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Carta del Editor

Miedo a la libertad

Tenemos, se demuestra continuamente, miedo a la libertad. Erich Fromm, “El miedo a la libertad”, escribió, con mucha profundidad, sobre eso. Rescato algunas de sus opiniones: “Forma parte de la esencia de la vida humana la necesidad de relacionarse con el mundo exterior, la necesidad de evitar el aislamiento. Aunque esta conexión con los otros nada tiene que ver con el contacto físico. Un individuo puede estar relacionado con ideas, valores, normas sociales que le proporcionen un sentimiento de pertenencia. Lo que existe es una necesidad compulsiva de evitar el aislamiento moral”. Viene muy a cuento de lo que nos está pasando, lo de nuestro forzado aislamiento por tiempo indeterminado. Tenemos, se demuestra continuamente, miedo a la libertad. Erich Fromm, “El miedo a la libertad”, escribió, con mucha profundidad, sobre eso. Rescato algunas de sus opiniones: “Forma parte de la esencia de la vida humana la necesidad de relacionarse con el mundo exterior, la necesidad de evitar el aislamiento. Aunque esta conexión con los otros nada tiene que ver con el contacto físico. Un individuo puede estar relacionado con ideas, valores, normas sociales que le proporcionen un sentimiento de pertenencia. Lo que existe es una necesidad compulsiva de evitar el aislamiento moral”. Viene muy a cuento de lo que nos está pasando, lo de nuestro forzado aislamiento por tiempo indeterminado.
“El capitalismo no solamente liberó al hombre de sus vínculos tradicionales, sino que también contribuyó poderosamente al aumento de la libertad positiva, al crecimiento de un yo activo, crítico y responsable”. Pero, siguiendo a Fromm, “es cierto que en el capitalismo el hombre se convierte en un engranaje de la vasta máquina económica, un engranaje destinado a servir propósitos que le son exteriores (un hecho preparado por el protestantismo)”. Nos sentimos solos, y ahora más que nunca.
“Constituye una característica peculiar del individuo de la era presente encontrarse en un estado de cansancio y resignación íntimos”, lo que le lleva a someterse a cualquier tipo de régimen. Lo que nos está pasando en estos tiempos es una muestra fehaciente de ello. Intentando salir de ese estado de cansancio y resignación, sería quizás eficaz y justo que los que votaron a estos Gobiernos ineficaces y sectarios que padecemos fueran abucheados todos los días, a una hora prefijada, desde todos los balcones de las casas españolas.
¿Qué dice Pedro Sánchez de todo esto? “Nadie se va a quedar atrás” (Pedro Sánchez, 17/3/2020). ¿Cuánto va a durar? “En 15 días revaluaremos la evolución”, de acuerdo con los profesionales y bla, bla, bla. Preguntas de periodísticas amables, respuestas propagandísticas, como en él es habitual. “Vamos a intentar pactar con todas las fuerzas políticas”, dice ahora el “presidente”, que hace todo lo contrario de lo que dice, fomentando la división, en vez de la unión. Somos un Gobierno de coalición, dice Sánchez intentando justificar lo injustificable: las siete horas que tardó su Consejo de Ministros en llegar a un acuerdo para comunicar a los españoles unas medidas graves y urgentes. Sacudimiento de culpas. “El Gobierno de España”, o sea él, siempre como fondo de presunta, y falsa, bondad y actividad. Acababa de decir Sánchez que había hablado con el presidente chino… y ya le preguntan (periodistas siempre tan amables) sobre eso (es tan importante él, según él). Cien mil millones de euros para las pequeñas y medianas empresas, asegura, dando la impresión de que es él quien los aporta. “Nadie se va a quedar atrás”, repite. Cadena de solidaridad, petición final. Bla, bla, bla. Todo menos dimitir de la presidencia, lo contrario de lo que hizo Nixon, que tras lo de Watergate dimitió, reconoció -aunque tarde- sus errores y pidió perdón al pueblo estadounidense por ellos. Un progre, y si es comunista peor, jamás se equivoca… según todos los Pedro Sánchez de turno. Por supuesto Sánchez, según Pedro Sánchez, y en contra de toda evidencia, jamás se ha equivocado en el tratamiento tardío de la crisis del coronavirus.

Tras la espantosa crisis de la salud vendrá, ha venido ya, la crisis económica, que será enorme. Una encuesta de la empresa 40dB para El País, publicada el viernes, concluye que más de la mitad de los españoles (el 50,8%) teme perder el empleo por la crisis, el 92% se confiesa muy preocupado por la emergencia y la mayoría cree que su empresa tendrá que cerrar. El panorama es incluso peor que el de la gran recesión de 2008 y la aplicación efectiva de las “soluciones” que el Gobierno español ha anunciado llaman más a la desconfianza que a la esperanza.

Del aluvión de posibles soluciones económicas que se han publicado en los últimos días la que más me ha llamado la atención, la que me parece más limpia y aplicable, es la del columnista Andrew Ross Sorkin que publicó el New York Times el 18 de marzo y reprodujo El País el día 20: que el Gobierno (el norteamericano, en su caso) ofrezca a todas las empresas, grandes y pequeñas, a todos los autónomos (los grandes olvidados por el Gobierno español) y a los trabajadores informales un “crédito puente” sin intereses garantizado durante lo que dure la crisis y que se devolvería en cinco años, con la condición de mantener el empleo de al menos el 90% de la plantilla conservando su salario y la readmisión de los despedidos tras el comienzo de la crisis. Obviamente creo que este Gobierno español jamás aplicará esta medida, ni tampoco la muy burocratizada Unión Europea.

Terminando con el corona virus: Me aseguran que “los médicos”, una vez termine este caos sanitario, van a querellarse contra el Gobierno. Comprensible y justificable.

Posdata
Es bueno que los ciudadanos pierdan el miedo a la libertad, que incluye el miedo a manifestarse públicamente, a escribir y dar a conocer lo que se piensa. Pepe Megías -un informal progre/socialista simpático (cosa rara)- desde luego y afortunadamente ha perdido tal miedo, si es que alguna vez lo tuvo. Él insiste, con buen criterio, en que Melilla necesita un nuevo Gobierno tripartito, formado por CpM, PP y PSOE (por aquello de la presumible buena relación con el Gobierno central), lo que vendría a ser la sustitución de De Castro por el PP y la consiguiente mayor representación popular (22 escaños contra los actuales 13), algo muy conveniente en estos tiempos tan extraordinariamente difíciles, tan dramáticos para nuestra más que amenazada Melilla.

La idea es buena pero su materialización, con los personajes existentes en las cúpulas de esos tres partidos, me parece altamente improbable, por no decir absolutamente imposible. Ojalá me equivoque.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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