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Carta del Editor

La maldición del gafe

Dijo públicamente uno de los peores tipos que en España habitan, Pedro Sánchez, el 19 de septiembre de 2019: “Si hubiera aceptado las exigencias de Iglesias hoy sería presidente. Pero no dormiría, como el 95% de los españoles, incluidos votantes de Podemos”.

Menos de un mes después, tras el estruendoso fracaso de su intento electoral de reforzar su personal posición política, Pedro Sánchez se fotografía estrechamente abrazado al comunista Pablo Iglesias, entrega el Gobierno de España al comunismo venezolano y se pone en manos de la izquierda republicana y separatista catalana (ERC), además de en las de los no menos separatista vascos del PNV (ya solo con 6 diputados), todos los partidos regionalistas y los terroristas de Bildu. Dijo públicamente uno de los peores tipos que en España habitan, Pedro Sánchez, el 19 de septiembre de 2019: “Si hubiera aceptado las exigencias de Iglesias hoy sería presidente. Pero no dormiría, como el 95% de los españoles, incluidos votantes de Podemos”.

Menos de un mes después, tras el estruendoso fracaso de su intento electoral de reforzar su personal posición política, Pedro Sánchez se fotografía estrechamente abrazado al comunista Pablo Iglesias, entrega el Gobierno de España al comunismo venezolano y se pone en manos de la izquierda republicana y separatista catalana (ERC), además de en las de los no menos separatista vascos del PNV (ya solo con 6 diputados), todos los partidos regionalistas y los terroristas de Bildu.

Una persona ajena a todos estos tejemanejes políticos podía deducir que Pedro Sánchez ha padecido, además de otros muchos males del alma, un brutal ataque de insomnio, porque, como dijo, con Podemos “no dormiría”. Eso será malo para su salud y probablemente se lo merece, pero ¿por qué el 95% de los españoles, yo incluido, tenemos que soportar la falta de sueño al que el conocido como Falconetti nos condena? Y no es solo falta de sueño lo que, según el pronóstico del causante, los españoles vamos a padecer. Vamos a sufrir muchas más cosas, entre ellas la ruina y la ruptura de España en pedazos, en el ámbito nacional, y la desaparición de Melilla como ciudad española, en el local.

La esperanza de salvación reside precisamente en la falta absoluta de escrúpulos del eterno presidente en funciones. De digo a Diego, del no es no al sí es sí, de contigo nunca a eternamente contigo, de contigo no se puede dormir a lo bien que se duerme contigo, etc. La esperanza es que este Gobierno Frankenstein, este Gobierno de funcionamiento imposible -como el de Melilla- se quede en un brindis al sol más. Esa esperanza es lo último que nos queda.

No todo es malo en el panorama. La sentencia del Supremo sobre la imposibilidad de que los no electos en Ceuta y Melilla puedan ser miembros del Gobierno es un empujón hacia la normalidad maltratada. “Lo cierto -dice el Tribunal Supremo- es que la Constitución quiere que el gobierno local esté en manos de los vecinos o de quienes han elegido para que les gobiernen” y, añade, “las ciudades de Ceuta y Melilla son entidades locales” y “únicamente el alcalde y los concejales son los que integran el ayuntamiento”, no los del tipo Julio Liarte, el gafe monumental que no ha sido votado por nadie para nada, ni lo será jamás.

El auto del Tribunal Supremo es “firme” y contra él “no cabe recurso alguno”. El todavía presidente de la ciudad de Melilla (no de la Ciudad Autónoma de Melilla, un término que en nuestro Estatuto no se contempla ni se cita) pretende engañar y dilatar lo inevitable, el cese inmediato de los consejeros Julio Liarte, Fernando Rubia y Paula Villalobos y de los viceconsejeros Jaime Bustillo, Jalid Said y Yusef Kaddur.

Ahora De Castro ataca lo que antes, en la oposición, defendía: que el presidente de Melilla no puede nombrar consejeros ni viceconsejeros que no sean electos. De Castro ha demostrado ser una maldición para Melilla. Una maldición que, al ponerse en manos del gafe Liarte, no deja de caerle encima a él, que se lo merece, y a Melilla entera, víctima inocente. Una maldición que le puede llevar a la cárcel, porque, si no cumple lo que el Supremo ordena, con toda seguridad será multi denunciado y, más que probablemente, condenado. Él, junto con todos aquellos funcionarios que firmen lo que no deben firmar.

Nuestra ciudad, que ya estaba casi paralizada con el Gobierno de Eduardo de Castro, ahora lo estará totalmente. Esa es la “normalidad” del fiasco De Castro, cuya dimisión, cese o desalojo de la presidencia es la única solución para Melilla. Un cambio de Gobierno inmediato, ya sin el presidente fallido, es urgente e imprescindible y CpM y el PSME-PSOE -que en Ceuta ya gobierna con el PP- deben propiciarlo, como las últimas elecciones generales han puesto de manifiesto y para evitar ser absorbidos también por la maldición del gafe, que ahora ha tomado la forma de sentencia del Supremo y que ya afecta a toda Melilla.

Posdata
Del auto del Tribunal Supremo -que fue ocultado por De Castro durante varios días hasta que se hizo público y no pudo seguir ocultándolo- hay una frase que repito porque, en el caso de Ceuta y Melilla como en cualquier otro caso español, me parece especialmente importante: “Lo cierto es que la Constitución quiere que el gobierno local (ceutí y melillense incluidos) esté en manos de los vecinos o de quienes han elegido para que les gobiernen”. En manos de los vecinos o de quienes hayan elegido, no en manos de gafes no electos como Liarte, por ejemplo.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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