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Medina Azahara, Melilla y Abderraham III Dos ciudades y un califa

Este mes de julio comenzaba con la gran noticia de la declaración de Medina Azahara por parte de la Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad. De este modo España, Andalucía y Córdoba aumentan su palmarés de monumentos con tal reconocimiento.
Los melillenses aspiramos también a que algún día nuestra Ciudad, simbiosis de culturas, en la que Modernismo y el arte de la Poliorcética comparten el espacio urbano comprimido en apenas doce kilómetros cuadrados, alcance tan importante reconocimiento.
Hubo un tiempo, en el siglo X que Melilla y Medina Azahara estuvieron relacionadas, unidas por la figura del califa omeya Abderrahaman III al-Nasir, cuyo nombre significaba «Aquel que hace triunfar la religión de Dios».
Nació en Córdoba en el 891 y era hijo de Abdallah ben Mohamed y de María, hija de padre católico. Éste llegó al poder por designación de su abuelo, prefiriéndole a sus propios hijos en el 912; tenía 21 años.
En el 927 conquistaba este enclave norteafricano y algunos años después hacia el 936 ordenaba la construcción de nueva ciudad próxima a Córdoba. Su dignidad como califa exigía que edificara una nueva urbe como muestra de su grandeza, como símbolo del poder que ostentaba. La idea era desplazar toda la corte a este nuevo complejo palaciego.
Esta es la explicación desde un punto de vista político, pero también existe una versión más romántica que se basa en la existencia de una favorita, Azahara, para quien mandó construirla.
Sea por uno u otro motivo, lo cierto es que Madinat al-Zaha es un monumento de gran belleza que a día de hoy, a pesar del tiempo transcurrido y de los ataques sufridos, conserva tal grandiosidad que logra que quien la visita no quede impasible y desee volver a hacerlo para seguir disfrutando de imágenes tan impresionantes.
Son muchos los aspectos a destacar de este magnífico monumento del arte califal de Al-Andalus:
Con respecto al nombre, ya se ha apuntado que podría ser en honor a su esposa Al-Zahra, «la flor». Pudo ser ella quien sugirió la construcción extramuros de la ciudad y él, profundamente enamorado quiso complacerla con tan magna obra.
Pero existe otro significado para al-Zahra: «la resplandeciente», que alejándose del romanticismo, estaría más acorde con lo que representaba esta nueva ciudad cercana a Córdoba.
El maestro alarife Maslama ben Abdallah fue el encargado de dar comienzo a las obras, que durarían más de cuarenta años: 25 años bajo el reinado de Abderraham III y 15 años del gobierno de su hijo Al-Hakam II, llegando aproximadamente hasta el 976
Destaca también por su trazado rectangular en tanto que en el urbanismo musulmán primaba lo laberíntico y en cierto modo caótico.
La topografía del terreno aconsejó realizar la construcción en tres terrazas superpuestas que se correspondían igualmente con las divisiones que se hicieron de esta ciudad.
La superior estaba ocupada por la residencia califal, el palacio conocido como Casa Real «Dar al-Mulk». Destacaba tanto por la decoración de sus muros como por el revestimiento del suelo.
En la zona media se ubicaban las viviendas de los funcionarios más importantes de la corte así como la administración. Entre la media y la inferior se hallaba la mezquita, que al parecer se construyó en solo 48 días, trabajando en ella alrededor de mil personas.
La parte inferior era para el pueblo y los soldados; allí estaban los baños, los mercados y jardines públicos.
Todo el recinto estaba circundado por una impresionante muralla que daba mayor seguridad a sus habitantes.
No solo preocupó y se cuidó al máximo la edificación y decoración sino que también las comunicaciones, prueba de ello fue el trazado de varios caminos: uno directo entre Córdoba y Medina Azahara, el denominado «Camino de las Almunias». Éste también conectaba la nueva ciudad con Sevilla por la orilla norte del Guadalquivir .
El «Camino de Media Ladera», enlace directo entre Medina al-Zahra y el camino que unía a Córdoba con Badajoz. Otro el «Camino de los Nogales-Carril de los Toros», que sin pasar por Córdoba comunicaba con Toledo y Zaragoza.
Y por último uno secundario, el «Camino del Oeste», que unía esta ciudad con las principales almunias ubicadas en esta zona.
Comienzo del fin
Setenta años de lujo y esplendor en una ciudad construida para ser vivida y disfrutada, quedaron aniquiladas tras una fitna (guerra civil) en el 1010 que pondría fin al Califato Omeya de Córdoba. Almorávides primero y almohades después fueron los autores del saqueo y desmantelamiento de esta maravilla del arte califal.
De sus restos se abastecieron para otras construcciones, algunos de ellos pueden observarse a día de hoy en rincones de casco antiguo de Córdoba.
Quienes hemos tenido el privilegio de visitarla, de pasear entre sus piedras centenarias, sabemos de su belleza e importancia.
Unesco ha sabido reconocer todo ello otorgándole un reconocimiento más que merecido. Ahora toca seguir luchando por mantener lo que ha pervivido y si es posible continuar excavando para que afloren aquellas partes que permanecen ocultas. Ello tal vez haya posibilitado su conservación.
¡Enhorabuena Córdoba! ¡Enhorabuena Andalucía! ¡Enhorabuena España!

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