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Europa pasará de la “fortaleza” al “foso migratorio” en 2018

Las previsiones de los especialistas para el desarrollo del desafío migratorio en 2018 son, en cierto modo, pesimistas, ya que se prevé un aumento del tráfico clandestino en dirección a España, al estabilizarse las rutas de Italia y Grecia. Ante tal desafío, la UE lleva tiempo tratando de “alejar el problema” y se ha pasado de la estrategia de la fortaleza, encarnada en los perímetros fronterizos de Ceuta, Melilla o Hungría, a una estrategia de “foso”, es decir, externalizar las fronteras: llegar a acuerdos con terceros países para detener la inmigración en sus territorios o, sencillamente, depender de la “fosa común” en que se está convirtiendo el Mediterráneo.

El “think tank” español CIDOB prevé que uno de los temas más relevantes en la agenda pública de 2018 volverá a ser el fenómeno de las migraciones, destacando un cambio por el que la “Europa fortaleza” de los muros y las vallas, como las fronteras de Ceuta y Melilla, dará paso al “foso migratorio”, es decir, un espacio entre las fronteras Schengen y las externalizadas a los países de origen y tránsito de la inmigración, donde se pierden vidas y oportunidades.
“Entre esta supuesta fortaleza y los países emisores se está construyendo un amplio (y a menudo letal) foso que impedirá a migrantes o refugiados acceder a su destino. Las denuncias y lamentos por lo que sucede dentro de esos fosos resultarán insuficientes para cambiar el rumbo de las políticas migratorias y, si bien no se reducirán, los flujos serán redirigidos y encontrarán más obstáculos”, vaticina el CIDOB. Y es que, en el caso concreto de Melilla, la “construcción” de este “foso” figurado se ha demostrado vital para controlar una presión migratoria que resulta imposible de gestionar con tan sólo una valla. La premisa parece clara: que el problema no llegue a la valla.

Cooperación marroquí
Si para los italianos o los griegos el “foso” es el Mediterráneo -además del control en los países de tránsito-, para Melilla y Ceuta dicho “foso” es Marruecos, concretamente la cooperación marroquí en materia de control del perímetro y de las rutas.
Este “think tank” vaticina que un incremento de los flujos migratorios hacia España, como ya afirmábamos en la edición de ayer de Melilla Hoy, y una estabilización de las rutas a través de Grecia e Italia.
De entre los países “foso” (Libia, Argelia, Marruecos o Turquía), España reforzará la externalización de sus fronteras con Marruecos, que será el responsable de evitar situaciones como las que vivimos en nuestra ciudad en 2004, con los asaltos “masivos” al perímetro fronterizo.

Una moneda de cambio o una fosa común

Al igual que ha ocurrido con Turquía durante la crisis humanitaria siria, la Unión Europea está a expensas de los países del Magreb, en una posición de relativa debilidad, puesto que la omisión en las labores de control por parte de estos países puede hacer que todo nuestro sistema se tambalee (el auge de la extrema derecha a raíz de la llegada masiva de refugiados en Grecia, Alemania, Austria o Hungría es prueba suficiente de ello). En un ámbito más doméstico, depender de Marruecos para controlar la presión sobre nuestras fronteras ofrece al Reino Alauí una moneda de cambio de gran valor.
Otro de los llamados “fosos”, el Mediterráneo, bien podría denominarse “fosa”, dado que aunque ha habido una reducción en el número absoluto de fallecidos, en términos porcentuales (considerando el número de llegadas), las muertes sí que se han incrementado. En 2016 fallecieron el 1,7% y este año han sido el 2%. Desde CIDOB no descartan que el número de muertos en el mar pueda llegar a superar a las llegadas.

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Fernando Lamas Moreno

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