Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

El rincón de Aranda

Cartas desde la Purísima IX

En el Barrio Del Real, dedicado dedicado al General, D. Pedro Del Real y Sánchez Paulette, existía una calle rotulada con la fecha: “9 de Julio”, que desde estas líneas le pregunto al responsable, o al que dirige el callejero de nuestra ciudad, con qué argumentos, qué criterios, qué es lo que acordaron en el Pleno, para retirar la placa donde figuraba esa fecha tan emblemática….

…; y lo digo porque ese fue el día en que se oyó la cobarde e ignominiosa, primera descarga de fusilería de la denominada: “Guerra del 9”, o del “Barranco del Lobo”. ¿Es que no había calles en Melilla, para colocar el de las Infantas?. ¿Por qué no retiran los absurdos nombres de Napoleón, Mira al Puerto, las de los Falangistas, y el de su jefe, José Antonio?, por ejemplo. Yo espero que ante estas preguntas haya alguien, con autoridad, que me responda, con objetividad, porque es lo que muchos melillenses se preguntan a menudo. Y volviendo a nuestra Historia: Eran las seis de la mañana, del 9.07.1909, cuando el Capataz, Gregorio Otero, con trece obreros españoles, desde Melilla, se dirigían a la 2ª Caseta, por la vía del tren. Apenas traspasaron las líneas de nuestro campo, se pudo oír una descarga, hecha desde una cañada, donde cayeron mortalmente heridos: Emilio Esteban, Cristóbal Sánchez, Salvador Pérez y Tomás Almeida. Este último, que fue uno de los penados que se acogieron a la condición de Liberto, por la Ley del 22.10.1906, para circular libremente por la ciudad, es el que se dirige a nosotros, y dice así:
“Queridos melillenses: me llamo Tomás Almeida; soy un mulato cubano, de Matanzas. Os escribo desde el Panteón de Margallo, lugar donde descanso desde el 9.07.1909, junto a mis compañeros Emilio Esteban, Cristóbal Sánchez y Salvador Pérez, cuando nos asesinaron. Yo tenía entonces, 45 años, cuando me mataron los moros en las cercanías de Beni Enzar. Eran las seis de la mañana de aquél fatídico día cuando, junto a nuestro capataz, Gregorio Otero, nos dirigíamos, por la línea del tren, hacia la 2ª Caseta, y un moro nos advirtió que muy cerca de allí, algunos cabileños de Quebdana iban a intentar un golpe de mano contra nosotros, para hacernos prisioneros y canjearnos por los que el General Del Real había aprehendido en Quet. Algunos minutos después, y sin previo aviso, nos sorprendió una descarga de fusilería, hecha desde una cañada, a pocos metros, donde caímos mortalmente heridos, los compañeros que he citado, y yo mismo. Creo que, en resumen, así fue la agresión hacia nosotros: obreros indefensos y desarmados, por los sicarios de Chadly de Mazuza, y de Mizzián, gente que nos odiaban a muerte, a todos los españoles. Esteban estaba casado y dejó viuda, con dos hijos; Cristóbal también estaba casado, pero sin hijos; Salvador, me dice que era soltero, pero con una novia, y que lo mataron por la espalda, de varios disparos, mientras huía. Yo también estaba soltero, y sin hijos, y caí de un disparo a bocajarro, en el corazón, a dos metros de distancia; cosa que jamás pudimos entender de esa cruel agresión de que fuimos objeto. No se comprendía que a unos obreros desarmados e indefensos, que construíamos un puente para el ferrocarril, nos asesinasen tan cobardemente. Años más tarde, cuando trasladaron a este cementerio a los caídos de Monte Arruit, Igueriben, Annual, y las demás posiciones, sí que lo entendimos. Muchos de ellos llegaron con sus cuerpos mutilados y decapitados, y en sus rostros, se podía ver el terror que les obligaron a padecer antes de morir lentamente. Nos contaron que en esos lugares, y en muchas otras posiciones, las hordas de Abdelkrím hicieron unas matanzas, que quedaron marcadas trágicamente, en los anales de la Historia de nuestra Patria, como el ´Desastre de Annual´. Si les digo que, después de más de un siglo, aun sentimos una profunda emoción, vacía de odio y de venganza, hacia nuestros asesinos. Sin otro particular, y esperando que no nos olviden nunca, desde estos jardines, nos despedimos de ustedes, con un fuerte abrazo”.

Como habrán imaginado, si unos obreros, indefensos y desarmados, que estaban construyendo un puente para el paso del ferrocarril, son vilmente asesinados por unos sicarios de jefes salvajes, llenos de protervidad, y además que odiaban a los españoles hasta el paroxismo, pregunto: ¿Cómo debiéramos calificarlos?: Yo pienso que fueron unos cobardes, asesinos, e hijos de puta.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€