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El Torreón del Vigía

Paco Verdugo

El frío de este diez de Enero nos trajo la soledad de tu adiós. Permíteme Paco que añada otro apellido a los tuyos, Verdugo del Pueblo Escribano. Tu Iglesia era esa comunidad de Paz y Bien que mas allá de su puerta tu practicabas con todos. El patio ese rincón donde compartir anécdotas en un almuerzo después de una dura mañana de taller, donde junto a los otros “chicos de oro”, fuisteis capaces de hacer un Trono con mucha fe y sembrando de esperanza los momentos difíciles. El Convento y los franciscanos fueron para ti desde niño y con su ejemplo una escuela de vida. ¡Y la Virgen de la Victoria!. Propagaste su devoción y lograste hacerla más de todos los melillenses. A Ella y a su Congregación, como Hermano Mayor, ofreciste tu tiempo hasta hacerla crecer sin que afectase los nervios que tu decías tener. Nuestra Patrona me puso en tu camino y a través tuyo me concedió el mejor regalo, trabajar desde la Junta de Gobierno. Ahí me enseñaste, desde la templanza de tu carácter y al calor de las oraciones, como se puede, entre los hermanos de la Junta, hacer equipo y formar una familia desde el amor de María y el perdón de su Hijo. Francisco Verdugo incansable al desaliento, innovador de la Congregación al incorporar mujeres a la Junta y al defender que las Coronas de la Patrona son de Melilla, natural, cercano, con su sonrisa limpia, entregado a Maribel, su mujer, como apoyo inestimable y sin descanso en el camino de la vida, con el cariño hacia ella o a Alejandro o a Coco, y a esos nietos, Adrián y Sergio de los que igualmente se sentía orgulloso y que recibieron además los desvelos y su entrega. Tu hermano Juan Luis que como tú o tu cuñada Mari Carmen hacéis de la bondad el mejor valor. La familia Lucas, la de tu mujer, que fue también la tuya, que supieron, desde el conocimiento, valorar al ser humano, y con los que ya jubilado recorriste mundo. Paco sembraste en cada parte de tu existencia, a tus compañeros de trabajo, a tus alumnos o desde tus ideas más terrenales, en todo, fuiste allanando un camino para hacerlo de Victoria. Un día al poco de conocernos y en ese patio de los franciscanos, junto a la pequeña campana, me trasmitiste que sentías cuando la Madre entre murallas regresa a su casa cada 8 de Septiembre. Luego viví el recogimiento del instante, la emoción del retorno, el amor de una mirada, los momentos por el Llano, el esfuerzo de los portadores y la hermandad que por Ella existía. Y el templo se abría y las campanas sabían a Gloria. Ahí Paco respirabas hasta el año que viene mientras todos cantábamos el himno. Hoy ya has visto a la Virgen de la Victoria, tal cual es, sentada mientras ofrece a Jesús niño. A esta abogada nuestra pídele por tu familia, por la Congregación, por cada uno de nosotros en los anhelos que ansiamos con salud alcanzar. Gracias por creer un día en mí. Ya has alcanzado la paz por el bien que en esta tierra nos dejaste.

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