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La página de Robles

La vuelta al mundo del COVID-19.(IV) Variables de confusión versus operación confusión

A finales de marzo, en mi primera colaboración sobre el tema, hacía referencia a la acertada consideración-por un compañero, el dr. Ángel Abad-de esta pandemia como la tormenta perfecta, y se detallaron los motivos para ello, que se debían a las características del virus SARS-CoV-2 y del cuadro clínico que causaba, el COVID-19. Ambos son los causantes de la crisis sanitaria y socio económica que actualmente asola al mundo entero, y entre tales “ virtudes" del virus, y perdón si me repito, estaban y están, su carácter de germen nuevo para el hombre, su rápida trasmisión por vía respiratoria, tener una elevada contagiosidad ( al menos 3×1 ), y una letalidad muy superior a la gripe ( puede serlo 10 veces más, si no ha sido, es o será aún mayor).

Este recordatorio era preciso para sentar que ambos per se, el virus y el síndrome clínico que causa, tienen suficiente entidad para constituirse en un gravísimo problema de salud pública; pero de pronto, empiezan a darse hechos-que no hipótesis o teorías, ni suposiciones o bulos-, que van a colaborar en aumentar el daño que aquellos van a causar en nuestra población. Estos hechos se convierten en sesgos o errores, originados por los cambios de criterios en la toma de decisiones-cuando ha existido-, ya que también su no adopción puede ser orígen de error; estos sesgos condicionarán la validez-y con ello su utilidad-, de los estudios e investigaciones que utilicen como base esos datos de criterios mutados que no mutables.

La investigación para la salud, es definida por Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) como el desarrollo de conocimiento, con el objetivo de comprender los retos sanitarios y montar una mejor respuesta ante ellos; en los estudios o investigaciones, sean preclínicos ( por ej. en el laboratorio, traslacionales (experimentales) o clínicos (con pacientes), hay diversos factores a intentar controlar y/o evitar, entre ellos se hallan los sesgos o errores, que podrían ser llamados los enemigos de la realidad ¡o de la verdad!. Existen varios tipos, el de selección- se producen cuando incluímos individuos erróneamente en el estudio-, el de información-por fallos en el proceso de recogida de la información-, y el tercero es el de confusión, que ocurre en la fase de análisis. Y aquí prometo que dejo la pizarra.

Pues bien, en los estudios epidemiológicos de esta pandemia a nivel nacional, se da por segura la presencia de sesgos sistemáticos-no aleatorios-, que van a hacer muy difícil o imposible hallar conclusiones válidas, pero sobre todo aptas para una toma de decisiones útil y eficaz, en la lucha contra el SARS-CoV-2 y/o el COVID-19. Me refiero a los diversos cambios que ciertos conceptos han tenido durante la epidemia en España, y no me refiero a la definición de caso, o a las medidas de prevención-incluídas las mascarillas-a lo largo de la epidemia, pues era totalmente desconocida por el hombre y ello más que lo justifica.

Pero sí que van a ser sesgos o factores de confusión, hechos como que en la letalidad no se incluyan entre los fallecidos por el COVID-19, los que no tenían el test hecho-cuando aún están creciendo los datos de las personas muertas en las residencias-; para complicarlo aún más, hay países como Bélgica que aunque no tengan test hecho, los van incluir en las cifras solo con los criterios clínicos, con ello la comparabilidad de los datos a nivel internacional está comprometida.

Otro posible sesgo en mi opinión va a ser la imposible delimitación-según las variables de tiempo y lugar-de la infección en toda España, por la tardía y errada política de realización de los tests diagnósticos, tanto los de PCR como los de anticuerpos. Las curvas actuales de incidencia y prevalencia, que nos inundan desde multitud de medios, quedarán devaluadas en su importancia por los datos que el futuro-deseo que a corto plazo-traerá sin duda.

El posible interés de esto no es denunciar o evidenciar públicamente estas posibles taras, sino que la probable falta de validez y/o dilación de los estudios, van a repercutir en los recursos de los que se dispondrá para frenar y vencer la epidemia; sin embargo, me inspiran gran confianza nuestros epidemiólogos y sus métodos, y estoy seguro de que se afanarán-por ejemplo usando los datos de hospitalización y de ingreso en U.C.I.- para aproximarse al máximo posible a la realidad, aunque ésta nos pueda dejar helado el corazón. El problema, repito, es que ello llevará tiempo, no se cuánto, pero el suficiente para que las conclusiones de esos estudios, no se puedan aplicar lo rápidamente que la urgencia de la situación demanda, y que de haberlo hecho bien, estaría disponible casi a “golpe de tecla". De no lograrse su corrección, podría perder rigor y valor científico-incluido el probatorio-, toda deducción que de estos estudios se hiciera-en todos los sentidos-, incluída la prevención atribuíble a las medidas adoptadas-o no-de la incidencia y de la mortalidad.

Un apunte final sobre el mismo tema, no es comprensible que en Europa o en España se vaya por libre a la hora de elaborar las estadísticas de esta epidemia, ni Cataluña en España ni Bélgica en Europa, pueden salirse de las líneas marcadas por la autoridad sanitaria competente y/o consenso internacional. Otra cosa es que sería deseable que esas líneas sean solventes y coherentes, con el conocimiento vigente y la experiencia reputada en este campo.

Nota.- Melilla participará en la Encuesta Nacional de Seroprevalencia anunciada por el Gobierno de 62.400 tests, y sus resultados parciales pueden ayudar a tomar decisiones a final de mes, aunque los finales no se conocerán como pronto hasta la semana previa al 11 de mayo; llegarían a tiempo para ver cómo está el contagio en la población-respecto al 60% de contagio-, que los expertos fijan como linde del fin de la epidemia, y sobre todo valorar las medidas de desescalada del confinamiento.

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