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Acoger al Aquarius podría suponer un “efecto llamada” hacia nuestra frontera

La crisis del Aquarius, un barco de rescate de Médicos sin Fronteras y SOS Mediterranée que opera en la costa libia y que ha sido abandonado a su suerte por el Gobierno italiano (que ha vetado su entrada en los puertos del país) con más de 600 migrantes a bordo, parece que puede llegar a su fin con la acogida del buque en un puerto español. Este gesto del Ejecutivo de Pedro Sánchez podría ser, a ojos de algunos expertos, un paso “arriesgado” ya que podría convertirnos en un “aliviadero” de Italia y generar un efecto llamada que repercutiría en la presión que soportan las fronteras de Ceuta y Melilla, que ya vivieron una gran crisis debido a la política migratoria del último gobierno socialista. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha mostrado sensible ante la situación del buque Aquarius, que navega por el Mediterráneo con más de 600 inmigrantes y refugiados a bordo, rescatados por Médicos Sin Fronteras (MSF) y Sos Mediterranée, y que han sido abandonados a su suerte tras impedir su entrada a Italia el nuevo ministro del Interior, Matteo Salvini, quien ha vetado la llegada de más inmigrantes a costas italianas pese a lo manifestado por un gran número de alcaldes, como el de Nápoles, que eran partidarios de ofrecer sus puertos como destino para la misión de rescate.

A raíz de esta “sensibilidad” para con la situación de estas personas, se ha llegado a barajar la posibilidad de que nuestro puerto fuese el escogido para recibir a estos migrantes, aunque finalmente se habrían dado instrucciones para que sea el puerto de Valencia el que “acoja” al Aquarius.

Esta decisión de ofrecer los puertos españoles como destino de acogida para los barcos de rescate que operan en el Mediterráneo sienta, para algunos expertos como el jefe de opinión política del diario “El País”, Ignacio Torreblanca, un precedente peligroso. Para Torreblanca, el gesto con el Aquarius es “arriesgado” y podría “volverse en nuestra contra” si no desencadena una respuesta europea, ya que Italia podría vernos como un “aliviadero”. Ante esta posibilidad, Torreblanca recordó que “tenemos una frontera terrestre con Marruecos con una valla en Ceuta y Melilla”, y que acciones de este tipo podrían llevar a generar un efecto llamada; “muchos podrían pedir derribar (la valla) por coherencia”.

Mientras que algunos hablan de “imperativo humanitario”, otros ven en la acogida del Aquarius la generación de un posible “efecto llamada” tras la llegada a la Moncloa de un Gobierno más abierto a la recepción de inmigrantes.

Riesgos
Melilla y Ceuta ya vivieron una crisis migratoria que llevó al límite la capacidad de ambas ciudades, tanto en materia de seguridad como asistencial. En Melilla, en la época en que tuvo lugar el proceso de regulación de inmigrantes (conocido como política de “papeles para todos”) llevado a cabo por el Ejecutivo de José Luís Rodríguez Zapatero, vivimos la mayor crisis migratoria de nuestra historia, hasta el punto en que el Ejército tuvo que intervenir, instalando barracones y un Hospital de campaña para poder dar cobijo a todos los inmigrantes que llegaron a nuestra ciudad, espoleados por el “efecto llamada”.

Este “efecto llamada” no debe tomarse a la ligera, toda vez que es de esperar que la mejora de las condiciones de seguridad en Libia vaya dificultando progresivamente la ruta italiana, desplazando los flujos migratorios de vuelta a las costas argelinas y marroquíes y, especialmente, a la frontera de Melilla, que podría vivir (tras años de relativa calma) un nuevo “boom” migratorio.

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Fernando Lamas Moreno

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