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Carta del Editor

Rebelión en la granja

Releo “Rebelión en la granja”, uno de los dos grandes libros de George Orwell. Es una descripción casi exacta de lo que está pasando en la política española en estos tiempos de predominio socialista-comunista. Los animales, en el libro, se rebelan y toman la granja Manor del señor Jones. Encabeza la rebelión un cerdo viejo y premiado, mediante un discurso que dice, por ejemplo, “vosotras, vacas que estáis aquí, ¿cuántos miles de litros de leche habéis dado este último año, y qué se ha hecho con esa leche que debía servir para criar terneros robustos?”. Lo mismo que hoy dicen Pablo Iglesias y su recién nombrado Director General de Animales. Releo “Rebelión en la granja”, uno de los dos grandes libros de George Orwell. Es una descripción casi exacta de lo que está pasando en la política española en estos tiempos de predominio socialista-comunista. Los animales, en el libro, se rebelan y toman la granja Manor del señor Jones. Encabeza la rebelión un cerdo viejo y premiado, mediante un discurso que dice, por ejemplo, “vosotras, vacas que estáis aquí, ¿cuántos miles de litros de leche habéis dado este último año, y qué se ha hecho con esa leche que debía servir para criar terneros robustos?”. Lo mismo que hoy dicen Pablo Iglesias y su recién nombrado Director General de Animales.

El paso siguiente, ya con los animales en el poder de la granja, es implantar e imponer un sistema completo de ideas a las que denominaron Animalismo (lo políticamente correcto de hoy) y la creación de un enemigo exterior: el Hombre (o la derecha, hoy en España). Para controlarlo, perros secuestrados y criados por Napoleón, el cerdo, el animal, dictador, que había quitado tales perros a su madre y los había educado en la obediencia al dueño (¿les recuerda a la ministra que defiende e intenta imponer que los hijos no son de sus padres, sino del Estado, o el Partido?) se encargan de eliminar al cerdo que le disputaba el poder a Napoleón, de nombre Snowball. Comienzan, a continuación, las falsificaciones de datos y la tarea propagandística para convencer a todos los animales de la granja de que todos sus recuerdos estaban equivocados (la propaganda de Pedro Sánchez y acólitos, la tergiversación de la realidad, del tipo los cartagineses derrotaron a los romanos; el “reajuste”, la palabra habitualmente utilizada por los comunistas para “reducir”, las raciones alimenticias de todos los animales, excepto las de los cerdos dirigentes (los únicos que sí podían beber leche); la elección de Napoleón, protegido por sus fieros perros amaestrados para matar, como presidente de la recién creada República, por unanimidad; la sustitución de los siete mandamientos inicialmente proclamados por uno solo: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”. Y un final del libro aleccionador: los animales de la granja se dan cuenta de que habían llegado a una situación en la que ya era imposible distinguir quién era cerdo y quién hombre, quién Napoleón y quién el Sr. Jones. Conviene leer y releer el libro, para comprender lo que nos pasa y lo que nos va a pasar, si seguimos así, por el camino de liquidación de las libertades y de la soberanía nacional por el que nos llevan.

Los primeros síntomas multitudinarios de que esta situación española es insoportable los han dado los agricultores con sus manifestaciones multitudinarias. Era de esperar, porque existió y sigue existiendo un odio secular de los comunistas a los agricultores. Stalin y Mao, ordenaron exterminar a millones de agricultores, a más de 120 millones de personas a los que consideraron no dominables u obstáculos para implantar la ideología comunista, aunque la lamentable ley de Memoria Histórica que nos han impuesto pretenda que se ignoren esas masacres, esas dos referencias/hechos históricos.

En el ámbito local, melillense, ingenioso artículo de José Megías, que publicamos el 1 de febrero, con el título de “¿Qué tenemos que celebrar el próximo 13 de marzo?”, refiriéndose a la fecha en la que se aprobó nuestro “falso” -como Pepe bien dice- estatuto de autonomía. “Ahora somos la esquina perdida en el mapa”, añade Megías, y no tenemos nada que celebrar, porque “NO TENEMOS ESTATUTO DE AUTONOMÍA”.

Melilla está en un momento crucial y peligrosísimo de su larga historia española. Un dato más: el ministro del Interior, el socialista Grande-Marlaska, ha visitado Marruecos, se ha bañado en elogios al país vecino y, dentro del tono de “(falso) buenismo” oficial ahora políticamente predominante, ha calificado como “ejemplar” la relación bilateral entre España y Marruecos. De la asfixia económica a la que Rabat somete a Melilla y Ceuta, del cierre unilateral de la aduana de Beni-Enzar por parte de las autoridades marroquíes, de las restricciones al paso de personas y de mercancías en las fronteras melillense y ceutí, de lo que puede ocurrir cuando los condenados por terrorismo cumplan sus penas y vuelvan a Melilla -lo que está a punto de ocurrir-, ni una mención. Melilla se muere, me dicen una y otra vez los melillenses, pero Marlaska, como Pedro Sánchez, está encantado de haberse conocido y vive mejor, como el mentiroso Sánchez, de lo que siempre ha vivido.

En suma y como dijo Luis de Góngora, “ande yo caliente, y ríase la gente”. La gente somos los españoles y, muy especialmente, los hermanos ceutíes y nosotros, los melillenses, pero más que reírnos, nos desesperamos. Deberíamos rebelarnos, como en la novela de Orwell, pero con un final diferente.

Posdata
Eduardo de Castro, el político peor valorado de Melilla en las últimas elecciones locales y extraño presidente de nuestra destrozada ciudad, tras no obedecer las órdenes de su maltrecho partido (Ciudadanos), tacha de “vergonzante, decepcionante y errática decisión” la propuesta de la actual jefa del partido, Inés Arrimadas, de ofrecer un pacto electoral al PP en Cataluña y el País Vasco. Probablemente fue asesorado por el mayor gafe de nuestra ciudad y el que más elecciones ha perdido dentro de la política melillense, y quizás de la mundial, Julio Liarte, el que cobra y mucho de un lugar público al que no va, porque le gusta más otro y porque De Castro se lo permite. Esas declaraciones de De Castro son un argumento más para afirmar que la propuesta de Arrimadas es acertada. Y una razón más para que su partido, Ciudadanos, oficialice su expulsión del partido, aunque es evidente que, De Castro, como Jesús Delgado y a pesar de que pronto perderá ingresos provenientes del Grupo Mixto, no dejará el escaño que ganó presentándose por Ciudadanos.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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