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El mal tiempo no frena al Cristo de la Paz al lograr el respaldo masivo de melillenses

El Santísimo a la altura de la Plaza de Menéndez Pelayo

El Cristo de la Paz, portado sobre un monte de flores moradas y rosas rojas, volvió a hacer acto de presencia en las calles melillenses, con su estación de penitencia, en la tan emotiva noche del Jueves Santo. El no parar de mirar al cielo, esperando que este siguiese dando tregua, no influyó lo suficiente para que los ciudadanos arropasen esta salida procesional. Una estación de penitencia que desarrollo su recorrido sin problema alguno, haciendo que, un año más, la emoción estuviese a su paso. La salida del trono del Cristo de la Paz desde el lateral de la parroquia del Sagrado Corazón tuvo un desarrollo tranquilo, sin ningún percance que hiciese retrasar su marcha. A pesar de que el día había contado con lluvía y podía poner en peligro su salida, es por ello que ciento de personas no cesaron de mirar al cielo en busca de señales de tregua para que la procesión pudiese hacer acto de presencia sin impedimento ninguno.
Por este motivo, los ciudadanos melillenses, que quisieron acoger una vez más a la estación de penitencia de la Soledad y a su Cristo de la Paz, se agruparon en las inmediaciones del Sagrado Corazón y la Avenida de Juan Carlos I. La conocida y hermosa talla del Altísimo descansa sobre una cruz que se elaboró a comienzos de los años 80 del siglo pasado, con uno de los postes de la luz que comenzaban a retirarse en la ciudad y sustituirse por farolas.
El fervor creyente de la Ciudad estuvo con él, con el Cristo de la Paz, acompañándolo en su recorrido en su trono dorado, sostenido en un monte de claveles de color rojo y moradas, representando estos días de pasión, y apoyando la tradición cofrade melillense y su Semana Santa. La devoción de los cofrades, y el querer a este Cristo, se demostraron en el llevar del paso, que aunque constase con una capacidad de 90 portadores, tuvo 10 hombros más en los que confiar.
Pasión y canto se unieron también para dedicarle saetas al Crucificado en su penitencia, como la Banda de Cornetas y Tambores del Nazareno con las marchas preparadas para un día tan esperado para muchos de los creyentes de la Ciudad.
El incienso volvió a invadir las calles, marcando el camino e impregnando la fe de los que esperaban pacientemente su paso por el lugar.
Una vez el trono entró en carrera oficial y se llegó a la tribuna de autoridades, el vicario episcopal, Eduardo Resa, le dedicó una pequeña oración en la que todos los allí presentes se unieron, alzando sus voces en el Padre Nuestro.
A paso lento y acompasado en un mismo sentido, el Cristo de la Paz inicia su camino de regreso a la casa hermandad, velado por la fe, creencia y cariño de sus hombres de trono. Detrás, la Banda, que pone la música al relato de una pasión que une a la cristiandad en una misma creencia, en una misma fe. Una estación de penitencia que fue avanzando hasta su punto de recogida, donde nuevamente los melillenses les estaban esperando para poder mirar una vez más a su Cristo en la calle, antes de volver a la tranquilidad de su templo y aguardar allí hasta el próximo Jueves Santo.

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Luisa Maria Sanchez Ballesteros

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