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Dar alas al transfuguismo

Acceder a dar a Jesús Delgado Aboy el mismo estatus que al resto de diputados supone blanquear el transfuguismo y, lo que es más peligroso, darle alas. Porque si encima sale bien parado, otros podrían seguir su mismo ejemplo, dando lugar a una Asamblea totalmente inestable, con miembros movidos por sus propios intereses y no por los del interés general El Gobierno de Melilla parece estar dispuesto a dar alas al transfuguismo. Los acontecimientos así lo demuestran. El último de ellos, cuando hace unos días la Mesa de la Asamblea accedió a iniciar una reforma del Reglamento para acceder a las peticiones del diputado no adscrito que tenemos en la cámara parlamentaria que representa a los melillenses. No puede decirse que Jesús Delgado Aboy ejerza dicha labor. Desde el escándalo nacional que protagonizó a principios de este año, que derivó en su expulsión del partido, y su posterior negativa a entregar el acta de diputado, Jesús Delgado Aboy se representa a sí mismo y no a quienes votaron la candidatura de Vox en las elecciones celebradas hace 13 meses.
Partiendo de esa base, no se puede interpretar que Jesús Delgado Aboy esté a la misma altura que los otros 24 diputados que permanecen fieles a las siglas políticas con las que se presentaron a las elecciones. Y, por lo tanto, no merece tener la misma consideración ni los mismos recursos que el resto, porque sería algo así como reírle la gracia a quien no actúa de forma correcta en democracia. Encima, pagado con los recursos públicos de todos los melillenses, incluidos aquellos que votaron a Vox y se sienten traicionados por quien lideraba dicho partido hasta hace unos meses.
Acceder a dar a Jesús Delgado Aboy el mismo estatus que al resto de diputados supone blanquear el transfuguismo y, lo que es más peligroso, darle alas. Porque si encima sale bien parado, otros podrían seguir su mismo ejemplo, dando lugar a una Asamblea totalmente inestable, con miembros movidos por sus propios intereses y no por los del interés general.
Esto es algo que deberían tener muy presente aquellos que se puedan ver tentados a halagar a Jesús Delgado Aboy para dar consistencia a la ajustada aritmética parlamentaria que sostiene al Gobierno. Y no solo por la poca fiabilidad que ofrece cualquier tránsfuga que se precie, que habitualmente es alguien con unos principios cambiantes como los de Groucho Marx, sino también porque el transfuguismo le hace un flaco favor a la política, con la que los ciudadanos ya están bastante desencantados.
Por eso tampoco fue muy buena idea la del joven socialista Mohamed Mohand cuando el pasado viernes, en la Asamblea, bromeó con el diputado de Vox, Juan Carlos Escoz, diciéndole que por su forma de ser en realidad no era de ese partido y que lo dejara para pasar a ser diputado no adscrito, siguiendo la misma senda que su antiguo compañero de escaño. Mohand lo soltó a modo de chiste y a muchos de los allí presentes les provocó la risa, pero una cosa está clara, y es que con el transfuguismo pasa como con las cosas de comer: no se juega.

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