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La columna de Salido

La Feria de antaño, nuestra ilusión y fantasía

Nací en 1951 y viví en mi querida tierra melillense hasta septiembre de 1970 con mi marcha a mi destino en Manresa, como funcionario Cartero Urbano (denominación de antes), coloquialmente al cartero se le sigue llamando cartero y ahora, cartera también, incluso, puede que existan más mujeres que hombres repartiendo.
Desde aquel año, si no recuerdo mal, solo hemos pasado unos días de Feria hace bastantes años, cuando mis dos primeras hijas eran muy chinorris y mis padre ya habían fallecido, de hecho, esa triste circunstancia ocurrió en 1975, entre octubre y diciembre de ese año que también nació nuestra primera hija, desde el cielo nos estarán contemplando. Desde entonces, ya, solo recuerdos de las que pasé y disfruté desde mi niñez, adolescencia y juventud hasta los 19 años.

Como todo cambia en la vida, en unos casos la evolución es para mejor y en otros, quizás para peor. En cuanto a lo de peor me refiero mayormente a la inseguridad callejera que se viene mal pasando en muchos lugares de la geografía patria, por ejemplo, lo que viene ocurriendo en Barcelona, la más mencionada últimamente en ese sentido con multitud de actos vandálicos, como robos, agresiones y apuñalamientos con algún fallecido. Entre los años 70 al 77 que yo viví en Manresa, bajaba bastante a Barcelona, por estar viviendo allí uno de mis hermanos que era policía nacional y vivía precisamente en el Barrio de La Verneda, lo refiero porque precisamente hoy lo han destacado los diferentes noticiarios por unas manifestaciones pacíficas de sus vecinos hartos ya de tanta inseguridad, mientras los políticos que mandan en dicho ayuntamiento y comunidad están “en la higuera o en otras historias independentistas”. Una pena, una gran pena. Yo viajaba en el tranvía, me bajaba en Plaza de Cataluña, luego el metro hasta Clot y un buen trozo andando hacia la casa de mi hermano, jamás tuve ningún incidente en el trayecto de ida y el de vuelta. Además en ese Barrio en la Calle Guipúzcoa existía un cuartel de la Policía Nacional, que desconozco si seguirá existiendo o no. Allí como era más barato, en alguna ocasión en el bar del cuartel nos hacíamos algún aperitivo con buenas tapas antes de comer.

Menciono esto, porque según voy leyendo en Melilla Hoy y las diversas opiniones de los ciudadanos de Melilla, al parecer, también se da bastante inseguridad en nuestra Ciudad y mucho más durante la Feria especialmente por las noches en el mismo recinto ferial o al regresar cada cual a su domicilio. Otra gran pena que existan estos cafres o vándalos que “se divierten” jodiendo a los demás durante su disfrute familiar.

Aquella Feria se celebraba en el Parque Hernández (las casetas mayormente), nuestro céntrico parque y todos los cacharros o atracciones, junto a las diversas tómbolas como aquella tan famosa Del Cubo… ¡La que siempre toca, sino un pito, una pelota! Y muchos más regalos cuantos más puntos se acumulaban, o aquellos sobres sorpresa.

En fechas anteriores también se celebraban otras ferias en diferentes barriadas, que yo recuerde: en el Hipódromo, Cabrerizas, el Real, etc., mi preferida y más cercana a mi Monte María Cristina era la de Cabrerizas y por supuesto, luego la del Centro, la de septiembre o de nuestra Patrona.

Disfrutábamos de aquellas barcas en nuestra adolescencia que teníamos que levantar tirando a pulso de una gruesa cuerda, competíamos siempre con otra pareja de amigos en la barca cercana, para ver quienes la subíamos más arriba. Las cadenas giratorias, coches de choque, laberinto o los espejos que deformaban nuestra “esbelta” figura. A donde más íbamos ya de jovencitos con ganas de ligar, era a la caseta del Ayuntamiento donde siempre tocaba algún conjunto u orquesta con muchas piezas bailables, nosotros no cogíamos mesa, en la barra con unas cañitas cenábamos a base de buen tapeo, y bailábamos lo que nos echaran, nos atrevíamos con todo, ritmos modernos de la época “yé-yé” o el esperado y ansiado ritmo lento/agarrao, eso casi siempre era más en los momentos finales, antes de llegar a “la Conga o la Cucaracha”. Como era lógico, cada cual ya le había echado el ojo a alguna chica y llegaba el consabido: “¿Quieres bailar conmigo?”. Muchas veces teníamos éxito en la elección y éramos correspondidos. En otras, no tanto y recibíamos “alguna calabaza que otra”.

Lo peor de aquellos ritmos lentos, era, que cuando llegaban estábamos bastantes sudados por el calor de la fecha y la humedad consabida, vamos, que quizás “cantábamos” más nosotros que la orquesta. Tú intentabas arrimarte “al toro” (con perdón) lo más posible, y los sudores nos agobiaban. Dependiendo del uso más o menos cotidiano del jabón y el desodorante (mayormente Tulipán Negro), la sudoración de cada cual, si podías y te dejaban te arrimabas cuanto podÍas a tu pareja, ahí entraba en juego lo de las manos en el pecho varonil frenando ímpetus, o con suerte brazos al cuello, todo dependiendo del “tufillo” y a disfrutar que eran pocos días de feria, aunque también teníamos nuestros guateques particulares, Club de la Juventud, el Casino en la Avenida o la Hípica, eran nuestras salas de baile de aquellos años 60 mayormente.

Aquí lo dejo para no abusar, y posiblemente venga una segunda parte sobre la Feria de antaño. A disfrutar paisanos y que nadie se crea con el derecho de “joder la marrana” como vulgarmente se dice. Disfrute, diversión, buen rollo, buenos pinchos, té moruno y rueda de churros o porras. Aprovecho para saludar de forma especial a mi familia y amigos, antes colegas de aventuras en Melilla.

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