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Carta Abierta

Carta abierta de agradecimiento a la Escuela de Educación Infantil San Francisco de Asís

Aún recuerdo ese primer día en que llevábamos a nuestro pequeño Luqmân a “la guardería”. No conocíamos el lugar, ni al profesorado, ni siquiera las instalaciones. Todo era nuevo para nosotros y un sentimiento de incertidumbre albergaba nuestros corazones. Durante el trayecto no podíamos dejar de preguntarnos lo que seguro muchos otros padres se preguntaban: “¿Estará mi hijo bien, seguro y atendido?” Era prácticamente la primera vez que dejábamos a nuestro hijo de dos añitos y medio, con personas que no conocíamos, personas con las que nunca antes habíamos hablado. Ciertamente era algo que incitaba a la reflexión, pero confiábamos en la profesionalidad de las personas que gestionaban el centro, así como del equipo humano que lo componía.
Al llegar y al conocer el aula de Luqmân, los educadores y maestros vinieron a saludarnos efusivamente y a animarnos. Le presentamos a Luqmân, a quien dieron un beso e invitaron a pasar. Ahí fue, en ese preciso instante, el cual tengo grabado como si hubiera ocurrido hace cinco minutos, cuando Luqmân empezó a llorar como nunca. No quería entrar y rogaba, suplicaba que no le dejáramos ahí, a pesar de ver a muchos otros niños que pasaban y que también lloraban en su mayoría. Lo pasamos muy mal, era un momento agobiante y dudábamos de si dejarle o no. A continuación, uno de los educadores del aula de Luqmân (Mayores 2) nos sonrió y nos explicó que eso era muy normal, que no nos preocupáramos y que nos fuéramos tranquilos, pues ese era su trabajo y sabían como lidiar con ello.

Así fue, nos marchamos entre lágrimas, viendo como nuestro hijo emanaba gritos, lágrimas y desesperación desde el corazón. Hicimos un ejercicio de estoicidad y salimos, para quedarnos fuera, escondidos, durante unos minutos. No era solo Luqmân el que lloraba, sino que casi todo el aula se cubrió de una sinfonía de notas agudas y graves, sollozos, gritos y lamentos. Un momento duro, sin duda…
Y ahí estábamos, en un pasillo lleno de padres y madres, escuchando llorar a sus hijos, a sus amados retoños, los amores de sus vidas y lo más valioso de ellas, sin poder hacer nada, ya que hacer algo, era lo peor y menos educativo. Solo quedaba llorar también, ser pacientes y confiar en la profesionalidad de aquellas personas a quienes habíamos cedido y otorgado el cuidado de nuestros pequeños, por lo menos durante seis horas al día, de lunes a viernes.

Cuando volvimos a recogerle, el momento en que nos vio Luqmân fue apoteósico, como sacado de una escena de Dickens o de una tragedia griega: corrió hacia nosotros, llorando, expresando el mayor de los enfadados y preguntándonos con su mirada, pero sin palabras, que por qué habíamos abandonado de esa manera… Más adelante aprendí que es una forma de reproche del niño hacia ti, por algo que no entiende y que tardaría días e incluso semanas en “perdonarte”. Evidentemente esto no ocurre con todos los niños, pero en nuestro caso, fue así.

Los técnicos, maestros y educadores nos explicaron educadamente cómo había ido la mañana, nos dieron unos consejos realmente útiles y nos emplazaron a volver al día siguiente para el segundo asalto. Os podéis imaginar cómo fue. Toda una proeza el levantarle de la cama, vestirle y llevarle de nuevo, pero debía hacerse para generar continuidad y habitualidad. Era duro, pero necesario.

Y así continuaban los días, uno detrás de otro, donde ya Luqmân se acostumbró a ese lugar, hizo nuevos amigos, y pasó del llanto a la sonrisa, del “no quiero ir” al “vamos al cole, corre”, del “no me gusta” al “papi, mami, quiero mucho a mi seño y a mi profe”. Es imposible expresar el sentimiento que se alcanza cuando el niño o la niña pasan de la amargura a la felicidad. Te quedabas completamente tranquilo y confías plenamente en ese equipo humano. Es difícil decir esto, pero es la realidad: confías en ese grupo de personas a quienes otorgas libremente la custodia y cuidado de tus hijos. ¿Y cómo es ello posible? La respuesta es simple y única: debido a que estas nobles personas ponen empeño en ello, pues han sido preparadas y educadas para traducir esos sollozos en sonrisas, esas lágrimas de amargura en otras de júbilo y felicidad. Estas personas que cuidan y enseñan a nuestros hijos, deberían ostentar una reputación y dignificación mayor en nuestra sociedad. Deberían ser tratadas con honores, del mismo modo que se hace en Japón, donde a los maestros se llega a saludar con reverencias debido al máximo honor que supone su función laboral: preparar a las mentes del futuro, la columna vertebral del país y el talante natural de la sociedad. Y siempre he dicho que deberíamos corregir la idea equivocada y generalizada que consiste en afirmar que estos maestros, técnicos y educadores hacen eso con nuestros hijos, educarles. No. Eso no es correcto. La educación de los hijos es función y papel de sus progenitores, la de enseñar es la de los anteriores.

