No debemos fiarnos de los datos oficiales que nos proporcionan sobre la situación de la pandemia del Covid-19 en España, ni en Melilla
No me importan los largos encierros pero odio, cada día más, los encierros forzados, la falta de libertad.
Aun así, los estoy soportando, excepto cuando aparece Pedro Sánchez en las televisiones con esas sus interminables comparecencias cantinflescas llenas de topicazos simplistas, de filosofía barata declamada en tono pomposo y huero, plagadas de mentiras flagrantes. Me contengo para no romper la televisión a patadas porque, tal y como están y seguirán estando las cosas, no tendré dinero para comprar otra después de que llegue el bienaventurado momento en el que Sánchez -que pretende ser Kennedy pero que más bien es Maduro- nos deje de martirizar desde la presidencia. Un presidente financiado forzadamente por mí y por el resto de los españoles, a los que él, para no pronunciar el nombre de España, nos llama, tratándonos de tu, “compatriotas”. Y cuando leo discursos de John Fitzgerald Kennedy todavía me indigno más con este presidente “compatriota” fraudulento que padecemos.
He escrito ya varias veces sobre que no debemos fiarnos de los datos oficiales que nos proporcionan sobre la situación de la pandemia del Covid-19 en España. Tampoco de los datos que nos mandan desde el Gobierno de Melilla. Se extiende la idea de que el número de muertos y de afectados por el coronavirus es tres veces superior al de los datos oficiales. Y, en el fondo, permanece el hecho de que si no se hacen test nunca sabremos cuántas personas están infectadas ni cuántos muertos ha originado el maldito virus … y la ineficacia estatal.
La consigna oficial es que esto va cada vez mejor, que ya se está controlando la enfermedad, que es “una lucha de todos”, que debemos de aplaudir mucho. Sí, debemos de aplaudir a quienes se lo merecen, entre los que, desafortunadamente, no se encuentra el Gobierno de España. Ni el de Melilla.
