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Carta del Editor

Elección melillense marcada por el extraño crecimiento del voto por correo

El griego Platón, seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, mencionó varias veces en sus Diálogos el thymós, el alma, algo ligado al deseo humano de reconocimiento y dignidad. Todos los seres humanos tienen alma, thymós, decía Platón, y ahí radica la humana esperanza liberadora de la inmortalidad.

Cada ser humano busca, a su manera, el reconocimiento y la dignidad. Los políticos también, y hoy se someten en España a nuestro electoral grado de reconocimiento, con su thymós esperanzado en lograr una porción de liberadora inmortalidad. ¿Lo lograrán? El griego Platón, seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, mencionó varias veces en sus Diálogos el thymós, el alma, algo ligado al deseo humano de reconocimiento y dignidad. Todos los seres humanos tienen alma, thymós, decía Platón, y ahí radica la humana esperanza liberadora de la inmortalidad.

Cada ser humano busca, a su manera, el reconocimiento y la dignidad. Los políticos también, y hoy se someten en España a nuestro electoral grado de reconocimiento, con su thymós esperanzado en lograr una porción de liberadora inmortalidad. ¿Lo lograrán?
Supongo que, tras el obligado día de reflexión, “la gente”, como dicen los comunistas de Pablo Iglesias, habrá tenido tiempo de pensar en el cuerpo y en el alma, aunque, como se preguntaba Ussía el jueves en La Razón, ¿Qué puede reflexionar un ciudadano durante el Día de Reflexión previo a unas elecciones? ¿Acaso necesita esforzarse mentalmente para decidir a quién votar? ¿No le sobran motivos ideológicos, sociales, evidencias, traiciones, mentiras, promesas y demás alforjas de la Política para tener plenamente elegida la opción de su voto?
Vivimos en la civilización del espectáculo, como decía Mario Vargas Llosa. Lo importante no es el fondo, sino la forma. En las televisiones, las de Atresmedia especialmente, hemos tenido, en esta corta etapa electoral recién concluida, “la mejor demostración de que la pantalla banaliza los contenidos, las ideas, y tiende a convertir todo lo que pasa por ella en espectáculo, en el sentido más epidérmico y efímero del término”. Solo vía la banalización y la manipulación se pueden entender algunos de los resultados de las elecciones españolas.
¿Qué pasará hoy? Para el PSOE del chulesco Pedro Sánchez, quedar por debajo de lo que tenían -como pasará hoy, según todas las previsiones- será un fracaso que, en cualquier democracia consolidada y con tradición, produciría la dimisión o el cese del que llevó a su partido y a los españoles en general a unas nuevas elecciones, muy aburridas y muy caras, en un momento especialmente malo de la economía española. Unas elecciones que no resolverán el ansia incontrolable de poder absoluto que muestran Sánchez, sus muchos medios de comunicación afines y su dominado PSOE. El PSOE de Melilla, probablemente el peor PSOE de España, tampoco le va a ayudar mucho al venerado jefe de Gloria Rojas y su participación en el espantoso Gobierno que padecemos es una losa electoral en Melilla, una losa imposible de superar, a pesar de las carrozas de caballos, propuestas por Jaime Bustillo, su triste candidato al Congreso, como elemento promotor del turismo local.

El que le va a comer votos -por correo y sin correo- es precisamente su socio en el Gobierno, Coalición por Melilla, que ya ha apelado al voto de izquierdas. Aberchán puede ser de izquierdas y de derechas, de arriba y de abajo, de los empresarios y de los funcionarios, del campo de golf y contra el campo de golf, de los borregos marroquíes y contra los borregos marroquíes, islamista y contra islamista, marroquí y contra marroquí, amigo y enemigo, dictador y demócrata, muy religioso y nada religioso, de una cosa y de todo lo contrario, en resumen. Lo que no podrá ser es candidato al Congreso -su gran aspiración actual, por razones personales- junto con su socio local, el PSOE, que despreció su aspiración de presentarse juntos, con él para el Congreso. Tampoco podrá explicar el origen de tanto dinero como ha empleado en sus últimas campañas electorales, voto por correo incluido.

Imbroda, como Aberchán, ha llevado a estas elecciones en Melilla a la idea -además de no presentarse a más elecciones- de que solo hay dos partidos que pueden ganar, el PP y CpM, y ha insistido Juan José Imbroda en que hoy, en cada lugar de España, Melilla incluida, gana el más votado, no el que -como pasa a la hora de nombrar gobiernos- suma la mayoría de los escaños de los votados. En otras palabras, si Aberchán saca un voto más que Otazu, el diputado por Melilla será Aberchán. Y viceversa. Y eso es así aunque sea incapaz de entenderlo, como en él es habitual, el Coordinador de Vox en Melilla, Jesús Delgado, quien, como yo había vaticinado, no se ha atrevido a presentarse como candidato de su partido en estas elecciones, en las que quizás tenga razón Imbroda y un voto para Vox, en esta ocasión de elecciones generales -algo muy distinto de lo que sucede en las locales- es en la práctica un voto para Aberchán, en cuanto que se lo quita a Otazu.

De fondo, y pensando en nuestro futuro melillense, estoy muy de acuerdo con lo que decía -ver la entrevista del periódico del jueves- el candidato al Senado por los Verdes, Nourdine Ahmed Hassan. Nourdine, hasta hace poco militante de CpM, aseguraba -con toda la razón- que si el voto por correo -que tan extraordinariamente ha crecido en Melilla-se anulase, la pugna electoral de hoy sería más interesante (y más limpia) y apostaba por un futuro para Melilla en el que las formaciones políticas sean, de forma natural, interétnicas. Ese es nuestro camino, nuestro único camino de pervivencia digna.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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