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Decenas de melillenses acompañaron a las imágenes a lo largo de su estación de penitencia en el Viernes Santo

La Piedad luce su nuevo corazón con los siete dolores acompañada del Cristo de la Buena Muerte

Momento de la salida de la Virgen de la Piedad en la Castrense

La Virgen de la Piedad salió ayer de la Parroquia Castrense luciendo su nuevo corazón con los siete dolores y desde el año 2014, lo hace acompañada del Santísimo Cristo de la Buena Muerte a hombros de veteranos del Ejército y cofrades. Decenas de melillenses quisieron arropar a la Cofradía del Humillado a lo largo su estación de penitencia en el Viernes Santo. La hermosa talla fue restaurada el año pasado a cargo de Francisco Javier Atencia y fue portada sobre los hombros de cerca de treinta hombres y mujeres anónimos con el rostro cubierto. A las nueve menos cuarto de la noche del Viernes Santo se abrían las puertas de la parroquia de la Inmaculada Concepción, para que la cofradía del Humillado pudiera realizar su estación de penitencia. La llamada a la puerta la realizó el hermano mayor de la Cofradía, Andrés Domínguez Catalá. Después, abrió el camino, tal como viene ocurriendo desde 2014 con ocasión del 25 aniversario de la Cofradía, el Cristo de la Buena Muerte. La cruz la portaron a hombros en esta ocasión integrantes de la Hermandad de Veteranos de Regulares de Melilla. Este Cristo cada año levanta más interés entre el público asistente.

La Piedad
Seguidamente abandonaba el templo el trono de María Santísima de la Piedad, obra de los maestros imagineros José María Jiménez Guerrero y Diego Fernández Rodríguez. Este año, estrenando un nuevo corazón con los siete dolores.

El Cristo que va con la Virgen no tenía nombre, por ello, la Junta de Gobierno barajó varios nombres y en un cabildo se propuso el ‘Santísimo Cristo de las cinco llagas’ y por unanimidad se aprobó y el año pasado en el triduo de la Virgen, en el mes de septiembre, se bendijo el Cristo con ese nombre.

La Piedad se levantó con la fuerza de los portadores, hombres y mujeres, que con la cabeza cubierta han contribuido, como el resto de melillenses que se han volcado con el resto de cofradías durante estos días, a que la Semana Santa melillense siga vigente en la ciudad. Pero antes, el difícil momento de lograr que el trono supere el dintel de la puerta, por lo que es preciso ponerse casi de rodillas y evitar que la virgen o la cruz, puedan engancharse.

Una vez en la calle se iniciaba la salida procesional de la Piedad. Pero la virgen, vestida con traje de terciopelo negro, sólo tenía ojos para el hijo muerto que sujetaba en su regazo. El rostro descompuesto, las manos fijas en el cuerpo de la carne de su carne maltratado, las lágrimas mudas bañando sus céreas mejillas y el hijo, ingrávido, muerto, sangrante, que parece buscar el refugio del pecho materno en el que de niño siempre encontró consuelo. La acompañaba en todo momento el el grupo Orpheus, del que la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, es integrante.

Los melillenses acompañan a María en tan triste momento. Delante de la virgen, en su estación de penitencia, el bacalao con el escudo de la Cofradía, una sencilla cruz, y el cuerpo de nazarenos y cofrades de esta Parroquia que cumple su 30 aniversario.

Tras la estación de penitencia, el Cristo de la Buena Muerte y la Piedad de Melilla, regresaron, con una puntualidad castrense y un cuarto de hora antes, al cobijo de la recoleta parroquia Castrense, su santuario y lugar de descanso. Los hombres y mujeres de la Cofradía se abrazan felices, cansados y satisfechos por haber podido cumplir con su cita anual en las calles de esta multicultural Melilla.

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Lorena Japon

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