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Carta del Editor

Inmersos en la incertidumbre

La trampa de Tucídides, o de cómo el enfrentamiento de dos grandes potencias termina en guerra. En aquél entonces fue una guerra de 27 años entre Atenas y Esparta, que terminó ganando esta. En estos tiempos podría llegar a ser, a escala mundial, la guerra -desigual- entre China y Estados Unidos o, en pequeña escala, la guerra entre diferentes partidos por hacerse con la gobernabilidad de Melilla, por ejemplo. La trampa de Tucídides, o de cómo el enfrentamiento de dos grandes potencias termina en guerra. En aquél entonces fue una guerra de 27 años entre Atenas y Esparta, que terminó ganando esta. En estos tiempos podría llegar a ser, a escala mundial, la guerra -desigual- entre China y Estados Unidos o, en pequeña escala, la guerra entre diferentes partidos por hacerse con la gobernabilidad de Melilla, por ejemplo.

En este caso, el de Melilla, lo lógico es que la sangre no llegue al río, pero no será por falta de ganas de algunos de los contrincantes. La guerra aquí más bien es una pugna para ver quién puede llegar a ser más absurdo en sus pretensiones, o más traidor a sus presumibles ideas, o a su partido, o a sus nuevos amigos antes irreconciliables enemigos (la foto de la cena íntima entre Miguel Marín y Jesús Delgado, que, estoy seguro, pagó Marín, es un ejemplo gráfico de cómo se puede pasar del no quiero verte a lo de qué alegría estar contigo y cuántas cosas podemos hacer juntos).

Dentro de este brumoso, esperpéntico espectáculo político, protagonizado a espaldas de ciudadanos y afiliados, como es norma habitual, ya se pueden empezar a otear algunas conclusiones. De la lectura de nuestro periódico del miércoles, por ejemplo.

En portada, dos novios políticos de nuevo cuño, Miguel Marín, del PP, y Jesús Delgado, siempre cerveza en mano, antes longevo militante del PP, ahora en Vox, antes bramando contra Imbroda y el PP -como lo hizo el PPL, más o menos- ahora dispuesto a todo, enemigos de ayer y ¿amigos? del mañana, en suma. ¿A cambio de…? No de mucho, porque Vox Melilla, con sólo dos diputados y la imposibilidad técnica de pactar con socialistas y musulmanes, no suma lo suficiente sólo con el PP y el acuerdo o desacuerdo, para traducirse en cargos públicos, depende de la decisión de Ciudadanos o, más concretamente, de Eduardo de Castro, que (ver Melilla Hoy del sábado) ha vuelto a insistir que con Juan José Imbroda al frente del PP, nada.
¿Qué dice el, según la voz popular, afortunado poseedor del cargo más rentable que existe actualmente, el de político bisagra? Pues Eduardo de Castro dice lo que siempre ha dicho: con Imbroda y Aberchán, no. Pero deja, aunque enunciada tímidamente, una puerta abierta: la posibilidad de que él sea presidente, con CpM y el PSOE, claro, y aunque Gloria Rojas preferiría ser presidenta ella, como lo es su amado Pedro Sánchez.

Dadas las circunstancias y repasando la historia política melillense, no es tampoco descartable que se pueda producir la fuga de un diputado electo de un determinado partido, para pasar al grupo mixto y votar al que más le diera/prometiera, eliminando a Eduardo de Castro su actual cualidad de único político bisagra. Ya ocurrió y puede volver a ocurrir, como también puede pasar, aunque lo veo poco probable, que no haya acuerdos y que el partido local más votado, el PP, vía su actual dueño y señor, Juan José Imbroda, -que ahora abre sus brazos al PSOE, un partido cuya política es exactamente la contraria de la del PP, y vuelve a decir que sólo estaría un año como presidente, sin descartar que se mantuviera los cuatro años, como ya ha ocurrido más de una vez- se mantenga en la tan ansiada presidencia.
¿El sorpasso (el adelantamiento electoral) más necesario? El de la extinción del clientelismo y de su consecuencia inevitable, la ineficacia, tan presente en nuestra ciudad. Melilla económicamente es una ciudad casi sin presente y claramente sin futuro. La enorme burocracia, la dependencia orweliana de lo público, una de las consecuencias del clientelismo político en lo público que nos abruma y que con el PSOE aumentaría, impiden en Melilla e impedirían en cualquier lugar del mundo que una economía moderna y de progreso -todo lo contrario de lo que defienden los nuevos progres de extrema izquierda- se pueda siquiera empezar a atisbar. Mientras en la comunistoide Melilla -desde el punto de vista económico- los altos puestos sean ocupados por clientelismo y pelotismo, más que por capacidad, independencia y preparación, salir de la catástrofe económica será imposible y la mayoría de los melillenses, entre los que hay muchos muy valiosos, seguirán pensando en marcharse -inmersos en la incertidumbre no sienten que haya futuro- en vez de querer quedarse aquí y poder contribuir -porque lo sienten imposible- a que las inmensas posibilidades de desarrollo que tiene nuestra ciudad se aprovechen.

Posdata.

Estuve el miércoles en un acto de reconocimiento por la Asociación Mem Guímel (Cuarenta y Tres, en español) a una de las personas más valiosas de Melilla, Vicente León Zafra. Vicente nació en un pueblo de Jaén y es un enamorado de nuestra ciudad, en la que ha desarrollado una callada pero extraordinaria labor, en muchos mundos y ambientes locales diferentes. Es un extraordinario militar, pero es, sobre todo, una magnífica persona y un lujo para Melilla, ciudad que conoce muy bien, a la que ha aportado mucho y a la que podría, y querría, aportar mucho más. Podría hacerlo…si no hubiera tanto clientelismo y no dominara tanta mediocridad.

Hablando de melillense valiosos que nos abandonan: Lamento profundamente la muerte de Ramon Antón, un gran melillense, un gran profesional y una gran persona. Que descanse en paz.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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