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Día de flores y reencuentros en la conmemoración de la festividad de Todos los Santos

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El buen tiempo se adueñó de Melilla en la celebración de Todos los Santos. Bajo un sol plomizo el Cementerio de la Purísima Concepción se abrió por completo a los melillenses, convirtiéndose en anfitrión del constante ir y venir de gentes de todas las edades, mayores y niños, que acudían con gusto a cumplir con la tradición. Si dentro se respiraba tranquilidad, en el exterior el trasiego de los puestos de flores y la lucha por encontrar un aparcamiento libre pusieron la nota anecdótica. En el interior de un camposanto con 122 años de historia, las familias melillenses acudieron a la cita de Todos los Santos compartiendo recuerdos, a veces en silencio, delante de la sepultura del ser que les dejó. Después, a recorrer los sepulcros de amigos y vecinos, los majestuosos pabellones militares y la tumba del 'Soldado de los Milagros', en la que dejar un ramo de flores.

El día de Todos los Santos también hizo posible reencontrarse con amigos y vecinos en este acto social, en el que intercambiar saludos o ponerse al día de las últimas cuitas familiares. En los corrillos, se intercambian lágrimas y palabras de consuelo, risas y algún cotilleo, y hay también quienes pretenden arreglar el mundo. Pero sin lugar a dudas el tema que de forma reiterada más se oye son las quejas del precio de las flores, y es que según los asiduos, en los últimos días se ha pasado de 5 euros la docena de margaritas a los los seis euros. El dinero también está presente en el mundo de La Parca, y es que un sepelio en Melilla puede salir por los cuatro mil euros, entre caja, esquela, flores, el traslado y demás trámites, según datos facilitados por una de las empresas de pompas fúnebres de la ciudad. El precio se puede encarecer en 133 euros si se decide por la incineración.

Ciudad Autónoma
Los visitantes al camposanto cristiano se encontraron ayer con algunas de las mejoras realizadas por la Ciudad Autónoma. La nueva fuente en la galería del Carmen o los murales que Miguel Duplas ha confeccionado en el patio de entrada al recinto. También se ha renovado la pintura externa del camposanto, que vuelve a recuperar el blanco inmaculado. Aunque se inauguró el año pasado, lo que no pierde actualidad es el panel informativo instalado en el hall de entrada al cementerio, y que recoge datos sin duda de gran interés, como la historia de los panteones militares, la ubicación de los sepulcros de melillenses de renombre, y tumbas de gran belleza ornamental.

En cuanto a las incidencias registradas en esta jornada, Mariano Carralero, administrador del Cementerio, manifestó que este año no se han detectado problemas, y que en cualquier caso, había un retén de limpieza y fontanería dispuesto para atender cualquier contingencia.

Soldado de los Milagros
Este año, el primero en varias décadas, la tumba del "Soldado de los milagros" no ha podido contar con la presencia de familiares y amigos desplazados desde la península como venía siendo tradicional. José López Franco, el hermano menor del "soldadito", fue intervenido recientemente y el médico le desaconsejaba el desplazamiento. Los familiares no quisieron forzar la situación y que José se sumara a venir con el grupo previsto, por lo que decidieron suspender la venida. No obstante, agradecen a los melillenses el cariño con el que guardan la memoria de Benito López Franco, el "Soldado de los Milagros" de Melilla que no se siente solo en este otro lado del estrecho.

Ayer, decenas de melillenses se acercaron a su sepulcro, cubierto de flores, estampas, fotografías y esculturas, para rezar o depositar una ofrenda en señal de agradecimiento. La familia de Benito cuenta que son muchas las personas que les hablan de intervenciones milagrosas, entre ellas, curaciones de padecimientos de suma gravedad, pero también de hechos de menor relevancia pero de igualdad importancia. Musulmanes y cristianos, melillenses y peninsulares se acercan a visitar a la tumba de Benito para darle las gracias.

Un difícil trance
El Día de Todos los Santos es, sin lugar a dudas, una jornada difícil para todos, porque en ella se recuerda con más fuerza si cabe, a aquellos que nos abandonaron, seres queridos que dijeron un adiós definitivo y que para los que quedaron aquí, pase el tiempo que pase, siempre será doloroso y triste.

El duelo por la muerte de ser querido se considera superado cuando la persona se siente afortunada por haber compartido la vida con el fallecido, según ha informado el miembro del Equipo de Investigación, Formación e Intervención Psicológica de la Universidad Miguel Hernández (Alicante), Miguel Bernabé.
"Es un proceso normal que nos prepara para vivir sin la presencia física de esa persona y con la que tenemos un vínculo afectivo a ella. La intensidad y la duración del duelo, depende de diversos factores como las circunstancias de la muerte, la edad o la existencia o no de conflictos son algunos de los que más influyen, que suele ser, en circunstancias normales de 2 años", ha argumentado, por su parte, la doctora en Psicología de la Universidad Miguel Hernández, Mª José Quiles.

Y es que, durante el proceso del duelo, las personas suelen experimentar varias etapas. En primer lugar, se produce una fase de 'shock', en la que el principal reto es aceptar la realidad de la pérdida; posteriormente suele venir una etapa de "rabia" donde es común el sentimiento de "desamparo y dolor", unido a problemas de "insomnio, pesadillas o baja autoestima"; a esto le sigue una etapa de desesperanza, que es cuando se empieza a ser consciente de que la persona "nunca volverá"; y, finalmente, aparece la fase de reorganización.
"El momento clave en el que hemos superado el duelo, es aquel en el que nos sentimos afortunados de haber podido compartir nuestra vida con esa persona", ha insistido Bernabé, quien ha apostillado que, sin embargo, en las fechas significativas como Navidades o el Día de los Difuntos es "completamente normal" tener la sensación de estar recorriendo una y otra vez estas cuatro fases.

Por ello, la compañía Meridiano, del Grupo ASV, en colaboración con su Equipo de Apoyo Psicológico y el Equipo de Investigación, Formación e Intervención en Psicología de la Universidad Miguel Hernández, ha aconsejado que, para recordar a la persona fallecida sin sufrir, se normalice la situación; se expresen los sentimientos y se comparta su recuerdo con otras personas; no se tema nombrarle, si no recordar momentos felices y anécdotas compartidas; y se vuelva a "mirar a la vida".
"A medida que todas estas emociones sean menos intensas, nos encontramos ante un síntoma claro que nos estamos adaptando con calma a la realidad de esta gran pérdida. La muerte de un ser querido es una de las circunstancias más terribles a las que todos nos enfrentamos a lo largo de la vida, pero también, puede convertirse en una experiencia enriquecedora que nos haga madurar y crecer internamente", ha zanjado Bernabé.

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Redacción

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