Después de esta titánica y enrollada introducción, desearía expresar en nombre de mi familia y el mío propio, mi más sincero y sentido agradecimiento a todos vosotros, familia del Centro de Educación Infantil San Francisco de Asís, por habernos hecho felices, por haber hecho felices a nuestros hijos, por tratarles como si de vuestros propios hijos se tratara y por recibirnos y despedirnos “cada día” con una sonrisa, una explicación de cómo ha ido el día y siempre que fuera necesario, por darnos consejos médicos, nutricionales y educativos para con nuestros retoños.

Deseamos agradecer, de corazón, y en particular, a quienes han estado todo el año cuidando y enseñando a nuestro Luqmân en su clase: Sus maestros, técnicos y educadores, Nuria, María José, Francis, María del Mar y Fadma. Muchas gracias. Infinitas gracias. Habéis formado parte de nuestra vida y de nuestra historia, sobre todo de nuestro hijo. Él nunca lo olvidará, y nosotros tampoco. Podría escribir páginas y páginas sobre las cualidades que cada uno de vosotros mejor ensalza o representa, por lo menos en lo relacionado a vuestra función laboral, pero este empleo, inevitablemente, obliga a que salga a relucir vuestra capacidad y valor humano, vuestro amor por los niños y vuestra predisposición al bienestar de todos ellos. Tenéis un trabajo digno y querido por la sociedad. Gracias de corazón, chicos. Gracias por todo vuestro buen hacer y por ser como habéis sido con nuestros hijos. Las palabras no pueden alcanzar la esencia de lo que intento transmitir, aunque albergo la esperanza que de os hagáis una simple idea de ello. Sois geniales.

También desearía agradecer efusivamente, y en este caso, de forma general y colectiva, a todas las maestras, educadoras y auxiliares/asistentes de las otras aulas. Estoy convencido de que todos los padres piensan lo mismo, o por lo menos, ese es mi deseo.

También deseo expresar mi agradecimiento a muchas de las educadoras o maestras con las cuales he podido interactuar y he tenido el placer de conocer debido a que (aunque no fueran responsables directas de Luqmân), siempre le han dispensado un trato maravilloso, mucho cariño, amor y sensibilidad. A vosotras, estimadas Widiem, Chaila, Fauzia, Nadia, Dunia y su querida “tita” Nasia, muchísimas gracias. Os agradezco de corazón vuestra inestimable y sincera atención para con Luqmân. Siempre estaremos en deuda con vosotras también.

Deseo agradecer también, como no, a todo el equipo de camareras y limpiadoras, al equipo de cocineros, a los ayudantes de cocina, ordenanza, el auxiliar de clínica, las maestras de talleres y a los amables vigilantes de seguridad. A pesar de tener una función determinada, me encantaba ver como participabais en las funciones o tareas educativas de los niños y en vuestros divertidos talleres (las maestras), ya sea con gestos, abrazos, mini lecciones, llamadas de atención o besitos en el aire. Vosotras tenéis una función tan importante como los demás, y por ello os estamos muy agradecidos.

Finalmente, y no menos importante, deseo agradecer efusiva y sinceramente a “la capitana del barco”, la directora del centro, la Sra. Mayra. ¿Qué puedo decir que no le haya dicho ya en persona? Es usted una persona que vive su trabajo, que lo manifiesta con su personalidad, que se desvive por los niños y que hace gala de profesionalidad y atención personalizada y especializada “para cada uno de los niños”. Eso es algo a lo que no estamos acostumbrados los ciudadanos de a pie. Es algo que se habla mientras esperamos a que se abran las puertas para recoger a los pequeños. Su distinción y su marca personal es esa, y por ello así es hoy reconocida y celebrada. Gracias Mayra, por todo. Es impensable ver a la directora de un centro educativo, cada mañana, como una estaca en la puerta del mismo, dando la bienvenida a los padres y madres y saludando efusivamente a cada niño, chocando esos cinco o dándoles un abrazo cuando la ocasión y el momento lo requería. A veces me perdía en mis propias reflexiones y divagaciones acerca de lo embriagador que resulta verle desempeñando su función laboral, con empatía, alegría, profesionalidad y continuidad. Sé que no es nada fácil gestionar y dirigir todo un centro educativo, pero usted lo hace parecer fácil. Nuestro hijo le extrañará y nosotros también. Gracias desde el corazón, a usted y a todos. Mil gracias.

Y en último lugar, que lo había olvidado, gracias a la Ciudad Autónoma y a la consejería de Cultura. A la saliente, gracias por el trabajo realizado y a la entrante, mis mejores deseos para que siga igual.. o mejor.

Nuevamente, en mi nombre y en el de mi familia, sobre todo el de Luqmân, muchísimas gracias y hasta pronto. Nuestros mejores deseos para todos vosotros, con nuestro respeto, cariño y estimación más afectuosa.

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