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El cumpleaños del Emperador Carlos V: 24 de febrero de 1500

Retrato de Carlos V en la juventud

El clérigo benedictino, que fuera obispo de Tuy y Pamplona, Fray Prudencio de Sandoval (hijo de Hernando de Tovar y María de Sandoval), entre 1604 y 1606 escribió la obra Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V. Más de dos mil páginas dedicadas a este monarca, del que hoy, 24 de febrero conmemoramos el DXIX aniversario de su nacimiento.

Un rey guerrero, continuamente viajando por todos sus dominios no tuvo una infancia fácil y su vida tampoco lo fue mucho más. En una fecha como la de hoy, recordar a grandes rasgos los primeros días de vida del primer hijo varón de Juana I de Castilla y Felipe I el Hermoso, heredero de un gran Imperio.
Fray Prudencio, sitúa el efemérides el 25 de febrero y la relata de la siguiente forma:
“En el año, pues, de 1500 de Cristo, cuando el mundo, según la cuenta de los hebreos, tenía cinco mil y cuatrocientos y sesenta y un años, y habían corrido desde el diluvio universal tres mil y ochocientos y cinco, y de la venida de Túbal a poblar en España tres mil y seiscientos y sesenta y tres, y de la era de César, mil y quinientos y treinta y ocho, y de la entrada de los godos en España mil y ochenta y seis, y finalmente, de la venida y señorío de los moros africanos sietecientos y ochenta y seis, siendo Sumo Pontífice en Roma Alejandro VI, habiendo veinte y seis años que los Reyes Católicos reinaban, cuando los moros de las Alpujarras habían recibido la fe católica y hecho de las mezquitas iglesias, estando ya limpio el reino de las sinagogas y juderías, año del jubileo plenísimo de Roma; para consuelo de las lágrimas que España derramaba por la muerte de sus príncipes en Gante, lunes a veinte y cinco de hebrero, día bisiesto de Santo Matía Apóstol, a las tres y media de la mañana, nació don Carlos, príncipe de gloriosa memoria, cuya vida y hechos escribo, habiéndose engendrado en estos reinos de Castilla, de los cuales había muy poco que los príncipes sus padres habían partido, y estaban en Gante.

Vivía el príncipe don Miguel de la Paz cuando nació don Carlos, aunque con pocas esperanzas de larga vida. Llegó la nueva del nacimiento de don Carlos a los Reyes Católicos, sus abuelos, que estaban en Sevilla; y oyendo la reina el día de su nacimiento, dijo con no sé qué espíritu: Cecidit sors super Mathiam, cayó la suerte sobre Matías, anunciando la sucesión en los reinos que habían de ser de Carlos, como fue.”
Se hallaban los archiduques, Felipe y Juana en Gante; asistían a un baile en el palacio Casa del Príncipe cuando su madre comenzó a sentir fuertes dolores en el vientre. Pensando que aquello se debía a una indisposición por una mala digestión acudió al baño. La tardanza en regresar a los salones alarmó a las damas de la Corte que acudieron en su busca y hallaron semejante escena: en este lugar y sin contar con ningún tipo de ayuda, a las 3:30 de la madrugada alumbraba a su primer hijo varón.

Trece días después, recibía las aguas bautismales. Esta singular ceremonia es recogida también por el clérigo benedictino.
“Para celebrar la fiesta del bautismo de don Carlos, quiso mostrar la ciudad de Gante el amor grande que a sus príncipes tenía. Hizo con magnificencia un pasadizo desde el palacio a la iglesia de San Juan, con muchas y varias colunas, puestas con todo el primor que pide el arte, de tal manera que parecía quedar vencido lo que es natural del artífice que lo imitaba.

Tenía el pasadizo en largo tres mil y quinientos pies, y siete en ancho, y de la tierra se levantaba otros siete. Los colores de la pintura eran de oro, rojo y blanco. Había en este pórtico o pasadizo cuarenta arcos triunfales a manera de grandes y hermosas puertas. Cada uno destos arcos tenía nombre del reino o estado que en él estaba pintado, de los que el infante se esperaba que había de tener en su tiempo. Las armas del reino que cada arco representaba estaban en el medio de la vuelta del arco, y a los lados del escudo de armas dos imágines asidas de él; la una era de Flandes y la otra de Gante. Destos arcos, los tres eran más eminentes y de mayores claros: el uno era de la sabiduría y el otro de la justicia, y el tercero de la paz y concordia. A los lados destos arcos estaban, al uno las armas de Castilla y Aragón, y al otro las de Austria. Pusieron veinte y una hileras de hachas de cera blanca, encendidas con tanto concierto, que cada quinientos pies tenían tres órdenes de hachas, que por todas eran 700. Entre muchas figuras de varias historias había siete más ricas, de las cuales cuatro eran del Testamento Viejo, y tres del Nuevo, y las cuatro figuras del Testamento Viejo se mostraban cumplidas en las del Nuevo.

Estaba otro pórtico o pasadizo colgado en el aire desde lo alto del templo de San Nicolás, y de la torre Capitolina, que llaman Belforte, lleno de hachas que, con su luz, de la noche hacían día; allí estaban muchos hombres mirando como admirados el artificio y primor de aquella obra. Había una nao llena de hachas encendidas y cubierta de ricos paños de oro y seda de hermosísimas figuras, y puesto un aparador de ricos vasos de oro y plata. Y muchas banderetas.

