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Melilla entre la ficción y la realidad. Parte I: Melilla y su economía

Melilla ha experimentado profundos cambios en sus estructuras sociales y económicas, sistemáticamente ignorados por una clase dirigente incapaz de diseñar un proyecto de ciudad realista y afrontar los complejos desafíos que ya podían vislumbrarse para cualquier ciudadano medio.
En el ámbito económico, al que habré de referirme en esta primera parte, la adhesión de España en la Unión Europea en el año 85, y el acuerdo de Asociación de la UE- Marruecos, en vigor desde el año 2000, ya nos advertían de la necesidad de implementar las reformas que habrían de garantizar nuestra viabilidad económica. Sin embargo observamos, con gran perplejidad, a los mencionados dirigentes enfrascados aun en infructuosos debates sobre el pretendido modelo económico, precipitando a los melillenses a la más absoluta indefinición e inseguridad económica y social. Dos décadas después ni hay modelo económico ni se vislumbra.
La displicencia o la enfermiza obstinación en ignorar nuestra realidad han resultado fatales para la ciudad, como lo atestiguan los paupérrimos indicadores socioeconómicos, con consecuencias sociales y humanas dramáticas, en forma de exclusión y éxodo de personas, familias o empresas que se han visto abocadas a la ruina y la desaparición.
El ingreso de España en la UE motivó una ralentización de la economía local, con un crecimiento inferior al resto del Estado, que se hubo de acentuar con el desarme arancelario a resultas de los acuerdos de asociación suscritos por la Unión Europea con los países del Magreb, perdiendo progresivamente la ventaja comparativa que propiciaba lo que eufemísticamente se ha denominado comercio atípico.
Los citados cambios exigían el diseño de un modelo económico que pasaba y pasa por la conversión de nuestras ciudades en plataformas de desarrollo y servicios del sur, así como la mejora de las comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas. Las limitaciones geográficas, el aislamiento de la ciudad, sus deficientes comunicaciones y la ralentización de su crecimiento económico demandaban y demandan un tratamiento específico y prioritario del Gobierno estatal, una frontera fluida, así como una línea abierta constantemente con Bruselas.
Sin embargo la desastrosa gestión de la frontera ha resultado fatal para la economía, que agoniza en todos sus ordenes, comprometiendo seriamente el futuro: cierre de comercios, miles de melillenses desempleados, el 70 por ciento de los jóvenes en paro, que ante la falta de expectativas laborales y vitales en su ciudad no tienen otra opción que la de abandonar su propia tierra, provocando un éxodo de consecuencias personales, familiares y sociales dramáticas.
Melilla ha sido siempre, y puede seguir siéndolo, un gran foco comercial. Es una ciudad fronteriza y es evidente que no puede vivir contra la frontera, sino de ella y con ella. Una frontera bien gestionada puede ser una fuente de riqueza para los ciudadanos instalados a ambos lados de ella. El despertar económico de nuestra ciudad depende de la reactivación del comercio y de la hostelería, en definitiva de buenas comunicaciones por tierra, mar y aire. Con todo es la comunicación terrestre la que requiere un tratamiento prioritario, y la que proporcionará en muy corto espacio de tiempo los mejores resultados, atrayendo a la iniciativa privada y la creación de empleo. No se deben descartar otras iniciativas (turismo o industria), pero la base del despegue económico de Melilla, la que siempre dio y dará riqueza, empleo y bienestar pasa por el comercio, la hostelería, el intercambio, en suma. La seguridad y las trabas desde el otro lado de la ribera no pueden utilizarse como excusas o comodines explicativos del caos fronterizo. Corresponde a los poderes públicos paliar las referidas dificultades. Es cuestión de voluntad política, poniendo todos los recursos al servicio del objetivo de una frontera fluida, vital y estratégico para nuestra ciudad.
Sin embargo no puede obviarse que el acuerdo de asociación que la Unión Europea suscribió con Marruecos en el año 1996 y la progresiva reducción de los aranceles, hasta su práctica desaparición en el año 2010, hace que resulte más atractivo importar a través de puertos como el de Beniensar que atravesando una frontera que por momentos resulta peligrosa e infranqueable. Urge, pues, aprovechar nuestra atenuada fiscalidad para diversificar nuestra economía y atraer empresas con valor añadido, como estrategia dirigida a atraer nuevos consumidores y de mayor poder adquisitivo.
Ciertamente la economía melillense ha experimentado un nuevo revés con el cierre de la aduana comercial, haciendo imposible el tráfico comercial regular, pero sus efectos resultan mínimos si se comparan con las graves consecuencias derivadas de las insólitas medidas adoptadas desde el sector financiero español, retirando del tráfico dinero de curso legal. Sorprende, pues, con la excepción de CPM, el escaso interés que ha merecido esta irregular medida de carácter financiero, sumamente perjudicial para la economía local.
El porvenir de nuestra ciudad no pasa por el Bunker. El futuro de Melilla demanda una profunda reforma de nuestras ya superadas “estructuras” económicas, asumiendo nuestra realidad, superando los prejuicios tan arraigados en clase dirigente, para hacer de ella un puente entre el Magreb y Europa, una ciudad intercultural que al tiempo que se afianza en el marco jurídico-político español, se vuelca con la colaboración económica con su entorno, en la atracción de empresas, la organización de congresos, el turismo trasfronterizo y el respeto a sus potenciales clientes. En definitiva intercambio y cooperación.

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