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¿Qué es más fácil, criticar o construir?

"Hay muchas teorías sobre cómo se debe combatir la pobreza, pero todo apunta a que la mejor respuesta es mantener un crecimiento económico alto de manera continuada… La práctica totalidad del aumento del ingreso que han experimentado los pobres se explica por los elevados niveles de crecimiento económico y no por alteraciones en la distribución de ingresos. La clave no es la redistribución sino la generación de riqueza". Frases extraídas del capítulo "Pobreza" del libro "Progreso, 10 razones para mirar al futuro con optimismo", del sueco Johan Norberg, publicado en España a finales del año pasado.
Sigamos el consejo que da título a uno de los libros de mi admirado amigo Joaquín Lorente: piensa, es gratis. Pensemos sobre el apasionante y controvertido tema de la pobreza, pues. Todos nacemos sin nada, partimos de la pobreza; es una evidencia. En los actuales términos de medición de la pobreza, prácticamente toda la humanidad era pobre hasta comienzos del siglo XIX, cuando, con la consolidación de la Revolución Industrial, empezó el progreso económico. No valorar el mérito, el talento y la actitud por encima de otras consideraciones (enchufismo y despotismo, tan lamentable y notoriamente extendidos en Melilla, incluidos) significa no crear riqueza o dicho de manera antitética, no solucionar la pobreza. El crecimiento económico, la generación de riqueza, es lo que, como la historia y los datos demuestran, ha sacado de la pobreza a los pueblos, no la redistribución de lo que no existe. Lo que digo es puro sentido común, un clamor unánime entre los que saben algo de economía y están/estamos acostumbrados a tirar con bala propia, no con dinero ajeno. Tipejos como el Piticlín, el prototipo de los inútiles, lerdos, resentidos y malvados -al que ya le anuncio: espera, que ya verás- seguro que no están de acuerdo con eso. Afortunadamente.

Estoy en Madrid, recuperándome de la operación de rodilla a la que me he tenido que someter. Ahora, todavía dolorido, tengo más tiempo para pensar, leer y escuchar, menos acuciado por las urgencias laborales. Leo que la presidenta de la Comunidad madrileña ha anunciado una nueva bajada de impuestos, o sea, ha seguido la política que debe seguir cualquier partido liberal, de centro, de centro-derecha, cualquier partido que quiera, por encima de intentar ganar las próximas elecciones, favorecer el crecimiento económico de su ciudad o territorio, lograr el beneficio de la mayoría de sus ciudadanos. Ha obtenido Cifuentes, como es esperable de lo sensato, un éxito fulminante en sus expectativas electorales. Exactamente lo contrario de lo que está obteniendo el PP de Melilla cuando hace cosas como lo que acaba de hacer su presidente para intentar solucionar el problema de los comerciantes de nuestras tres fronteras: anunciar que se va a reunir con quien no representa a esos comerciantes, como es público, notorio e irreversible. No sé cuáles son las actuales expectativas electorales del PP en Melilla, pero me temo lo peor de lo peor. Mi opinión, cada día más confirmada por los hechos, es que el PP local -aún más, si fuera posible, que el PP nacional- necesita, con urgencia (o sea, sin dilación alguna) una profunda, profundísima renovación, un cambio radical, muy radical, si no quiere perder el gobierno en mayo de 2019 o tener que gobernar con pactos antinaturales, algo muy similar, e incluso aún peor, que no gobernar.
"Nadie manda mucho tiempo sin el consentimiento explícito o silencioso de los mandados", dice María Elvira Roca Barea en su merecidamente exitoso libro "Imperofobia y leyenda negra". Una realidad que convive con otra de sentido contrario, muy extendida en España y extraordinariamente arraigada en Melilla: es muy cómodo que mande otro y es mucho más fácil criticar que actuar. Las consecuencias de la aplicación desequilibrada de ambos principios producen el resultado, malo, que podemos comprobar y, en buena medida, padecer.

Por cierto, María Elvira Roca publicó el miércoles un muy inteligente artículo en El Mundo sobre las manifestaciones feministas del 8 de marzo. España, dice María Elvira, es el quinto país mejor del mundo para nacer mujer, según el Instituto de Georgetown y el de Seguridad e Investigación de Oslo. En los países desarrollados no ha habido huelga general, en España sí. Razones que ve Roca: Que España ocupa un lugar de honor en el universo de los fake news (las noticias falsas), como ocurrió con la famosa leyenda negra. Que las manifestaciones generistas se hayan llenado de gente coreando lo de la horda, por no significarse en la diferencia y parecer contrario o tibio ante una ideología, la de género, que hoy es dogma de fe. La conclusión que obtiene -y que comparto- es que "progresa el pensamiento tribal y excluyente; es cada vez más peligroso no pensar como todo el mundo; el generismo es otra forma del populismo; en las ideologías comunistas el malo es el capitalista, el burgués, el que tiene dinero y en las nacionalistas, el que oprime al pobre pueblo machacado y robado por otro pueblo opresivo. Lo importante es fabricar un enemigo y la consecuencia "haber convertido a media humanidad en víctima de la otra media, provocando un negocio colosal al que es fácil apuntarse" y "el papel de los medios de comunicación en este asunto ha sido lamentable y lo del lazo violeta (Rajoy incluido) "el virtuosismo de la tontuna y la ignorancia". Conclusión, como recomienda Joaquín Lorente: conviene pensar, porque, además, es gratis.

Posdata. Lanzo una pregunta que creo importante: ¿quién nos puede proteger de los jueces que se equivocan o prevarican y abusan de su inmenso poder? Y vuelvo a repetir: entre los jueces, como en cualquier colectivo humano, los hay buenos y malos. A lo mejor la respuesta a mi pregunta es simple: que los buenos jueces nos protejan, de oficio o no y por encima de gremialismos perniciosos, de los malos.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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