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La fabada

Saborear una fabada el 14 de Diciembre en Melilla, es un placer inigualable, pero que el maestro de ceremonias y facedor de tan sabroso plato de la cocina asturiana, sea un nativo de la tierra de Don Pelayo, José Luis Estrada, asturiano de pro, político, profesor de Geología y , en horas libres cocinero, una delicia destinada a aquellos que nos consideramos sus amigos. Nuestro cocinero nos comenta que es fundamental, antes de introducir el chorizo, el lacón y la morcilla en la receta, darles un hervor durante media hora en sidra, para que expulsen toda la grasa y así conseguir que la fabada no sea repetitiva y más digestiva. No debemos confundir las fabes con las habichuelas. Con las judías, o con las habas. Se puede considerar a las fabes como el diamante en bruto de nuestra gastronomía. En torno a estos rubíes de nuestro tesoro culinario han girado elucubraciones literarias y ensayos filosóficos. Las fabes han de ser de la Granja o del cura. Son suaves y contundentes, serias y rigurosas y hechas a la medida. Pocos platos del arte culinario español se pueden igualar. un pequeño milagrillo que se produce en la cocina cuando las proporciones son exactas, los componentes puros y sin mácula y las intenciones puras y el fatum(hado=suerte) propicio.

Un experto asturiano decía: “La fabada, sin trampa ni cartón, hecha como mandan los cánones, consiste en un cerdo lanzado sobre unas fabes y ellas son las que dan el nombre al manjar”. Para muchos el milagrillo que sintetiza todos los componentes, es la morcilla, que antes de participar es enjuta, chupada y seria, y cuando el plato está dispuesto a degustar, se muestra oronda, satisfecha, hinchada y orgullosa. La madre de la criatura.

Y como consecuencia de la degustación y digestión de una fabada gloriosa vienen las ventosidades, que el gastrónomo Farturo Farias puntualiza: «Sin caer en el extremismo de aquel que afirmaba que el big-bang o gran explosión originaria del Universo fue en realidad un pedo del Sumo Hacedor emitido tras la ingestión de una fabada, lo que sí estoy dispuesto a admitir es que nuestro plato universal procede directamente de la ambrosía, ese alimento que yantaban las deidades del Olimpo, por mucho que sesudos tratadistas se empeñen en que su existencia no se remonta más atrás del siglo XVIII”. Es una droga más propia para holgar que para laborar.

Es muy buena para tomarse a mediodía, nada aconsejable por la noche, poco recomendable para los que tengan obligaciones laborales porque a la hora de la digestión, los propósitos de trabajo se desmoronan como un castillo de naipes, cuando la morcilla, el chorizo, el jamón, el tocino y las fabes adormecen a una persona por muy agresiva que sea.

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