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Situación muy difícil de Melilla

Un grave error en el nombramiento de ciertos puestos claves de la Administración pública local llevaría a la ciudad a una guerra, incruenta pero terrible e inevitable, de la que el máximo responsable será el político que tome tal decisión. Después de un largo y farragoso proceso lleno de rumorología y de contemplar a unos líderes políticos atrincherados en un mutismo más parecido a la omertá, la ley del silencio de la mafia siciliana, que a los comportamientos políticos habituales en una democracia moderna, el tripartito melillense que ha de formar Gobierno anunció ayer que hoy, a las 9.30 horas, dará a conocer a los melillenses los nombres de las personas que van a ocupar los siete puestos de consejeros y los nueve de viceconsejeros, y quedará pendiente el nombramiento de otros altos y codiciados puestos públicos, con el magníficamente remunerado cargo de Presidente de la Autoridad Portuaria a la cabeza de los ansiados.

No hace falta ser un avezado espía para concluir que las negociaciones sobre el reparto de los cargos entre Eduardo de Castro, Mustafa Aberchán y Gloria Rojas han sido de todo menos fáciles. De Castro engrandecido por su condición de presidente y dificultado por su situación de tener solo un escaño, el suyo, en la Asamblea, en el poder legislativo que está para controlar al ejecutivo. Rojas, inicialmente satisfecha por su nombramiento como vicepresidenta primera y con un poder, cuatro diputados, intermedio, no decisivo. Aberchán, padeciendo el fondo oscuro de su situación jurídica, lo que restaba fuerza a sus ocho diputados. Que las negociaciones, tan largas, han estado a punto de romperse en varias ocasiones, la última ayer, es un secreto a voces y algo esperado cuando se suman tantas posiciones políticas diferentes como las de este tripartito. La opción de que cada uno de los tres partidos con las consejerías que se han adjudicado haga lo que quiera ha sido el único acuerdo posible para evitar reconocer que no se podía acordar un Gobierno.

El Gobierno va a nacer en una situación muy difícil de Melilla y con enormes problemas internos. Pero si se cometen errores de bulto, como podría ocurrir en Hacienda, por ejemplo, el caos para Melilla estaría garantizado. Darían la razón a esa anécdota del político, aspirante a Gran Hermano de la novela “1984” de Orwell, que preguntaba a los ciudadanos: ¿qué preferís, al caos o yo? El caos, el caos, respondían los ciudadanos; pues bien, yo soy vuestro caos, sentenciaba el Gran Hermano de la anécdota. Un grave error en el nombramiento de ciertos puestos claves de la Administración pública local llevaría a la ciudad a una guerra, incruenta pero terrible e inevitable, de la que el máximo responsable será el político que tome tal decisión.

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