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El espacio de Aranda

En Melilla siempre han existido bandas de música

El día 2.02.2002, este periódico me publicaba un artículo sobre el antiguo mercado de la C/ Margallo, en el que decía que ese vetusto edificio lo “debían adecentar” y convertirlo en un teatro, o en una sala de conciertos; pero lo que mejor le cuadraba a la ciudad era un conservatorio, y fíjense, que ahí lo tenemos, con mi sana envidia de que en mi niñez no tuvimos la oportunidad de haber aprendido, en salas adecuadas, ese arte tan sublime como es la música, y no en un maloliente bajo de un viejo edificio de la antigua C/ Medina Sidonia, en el Mantelete.
Aunque no sé la fecha de la llegada a Melilla del señor Lasheras, director de la actual banda de música, que refiere que cuando vino: “…no había banda, ni orquesta, ni nada”. Debo decirle que en la ciudad, desde hace más de un siglo, siempre han existido tres bandas de música, una rondalla, y un coro: la Banda del Rgto. Infantería Melilla 52; la Municipal, compuesta por músicos civiles, y algunos pertenecientes a esa banda militar; y la infantil de la OJE, con su bandita de cornetas y tambores incluida, dirigida por D. Julio Moreno, que también enseñó solfeo a varios cientos de chaveas de todas las clases sociales. Recuerdo que D. Julio llegaba a un colegio y, dirigiéndose a una clase, preguntaba quién deseaba aprender solfeo; y allá que se presentaban unos cuantos, que con su paciencia, y sin cobrar un duro, aprendimos solfeo con los métodos “Eslava” y el “Progreso Musical”, incluso nos proporcionaba los cuadernos e instrumentos, cosa que yo tuve la suerte de poseer un trombón de varas de 2ª mano, que por 200 ptas, me compró mi madre, en 1955. También dirigía una rondalla, compuesta de niños, niñas y algún “zagalón de pantalón largo”.

Sobre este gran hombre, no me cansaré, aunque no me hagan ni puto caso, de reivindicar a la Consejería de Cultura, o al mismísimo sursum corda, una calle que lleve su nombre, y si es la que en la actualidad está Napoleón, tanto mejor; porque alguien se pregunta, como yo lo hago a menudo: ¿Qué carajo hizo Napoleón por Melilla para que su nombre esté en un altozano, dominando la ciudad?. Nadie se lo explica, y creo que ni el mismo Presidente Imbroda, ni tampoco nadie con “dos dedos de frente”.

Deben saber que D. Julio compuso la música del “Himno de la Compañía de Mar de Melilla”, con compás de 2×4, cuya letra, si no recuerdo mal era: “Compañía de Mar de Melilla, Compañía de Tierra y de Mar, fuerza leal y sencilla que cuando mandan sabemos cumplir…”. También la heroica música del “Himno de Alcántara nº 10”, “Los Gozos a Ntra. Sra. de la Victoria”; y un concierto dedicado al parque más bello de España: “Aromas del Parque Hernández”.

Toda esa música en honor a nuestra ciudad, fue compuesta y dirigida por el más altruista, desinteresado, generoso, y buena persona que podía haber, como fue D. Julio Moreno Rodríguez. D. Julio, al niño que tenía posibilidades de tocar determinado instrumento se lo acoplaba, de tal manera que el chavea podía medirse con cualquier músico de la “Banda del 52”, o de la Municipal, como por ejemplo, lo demostró Paco Roldán (q.e.p.d.) con su tuba. El coro de voces con su correspondiente rondalla, solía actuar en Navidad en centros oficiales y colegios. Recuerdo cuando despertábamos a las familias de los guardias civiles con la diana floreada, resonando en los patios, del antiguo cuartel del Mantelete todos los 12 de Octubre, como en el Salón de Actos, de los antiguos sindicatos C.N.S, que muchos guasones decían: “Comemos Nosotros Solos”.

Yo pienso que la arquitectura de la educación, en la vida de un niño, deben proyectarla los padres, y los maestros retocarla con la formación. A muchos niños de Melilla, D. Julio nos retocó la formación musical, de tal manera, que aún no se nos ha caído la pátina, ni el amor por ese arte.

Sí, ya sé que eso es soñar con un imposible, porque si aún no han retirado el vergonzoso letrero de Napoleón de una de nuestras calles, cómo van a colocar a D. Julio Moreno en su lugar; si solo este altruista enseñante, lo conocimos varias generaciones de niños melillenses de los cincuenta; deleitándonos con su sapiencia y conciertos, formándonos como músicos, porque éramos eso: solo unos niños que teníamos la ilusión por la música. Pero claro, si hubiese sido un señor del transporte, muy conocido en la ciudad, que ganó sus buenas pesetas con su empresa, o un seudo-licenciado-comentarista con alharacas, por supuesto que ya tendría su calle.

En fin si algún político municipal encargado de estos temas tiene a bien proponerlo en los plenos para que se aprobase, más de un melillense agradecido sonreiría con nostalgia recordando aquélla banda infantil que ensayaba en el Mantelete, y nos deleitaba cada domingo en el templete del Parque Hernández, simultaneándose con la municipal, allá por los 40-50 y 60 del siglo pasado.

Como anécdota histórica, recuerdo que una tarde de verano, sentado a la puerta del local donde ensayábamos, y mirando el cuadro de Wagner, junto al de Mendelsson, de los que colgaban en la pared, nos explicó, que ambos fueron grandes músicos, pero que el autor de Tannhaüser, era un antisemita visceral que odiaba a los judios, llegando al extremo de ponerse guantes cada vez que dirigía una obra de Félix Mendelsson, porque “le asqueaba dirigir música compuesta por un judío”.

Y para finalizar, felicito al señor Lasheras, por su buen hacer, al dirigir la Banda de Música de la Ciudad, pero también, como ya digo, recordarle que en nuestra ciudad desde hace más de un siglo, han existido: bandas de música, orquestas sinfónicas, rondallas y coros, como infinidad de obras teatrales que se representaban en la Península, actuando en los distintos cines-teatros como el Alcántara, el Reina Victoria, Kursaal (Nacional), Monumental, Perelló, Alhambra, Real, Goya y Victoria. Y si se me ha quedado alguno entre las teclas, que lo agregue quien sea.

Señor Lasheras: reciba un cordialísimo saludo.

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