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Frenético

En el estado actual de la sociedad, su ADN que es el nuestro, en ese ritmo casi autoimpuesto, donde todo es abismo y velocidad, donde en esa corriente de interacciones sprint, ese saludo furtivo, ese movimiento en aceleración constante donde respirar nos cuesta, por casi perder el aliento, es cuando yo me detengo, es cuando tomo aire y me permito “tomar aire”, mirar a mi alrededor, escuchar y observar la sociedad que me rodea, sus calles, su movimiento, su palpitar, en definitiva “vivir la ciudad”.
Desde mi transporte casi bucólico, soy capaz de crear una atmósfera diferente, una nueva relación con mis necesidades más vitales de desplazamiento y comunicación, donde no me afectan las prisas, las incomodidades de la saturación, pues me desplazo en una corriente diferente, donde todo me es más vital, pues soy más consciente de mi entorno, pero no de una forma agresiva, volátil, sino de una forma más propia, más natural, a una velocidad diferente más acorde con mi naturaleza, más humana.
Alejado del movimiento perpetuo, monolítico, inquebrantable, de esa especie que lo llena todo, abarcándolo indefectiblemente, asfixiándolo, donde como especie invasora todo lo ocupa le sea propio o no, nada sobrevive, ni siquiera su propio huésped, al que resta salud, al que perjudica y aniquila pues su naturaleza es frenética y solo atiende a ella, modificando al individuo convirtiéndolo en un ser ajeno, impropio, antinatural, pues lo enerva, lo exaspera, lo parasita y lo transforma en un continuista de la marea perpetua que es el tráfico, pues como piloto automático, no tiene elección, aunque lo crea. Así funciona esta relación donde el parásito atrapa al individuo para servirse de él.
Dentro de ese ir y venir de coches, existe una corriente necesaria, vital para el desarrollo de la vida en las ciudades, a la que Daniel Macenlle llamo “tráfico imprescindible”, restando necesidades a quien “realmente” las tiene, dentro siempre de un uso coherente, válido, actualmente engullido, atrapado en una marea tóxica, insalubre donde nuestra indiferencia la alimenta eternamente, donde no fuimos vigilantes, nos hemos permitido, con nuestro conformismo más recalcitrante, que esta marea dispensable de metal, gases y ruidos lo atrape todo.
No camines, parece decirte, conduce, no aparques, invade, no respetes, hazte fuerte, si no da tiempo, acelera, no te pares, adelanta, no te calmes, sé frenético.

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