, por sí mismos, los mercados no ofrecen ninguna protección contra el fraude, el robo y la violencia, que es tarea de los sistemas políticos, mediante la legislación de sanciones contra los engaños y el establecimiento y respaldo de fuerzas de policía, tribunales y cárceles que hagan cumplir la ley".
¿Tenemos confianza, el recurso económico más importante, en el futuro de Melilla? Ahí está la gran pregunta, a la que, me temo, la mayoría de los melillenses contestarían hoy con un "no". ¿Podríamos tenerla? Yo contestaría que "sí", con un pero: hay que trabajar mucho y cambiar más, en diferentes campos, para lograr propagar esa sensación fundada de confianza.

Posdata.

Cuenta Fernando Aramburu, el exitoso autor de "Patria", el caso de otro gran escritor, Raúl Guerra Garrido, autor entre otros del libro "Lectura insólita de El Capital", sobre el destino de un industrial secuestrado y asesinado por ETA. Raúl, farmacéutico, poseía una farmacia en San Sebastián, que le quemaron y destruyeron en julio de 2000, de madrugada, con botellas incendiarias. Como me ocurrió a mí, con mi coche, de madrugada, tras avisos previos, en la puerta de mi casa. Aramburu dice que frecuentemente "el miedo dicta comportamientos", pero tal cosa no ocurrió ni en el caso de Guerra Garrido ni en el mío. Por cierto, ambos casos permanecen sin solución policial. Y, dicho sea de paso, ¡Viva Tabarnia! Un viva especialmente importante en estos días monstruosa/cómicamente confusos de Cataluña.

El día 5 de marzo cesa en su cargo de Comandante General de Melilla el general de división Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu. Ha tenido ya multitud de despedidas y recibido numerosos elogios, muy merecidos, porque su labor en Melilla ha sido extraordinaria, profesional y humanamente. Su marcha va a ser una pérdida importante para nuestra ciudad, una pérdida que se va a notar mucho, por muy valioso que pueda llegar a ser su sustituto. Su cese en la vida activa militar debería reabrir el debate de si el Ejercito, a pesar de lo que digan leyes y reglamentos, debe prescindir de -como ocurrió en el caso de mi padre- personas de gran valía, enorme vocación y en buenas condiciones físicas, como es el caso actual de mi admirado amigo Fernando, al que le deseo lo mejor, que es lo que se merece.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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