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La recta final de unas fiestas patronales con bajo respaldo ciudadano

La buena gestión de lo público debería ser la máxima de cualquier Ejecutivo, primando todo aquello que afecta de lleno al ciudadano y demostrar la austeridad no solo en la organización de la feria, sino también a la hora fijar el sueldo de nuestros gobernantes.
Melilla entra en la recta final de sus festejos patronales, una celebración que se organiza en honor a la Virgen de la Victoria. Su culminación vendrá el domingo, tras los actos religiosos, con el apagado de las luces del recinto ferial pasada la medianoche y la siempre complicada operación de desmontaje de las atracciones por los intentos de inmigrantes indocumentados, tanto adultos como menores, de intentar camuflarse en ellas y llegar como polizones a la península.

La feria entra en su último fin de semana, tres días intensos en los que se espera una mayor afluencia de visitantes, y con ello, un refuerzo del dispositivo de seguridad para evitar altercados. Caseteros y feriantes ansían que las previsiones se cumplan y que el melillense acuda a respaldar este tramo final, en especial cuando este año no pocos se quejan de una menor presencia de clientes. Claro está que cada uno cuenta la feria según le va, como bien recoge el refrán, y para el nuevo gobierno, está siendo un éxito.

Lo que queda claro es que ha sido una prueba de fuego para el nuevo equipo de Festejos, arropado por otras áreas como Juventud o Medio Ambiente. Ilusión y ganas no les han faltado, pero la inexperiencia les ha jugado una mala pasada. La apuesta por los artistas locales, un recurso fácil cuando se quiere ahorrar, no ha estado exento de polémica. La respuesta del público no sido la esperada, como bien se pudo comprobar el primer fin de semana, pero no por la falta de calidad del talento melillense, sino por la nula publicidad que han tenido músicos y cantantes Made in Melilla. Al margen, la polémica por la contratación del hermano de la delegada del Gobierno para el recital de hoy viernes y que se ha resuelto con la renuncia del propio artista. Queda claro que Melilla debe arropar a sus artistas, porque lo merecen y necesitan, pero esto no debe estar reñido con la necesidad de intentar contentar, algo harto difícil, al conjunto de la ciudadanía incluyendo en los carteles artistas de primer nivel.

El lunes será el momento de analizarlo todo, de la autocrítica, de saber, por ejemplo, si se han superado o no las cifras de 200.000 visitantes como recibió la feria de 2018; si el día del niño y el del día de la tapa son insuficientes para potenciar la visita de ciudadanos al recinto ferial o si hay que incorporar otro atractivo más, como el día de la manzanilla o alguna jornada con un enfoque más multicultural que convenza a ciudadanos de todas las comunidades, acudir y participar en esta celebración.

Será también cuando se analicen los aciertos y errores, y se busquen soluciones y nuevas propuestas. La consejera de Festejos, Gloria Rojas, invita a los melillenses a que se impliquen y digan en qué quieren mejorar los festejos patronales, pero lo que debe quedar claro es que una feria para funcionar necesita de un mínimo gasto económico, pero el suficiente para no debilitarla, porque es un evento de ciudad, una cita que disfrutan miles de ciudadanos. La buena gestión de lo público debería ser la máxima de cualquier Ejecutivo, primando todo aquello que afecta de lleno al ciudadano y demostrar la austeridad no solo en la organización de la feria, sino también a la hora fijar el sueldo de nuestros gobernantes.

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