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Justicia blanda, sociedad intranquila

La Policía ha detenido esta semana en Melilla a un hombre por vender drogas a menores. Ya había sido condenado judicialmente con anterioridad por delitos de lesiones, agresión sexual, robo, homicidio y asesinato. Las penas que le fueron impuestas superaban los cien años entre rejas, pero él, con 52 de vida, ya estaba en la calle por haber cumplido sus condenas. ¿Cómo puede ser eso? En España es posible porque tenemos una Justicia blanda Esta semana hemos asistido a una noticia de gravedad en Melilla que ha pasado algo desapercibida y que, sin duda, debe dar lugar a la reflexión. Nos referimos a la detención, por parte de la Policía Nacional, de una pareja, un hombre y una mujer que vivían en el Real, que supuestamente vendían drogas a menores de edad en el piso donde vivían. Ambos, sobre todo él, tienen un amplio historial delictivo que pone los pelos de punta a cualquiera.
Según informó la Policía, el hombre ya había sido condenado judicialmente con anterioridad por delitos de lesiones, agresión sexual, robo, homicidio y asesinato. Este Diario, alarmado por la noticia, quiso indagar un poco más y pudo conocer que se trata de un viejo conocido en los cuerpos policiales, los juzgados y la prisión por sus numerosos antecedentes, muchos de ellos graves, como fue acabar con la vida de un familiar muy directo e indefenso hace años y una importante cantidad de agresiones sexuales.
Las penas que le fueron impuestas superaban los cien años entre rejas, pero él, con 52 de vida, ya estaba en la calle por haber cumplido sus condenas. ¿Cómo puede ser eso? En España es posible porque tenemos una Justicia blanda. Pero la culpa no es de la Administración de Justicia y quienes la conforman, que hacen lo que pueden con las leyes que salen del Parlamento y los escasos recursos humanos, técnicos y materiales, insuficientes, que les proporciona la Administración General del Estado. Medios que hay que buscar en los presupuestos que confecciona el Gobierno y que en lo que se refiere a Justicia, más vale coger una lupa para encontrarlos año tras año. Un dato: España tiene la mitad de jueces y fiscales que la media europea. Consecuencia: una lentitud que convierte en injusta nuestra Justicia. La responsabilidad hay que buscarla, por lo tanto, en nuestros políticos, que además de su tacañería a la hora de dar más medios a nuestros juzgados, quedan retratados cuando abogan por unas leyes de mantequilla que protegen tanto al delincuente, que la sociedad se siente desprotegida.
La prueba la tenemos en tantos casos recientes que, por desgracia, han conmocionado a todo el país. Uno de los más recientes es el de la joven Laura Luelmo, violada y asesinada en un pueblo de Huelva. Su vecino, que prácticamente acababa de salir de la cárcel después de haber cumplido sus condenas por delitos de sangre pese a que no se había reinsertado, se declaró autor confeso del crimen y avisó de que volvería a hacerlo. En Melilla también tenemos ejemplos, como el de este individuo detenido junto a su pareja por montar un narcopiso en el Real. Tras pasar a disposición judicial, ya se encuentra de nuevo en la cárcel, donde la Justicia dictaminó que debía estar más de cien años por tantos graves delitos cometidos y, sin embargo, salió cuando llevaba solo unos pocos cumplidos, sin reinsertar, como acaba de demostrar. ¿Esto es justicia? No lo es. Es hora de cambiar las cosas, porque la inmensa mayoría de la sociedad, que sigue las normas de convivencia establecidas en nuestro Estado de Derecho, no puede estar tranquila cuando asiste, incrédula, a las cosas que permite nuestro sistema y que demuestran cada vez más lo barato que sale delinquir, para desgracia de todos.

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