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Carta del Editor

Falsas promesas y ninguna esperanza

El famoso periodista norteamericano Benjamin (Ben) C. Bradley, que fuera jefe de la delegación de la revista Newsweek en Washington y más tarde se hiciera universalmente famoso como editor ejecutivo del Washington Post, fue íntimo amigo personal de los Kennedy desde 1959 y, hasta que John fue asesinado en 1963 en el 1007 día de su presidencia, grabó -con la aquiescencia del presidente- las conversaciones que mantuvieron durante esos cinco años. El famoso periodista norteamericano Benjamin (Ben) C. Bradley, que fuera jefe de la delegación de la revista Newsweek en Washington y más tarde se hiciera universalmente famoso como editor ejecutivo del Washington Post, fue íntimo amigo personal de los Kennedy desde 1959 y, hasta que John fue asesinado en 1963 en el 1007 día de su presidencia, grabó -con la aquiescencia del presidente- las conversaciones que mantuvieron durante esos cinco años. Publicó esas conversaciones en 1975 -como había acordado hacerlo con el presidente Kennedy, las publicó más de cinco años después de la forzada salida de la Casa Blanca de su amigo- en un libro, “Conversaciones con Kennedy”, que fue líder de ventas en Estados Unidos y en otros países.

En su Introducción al libro, Bradley resume el corto tiempo en el poder de su “fascinante” amigo y dice: “A mí me parece ahora (11 años después de la muerte de Kennedy) que su presidencia se llenó más de esperanza y promesa que de actuación. Pero la esperanza y la promesa que él sembró para América fue real y nada se ha aproximado a ellas tras su muerte”. Ahora, con este Gobierno español, solo tenemos falsas promesas y ninguna esperanza, excepto en la resistencia del pueblo español.

El ilustre melillense Fernando Arrabal -que, según Camilo José Cela, “posee el incalculable tesoro de tener voz propia”- publicó en 1993 un libro, “Carta a José María Aznar. Con copia a Felipe González” cuyo último capítulo se titula: “John Fitzgerald Kennedy y el gusano de seda”. Yo lo releí en febrero de este año y, como es mi costumbre, subrayé algunos párrafos, que ahora comento.

Con referencia al que fuera en los años ochenta “ministro de Trabajo nacional-sindicalista, el camarada Girón”, recuerda Arrabal que “La Seguridad Social -origen y fundamento de la injusticia social- se fundó al mismo tiempo que la ley que prohibía ser vago” y lo comparó con “estos estados sociales (actuales) que prestan servicios cochambrosos a precios desmesurados y realizan semejante estafa gracias a las leyes que ellos mismos y sus compinches promulgan, el gobierno socialista (ahora social comunista) hace de su voracidad fiscal su arte de vivir”, añade el autor. Termina Arrabal el capítulo recomendando a Aznar que, a diferencia de lo que hacía Felipe González, “inconsciente de la ruina que acarrean sus prohibitivamente costosos dogmas sociales” reflexione, “en vez de en cómo planificar mejor la economía del país, en cómo renunciar al dogma socialista de que el futuro puede ser programable con medidas tomadas a ciegas en un ministerio”. “¿Quién hubiera podido imaginar el descubrimiento de América en 1492?, ¿o la victoria de Atenas sobre los persas en el 480 antes de J.C.?, ¿o que el niño que acababa de nacer en Alcalá de Henares el día de San Miguel de 1547 iba a ser el autor del Quijote?”.

Incluye Arrabal un párrafo en ese capítulo de esa su “carta política más libertaria y libertina, más alborotadora y perturbadora que he leído nunca”, según Julius Baltazar, un párrafo que es premonitorio de nuestra situación actual: “El estado socialista es como Tántalo: recibe de los dioses (de los contribuyentes) más de lo que puede digerir” y añade: “Las tropas burocráticas, cada día más numerosas, de un estado socialista, nunca logran repartir las riquezas sin injusticia, despilfarro, incompetencia y torpeza. Los errores de gestión pueden ser tan altaneros y mayúsculos que alcanzan el crimen”. Han pasado 27 años desde que Arrabal escribió eso, que tanto se parece a lo que ahora sucede en España, con el agravante de que lo de ahora es mucho peor de lo que entonces sucedió.
¿Es criminal la situación sanitaria y económica actual de España? Los números de muertos, los hechos derivados de una incompetencia culposa, la incapacidad de gestión de estos Gobiernos (nacional y local), el control orwelliano de las personas, permiten deducir que es posible que sí, que pueda ser calificada como “criminal” la actuación de los que nos han colocado, coronavirus por medio, en la situación sanitaria, económica y política que padecemos.

Es, también, humanamente repugnante que Marruecos no permita ya un pasillo humanitario para que vuelvan a su país los marroquíes bloqueados en Melilla. El desprecio de los regímenes dictatoriales -un tipo de régimen en el que nos estamos adentrando- que no dan cuenta a sus pueblos de los muertos que se producen o que mienten sobre tal número de muertos, es democráticamente denunciable, probablemente delictivo y humanamente insoportable. Acierta el consejero de Salud Pública melillense, Mohamed Mohamed Mohand, al que no tengo el gusto de conocer, cuando declara que “los ciudadanos nos van a dar una patada a los políticos de toda España; nos van a echar y con razón”.

Posdata
Recordaba la ex primera ministra de Israel, la desencantada socialista Golda Meir, en una entrevista que le hizo la luchadora impenitente que fue Oriana Fallaci, una anécdota de Kruschev. Cuando el dirigente comunista denunció los delitos de Stalin en el vigésimo congreso de su partido, se alzó una voz desde el fondo de la sala que dijo: “Compañero Kruschev, ¿y tú dónde estabas? ¿Quién ha hablado?, preguntó Kruschev por dos veces. Nadie contestó. Entonces Kruschev exclamó: “Compañero, yo estaba donde tú estás ahora”. Así, medrosamente escondidos, están hoy tantos poderosos que un día recriminarán a sus actuales compañeros lo que hicieron. Incluyendo en esa masa medrosa a la mayoría de los políticos hoy con poder en España y en Melilla.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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