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Algo falla en el CERA

Es evidente que algo falla, porque ver cómo los votos se quedaron este miércoles en el suelo de la Junta Electoral supone no sólo una decepción a esos electores que se interesan por participar iniciando un engorroso trámite para acceder a uno de los derechos principales que tenemos como ciudadanos, sino un gasto enorme de dinero público en transporte y tiempo que sería fácilmente evitable si se analizara dónde está el fallo de este ineficaz sistema Se podría decir que después de varias semanas a cuestas con las elecciones generales entre la campaña y la jornada de votación del domingo, el proceso electoral ha terminado definitivamente. Este miércoles, la Junta Electoral de Zona se reunió para hacer el escrutinio definitivo, que conlleva repasar una por una todas las actas de las 87 mesas electorales constituidas el 28 de abril, y contabilizar el voto del Censo Electoral de Residentes Ausentes en el Extranjero, más conocido como voto CERA, que es el emitido por los melillenses que un día salieron de su ciudad para irse a vivir a otro país.
Poca importancia se le da al voto de nuestros paisanos que viven lejos de nuestras fronteras y que, pese a estar a kilómetros de aquí y viven en otro país, también se interesan por lo que ocurre en el suyo. Al menos, eso es lo que se deduce de lo que sucede en cada proceso electoral con el voto CERA, con su siempre farragoso procedimiento, que es, si cabe, mucho más complejo que el voto por correo en España.
Esa dificultad para que los emigrantes puedan tomar parte en las elecciones de su país de origen ha dado lugar siempre a numerosas críticas, y muchas voces han atribuido a ese factor la escasísima participación que se da tradicionalmente en el CERA. De los poco más de 5.100 melillenses que están en este censo y tenían derecho a votar el 28A, sólo 189 solicitaron ejercerlo. No sabremos nunca cuántos lo hicieron finalmente porque la mayoría de los votos emigrantes llegaron tarde, cuando la Junta Electoral ya había finalizado el escrutinio con los nueve que entraron a tiempo, sin posibilidad de reanudar el proceso para dar cabida a esos votos tardíos para no incumplir la legislación.
Las cuatro cajas que entregó el cartero en la Junta Electoral cerca de las diez de la mañana, cuando deberían haber estado en las Torres V Centenario antes de las ocho, se quedaron en el suelo, dando una triste imagen en Melilla que no se puede volver a repetir, porque es una cruel metáfora de la importancia que se le da al voto exterior: prácticamente ninguna. Ello, a pesar de que tiene el mismo valor que el que se deposita el domingo en las urnas instaladas en los colegios electorales, con un plus por haber superado una burocracia que no hace más que poner zancadillas a los que realmente tienen interés en seguir participando en las decisiones que se adoptan en su país de origen mediante el voto. Un tremendo obstáculo que se agrava con las molestias que conlleva solicitar la participación en el voto CERA ante los consulados españoles más cercanos a su lugar de residencia.
Esto, sin lugar a dudas, debería ser objeto de reflexión prioritario por las autoridades españolas. Es evidente que algo falla, porque ver cómo los votos se quedaron este miércoles en el suelo de la Junta Electoral supone no sólo una decepción a esos electores que se interesan por participar iniciando un engorroso trámite para acceder a uno de los derechos principales que tenemos como ciudadanos, sino un gasto enorme de dinero público en transporte y tiempo que sería fácilmente evitable si se analizara dónde está el fallo de este ineficaz sistema.

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