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Religión

La devoción por el Cristo del Socorro en Melilla (1819-2019)

“Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! Jamás el bosque dio mejor tributo. En hoja, en flor y en fruto. ¡Dulces clavos! Dulce árbol donde la vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!”
Gran devoción es la que sienten los melillenses por esta imagen de Jesús Crucificado, conocida popularmente como Cristo del Socorro. Cada año tenemos la oportunidad de verla recorrer las calles de Melilla la Vieja en el tradicional Vía Crucis y posteriormente el Viernes Santo, a hombros de mujeres, precediendo al Santo Sepulcro. Dos siglos de historia y de historias en nuestra ciudad. He aquí unas breves pinceladas.
Autoría de la talla.-Hemos de trasladarnos a la primera mitad del siglo XIX, con alguna que otra incógnita sobre todo en lo concerniente a la autoría de la misma, hecho en el que los historiadores no se ponen de acuerdo. Para el que fuera cronista oficial de la ciudad, Rafael Fernández de Castro y Pedrera, quien realizó esta talla fue un oficial de artillería de la guarnición de Melilla utilizando como material un tronco de grandes dimensiones que llegó para aprovisionamiento de leña desde Ibiza. Constantino Domínguez apunta a que dicho oficial estaba cumpliendo condena en el penal. También existe disparidad de criterios acerca del origen del material que sirvió para su talla. Uno pudo ser el ya apuntado y el otro que el madero llegó flotando tras uno de los fuertes temporales que dejó incomunicada la ciudad. Queda pues patente que no fue una escultura encargada por la Cofradía sino, con toda probabilidad el trabajo de un devoto que dedicó su tiempo a realizar una talla con la que inmortalizar a un Cristo Crucificado ya muerto.

Aspectos artísticos.-Sergio Ramírez González en su obra El triunfo de la Melilla Barroca hace la siguiente descripción sobre la imagen: “La talla de referencia denota claramente la falta de una formación artística completa del autor al decir de la rigidez compositiva, desproporción de los volúmenes y falta de naturalismo generalizado. Una representación de Cristo muerto que acentúa el dramatismo en la zona del rostro, cuya caída sobre el hombre no hace más que desviar la atención y aumentar el misterio sobre este. A partir de la amplia cabellera ondulada y la barba recortada se intuyen unas facciones duras y prominentes, eclipsadas por el gesto agonizante y gemebundo que le proporcionan los ojos vueltos y el desplome de la mandíbula.

Fijado a la cruz con tres clavos. No consigue adaptar a esta el movimiento natural del cuerpo, decantándose por un equilibrio y simetría solo rota por el giro de la cabeza. Qué duda cabe, que el autor centró sus miras en la estatuaria pasionante del Seiscientos hispalense a la hora de modelar las piernas y paño de pureza, donde justo es decir consigue los mejores resultados. Sin embargo, la caja torácica se muestra descompensada en sus partes y con una preeminencia desorbitada del componente óseo, en tanto los brazos vienen a trazar estrictas líneas diagonales que constriñen el natural descolgamiento del cuerpo.”
“Cantemos la nobleza de esta guerra,/el triunfo de la sangre y del madero:/ y un Redentor, que en trance de Cordero,/sacrificado en cruz, salvo la tierra.”
Cristo de la Vera Cruz.- Desde tiempo inmemorial veneraba el pueblo de Melilla al Cristo de la Vera Cruz, no siendo posible dar una fecha exacta de su llegada a esta población aunque se apunta que pudo ser transportado en la misma expedición que trajo a Pedro de Estopiñán a estas costas. Lo cierto es que el gran deterioro que sufría dicha talla tanto por su antigüedad como por ser la que siempre se sacaba en procesión en los momentos más difíciles hizo que el 28 de diciembre de 1819 varios miembros de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario: Luis de Morales y Reyes, practicante de la Real Botica; Fernando Moyano y Jacinto Díaz Capilla subtenientes de las Compañías Fijas de guarnición en la Plaza, en calidad de hermano mayor, tesorero y mayordomo de la citada cofradía, solicitasen al Ilmo. Sr. Obispo de Málaga D. Alonso Cañedo y Vigil, quien fuera presidente de las Cortes de Cádiz y uno de los padres de la Constitución de 1812 que:
“Teniendo una imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, que sirve para el paso o Procesión del Viernes Santo, y siendo ésta muy vieja, y con algunos defectos, se ha hecho otra del mismo tamaño hermana y con todas las reglas del arte”, suplicando conceda licencia para que el Sr. Vicario o Curas la bendigan, a fin de colocarla y venerarla en lugar de la antigua, e igualmente otra pequeña de la misma imagen, y les conceda las indulgencias que tenga a bien.”
El 8 de enero el Sr. Obispo, con la firma del secretario y arcediano de la Catedral de Málaga, Narciso Crooke y Sánchez Barriga, facultaba al entonces Vicario de Melilla, para que pudiese bendecir y colocar dos imágenes de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado. En el comunicado decía también que: “Y al mismo tiempo da las gracias a los suplicantes, por el celo y deboción que manifiestan en promover y aumentar el culto de Dios…”. Fue en esa fecha pues cuando se produjo la duplicidad de imágenes de la Vera Cruz en la Iglesia de la Purísima Concepción de Melilla. La antigua que tenía cofradía propia fue llevada al testero principal de la Capilla Bautismal (donde ha estado ubicada hasta su traslado al Sagrado Corazón de Jesús tras el terremoto de enero de 2016) quedando libre el lugar para la colocación de la nueva.

