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No empieza con buen pie

La culpa de que “El Rastro. El Barrio de las Lenguas” despierte desconfianza es del Gobierno local, que ha esperado a darlo a conocer cuando ya no le queda apenas vigencia por estar esta ciudad a las puertas de unas elecciones, reconociendo, por lo tanto, que su ejecución dependerá totalmente de lo que ocurra en la próxima legislatura “El Rastro. El Barrio de las Lenguas” es el nombre del plan de regeneración integral que la Ciudad Autónoma quiere llevar a cabo en un barrio histórico como es el Rastro, conocido también como el Polígono. El proyecto es importante, tanto por el reto que supone recuperar una zona deprimida desde hace cerca de medio siglo, como por la apuesta que la Ciudad Autónoma está decidida a hacer, superior a los diez millones de euros en los próximos cinco años. Pero precisamente ese factor, que tenga que ser desarrollado por completo en la próxima legislatura, y el momento elegido para anunciarlo, a poco más de tres meses para que acabe la presente, hace despertar dudas sobre este ambicioso proyecto, que CpM y PSOE ya han tachado, lógicamente, de electoralista. Porque aunque la consejera de Cultura, Fadela Mohatar, se empeñara ayer en dejar claro que hay “cero electoralismo” en este plan de regeneración, como ya hiciera el día de la presentación el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, la realidad es que no se necesita ser muy retorcido para pensar que este proyecto algo de eso tiene.
Esas dudas no existirían hoy de haberse dado a conocer antes este objetivo, hace un año, cuando la Consejería de Cultura empezó a trabajar en él. Y la culpa de que “El Rastro. El Barrio de las Lenguas” despierte desconfianza es del Gobierno local, que ha esperado a darlo a conocer cuando ya no le queda apenas vigencia por estar esta ciudad a las puertas de unas elecciones, reconociendo, por lo tanto, que su ejecución dependerá totalmente de lo que ocurra en la próxima legislatura. Distinto habría sido si se hubiera planteado desde un principio como un asunto de ciudad, en la Asamblea, y con la participación de todos los grupos, como se deberían abordar los grandes proyectos -y como el Gobierno quiere para este-, porque aunque se diera a conocer ahora, a finales de un mandato, habría cierto compromiso de todos los actores políticos para abordarlo en el siguiente, sea cual sea el resultado que salga de las urnas. Sobre todo cuando los pronósticos sobre lo que deparará el 26 de mayo son tan inciertos a día de hoy sobre la posibilidad de que algún partido logre mayoría absoluta y sea necesario recurrir a los pactos políticos.
Pero la desconfianza sobre este proyecto no solo viene dada por la forma y el momento elegidos para darlo a conocer. También por los antecedentes, ya que el Rastro, de forma totalmente inmerecida, se ha dejado caer hasta el estado en el que se encuentra desde hace casi cinco décadas, a pesar de su gran historia y su inmejorable situación, a solo un paso del centro. No toda la culpa es del actual Gobierno, eso es cierto, porque el problema ya venía de antes. Pero también es verdad que no despierta confianza que ahora venga a prometer darle la vuelta con este proyecto cuando no ha sabido/podido/¿querido? erradicar uno de los problemas más básicos que tiene este barrio, que es la venta ambulante ilegal que machaca a los comerciantes que sí cumplen con las normas. Por mucho que Fadela Mohatar reconozca que existe ese problema, pero que es difícil erradicarlo por la pecularidad del Rastro. Melilla también tiene peculiaridades en otros ámbitos y desde aquí se pide al Gobierno de España que las atienda. En el Rastro merecen ya una solución, que bien podría ser este ambicioso plan de regeneración, aunque no empiece con buen pie.

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