Tocábanse varios instrumentos de música y eran trecientas y cincuenta hachas de cera las que ardían en esta nao, puestas con muy buen orden por los costados desde la popa a la proa. Tardaron trece días en hacer esta obra, y puesta en perfección, a siete de marzo se hizo el baptismo. Salieron primero los cónsules y magistrados de Gante con todos los ministros de justicia, que serían trecientos.

Luego iba el presidente de Flandes acompañado de muchos varones ilustres. En el tercero lugar iban los caballeros y nobles ciudadanos en gran número. Seguíanse luego siete caballeros del Tusón ricamente vestidos; y después de ellos, con el niño en los brazos, salió madama Margarita de Bretaña, hermana de Eduardo quinto de este nombre, rey de Ingalaterra, mujer segunda de Carlos, duque de Borgoña, bisabuelo del infante. Llevábanla en hombros, sentada en una rica silla, y a su lado iba doña Margarita, princesa de Castilla viuda, que había solos dos días que llegara de España. Y estas señoras fueron las madrinas. Junto iban Carlos de Croy, príncipe de Simay, y el príncipe de Vergas, que fueron padrinos. El uno llevaba un rico estoque desnudo, el otro un yelmo o celada de oro que le ofrecieron. Salió luego la infanta doña Leonor, hermana de Carlos, que después fue reina de Portugal y de Francia.
Últimamente, como cabeza de esta procesión, iban catorce perlados, arzobispos y obispos, vestidos de pontifical, que habían de celebrar el baptismo, y por principal el obispo de Tornay, en cuya diócesis está Gante, con otros tres obispos como ministros a su lado. El uno de estos obispos era don Diego Ramírez de Villaescusa, obispo de Málaga, que después fue de Cuenca, capellán mayor de la Infanta archiduquesa, el cual fundó el insigne colegio que llaman de Cuenca en la Universidad de Salamanca.

Diéronle el nombre de Carlos en memoria de su bisabuelo Carlos de Valoys, duque de Borgoña. Tratóse qué titulo de estado darían al infante, porque el de los hijos primogénitos de Borgoña, antes de este tiempo, era conde de Carloys, y como, el título del archiduque era de mayor dignidad, no satisfacía el de conde de Carloys, y así, su padre le dio el Estado de Lucemburg con título de duque, como lo habían tenido los Césares, sus pasados, el emperador Sigismundo, el emperador Carlos, cuarto de este nombre, y Wincislao, reyes de Bohemia y Césares famosísimos. De donde comenzaron a adivinar y echar juicios, que no se engañaron, que el nuevo duque de Lucemburg había de ser un príncipe notable en el mundo. Ofrecieron al infante ricos dones. Carlos de Croy le dio la celada de oro y plata muy rica, con un ave fénix toda de oro; el príncipe de Vergas dio la espada; madama Margarita de Bretaña, un vaso de oro con muchas piedras de gran valor; doña Margarita de Austria le dio otro vaso como barquillo de oro, sembrado de piedras preciosas; la ciudad de Gante le ofreció, una gran nave de plata.”
Así pues, en aquella ceremonia de bautismo oficiada por Pierre Quick, obispo de Tournai, se le impuso el nombre de Carlos, por expreso deseo de su padre, en recuerdo de su bisabuelo Carlos I el Temerario (duque de Borgoña, Brabante y Luxemburgo, ostentando también otros títulos). La voluntad de Juana, su madre, era otra: ella deseaba llamar a su hijo Juan, rememorando a su hermano fallecido. El único varón de los cinco que tuvieron los Reyes Católicos. Casó con Margarita de Austria, hermana de Felipe el Hermoso. Murió a los seis meses del enlace; el tenía diecinueve años y ella dieciocho.

Actuaron como madrinas, Margarita de Austria y Margarita de York y como padrinos Carlos de Croy y el señor de Vergás. No había cumplido aún el año de vida cuando su padre le nombró duque de Luxemburgo y Caballero de la Orden del Toisón de Oro.

El 16 de noviembre de 1501 sus padres partieron rumbo a España para ser proclamados por las Cortes como sucesores de los Reyes Católicos. Desde entonces fueron más las ausencias de sus progenitores que las estancias con ellos. El joven heredero quedó al cuidado de sus madrinas, primero de Margarita de York y posteriormente de su tía, Margarita de Austria, sin olvidar a Ana de Borgoña, señora de Ravenstein.

Un rey, un emperador que tuvo bajo su mandato un amplio y vasto territorio. Especial preocupación mantuvo por Melilla. Prueba de ello es que envió a los mejores ingenieros para dirigir las obras de fortificación: Fray Gabriel Tadino de Martinengo, Miser Benedito de Rávena o Miguel de Perea.

La impronta de éstos, a día de hoy, podemos disfrutarla paseando por la Ciudad Vieja. Desde hace unos meses, hemos puesto en marcha una visita histórico-cultural: Ruta Turística de la Melilla Renacentista.

El historiador Carlos Rodríguez explica todo lo concerniente a las obras realizadas durante los reinados de Carlos I y su hijo Felipe II. De forma amena, detalla a los diferentes grupos los entresijos de la configuración y algunos datos de quienes trabajaron en el denominado “Primer Recinto Fortificado”.

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