Origen de la advocación del Cristo del Socorro.- Durante algún tiempo fue venerada como Nuevo Cristo de la Vera Cruz, pero los hechos acontecidos en la primavera de 1823 cambiaron su nombre al que actualmente ostenta. Sobre este hecho Joaquín Sánchez de Valenzuela, perteneciente a una de las familias más antiguas de Melilla, relató la historia de lo acontecido, quizá recibida de sus antepasados.

Era entonces gobernador interino de la Plaza, el teniente coronel de Infantería Antonio Mateo Malpartida; consciente de la agobiante situación por la que estaban atravesando, tras la celebración de la Eucaristía, expuso ante el Consejo de Guerra la necesidad de tomar una decisión con urgencia por muy dura y difícil que esta resultase. Acordaron enviar, a pesar del fuerte temporal de Levante, una embarcación a Málaga en súplica de socorros, siendo estos muy urgentes para la continuidad de las gentes que moraban en esta Plaza. El alférez de las Compañías Fijas, José Morales, a quien sus convecinos apodaban Pepe el Caribe por su falta de fe y religiosidad, fue designado previo sorteo para que marchara a la capital malacitana en busca del auxilio.

Apenas la embarcación se hubo separado unos metros del muelle un fuerte golpe de mar la hizo zozobrar frente al Torreón de la Florentina, salvándose milagrosamente sus tripulantes, pudiendo llegar a nado hasta el embarcadero. La alegría de ver que habían logrado conservar la vida se tornó rápido en tristeza y desconsuelo ya que su única posibilidad de salvación había fracasado. Pero aquella noche corrió por toda la ciudad la noticia de que el vigía había avistado un barco rumbo a la rada. Grande fue la algarabía del vecindario, siendo celebrada con el repique general de campanas. La mayoría del vecindario se apresuró a salir de sus casas y dirigirse a las murallas gritando con gran júbilo. Fue tal el estruendo que formaron que quienes viajaban en el buque creyeron que la situación era otra y que la plaza había sido sitiada. Decidieron entonces virar el rumbo de la misma alejándose de la costa.

Mientras tanto en la iglesia había un grupo encabezado por el citado Morales quien confesó que al saber que debía realizar una misión tan peligrosa, a pesar de su falta de fe, en esos momentos puso sus ojos en la imagen del nuevo Cristo. Dijo también que en tanto que nadaba tras el naufragio en su mente solo estaba el Santo Cristo a quien imploraba ayuda nombrándole en varias ocasiones como Cristo del Socorro. Ver la marcha de la embarcación incrementó la desesperación de los melillenses que decidieron sacar del templo a esta nueva talla y procesionarla por el camino que corre por toda la muralla hasta el Torreón de las Cabras. Fue entonces cuando la tripulación al ver la cruz alzada, comprendieron que sus temores eran infundados y pusieron rumbo a la ciudadela haciendo llegar a su población el sustento que tanto precisaban. La alegría de aquellas personas fue aún más grande que la vivida horas antes, creyendo firmemente que el Nuevo Cristo de la Vera Cruz había obrado el milagro. Con gran celeridad se lanzaron varios botes al agua para salir en busca de los víveres que habían sido enviados a Melilla por el empresario y asentista Manuel Agustín Heredia Martínez.

Finalizados los trabajos de descarga y tras mantener conversación con el patrón (Juan Palmet según reza en la obra Efemérides y Curiosidades de Gabriel de Morales) éste les dijo que regresaba a la Península muy apesadumbrado creyendo la ciudad perdida y teniendo que dar tan triste noticia. Pero que cuando observaron la imagen del Santo Cristo procesionando por las murallas sintieron enorme alegría y sin mayor dilación corrigieron el rumbo de la nave para poder cumplir con la misión que les había traído desde Málaga, que no era otra que la de entregar los víveres tan necesarios para la supervivencia de la población. Desde entonces aquella imagen de Cristo Crucificado pasó a denominarse Santo Cristo del Socorro.
Soneto a Cristo crucificado
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Efemérides de la historia de Melilla (1497-1913). Gabriel de Morales y Mendigutia.
  • Resumen Histórico del Patronazgo de María Santísima de la Victoria Excelsa Patrona de Melilla y Breve historial de las antiguas iglesias y ermitas de la ciudad de Melilla (siglos XVI al XX). Rafael Fernández de Castro y Pedrera.
  • El triunfo de la Melilla Barroca. Arquitectura y Arte. Sergio Ramírez González.

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